Los paravalanchas no son sólo para hombres. Ellas también se
suben. Algunas suman folclore, otras estuvieron presas; una murió en un
enfrentamiento.
Por Pablo Carrozza
Hace algunos años, la Federación Turca de Fútbol tomó la
polémica determinación de prohibirle al Fenerbahce, equipo más fuerte de
Estambul, el ingreso de hombres a la cancha como respuesta a un episodio de
violencia ocurrido durante un partido. Así, el encuentro ante Manisaspor, por
la Liga de Turquía, contó con la presencia de 40 mil mujeres en las gradas.
Aunque en nuestro país jamás se ha adoptado una medida similar, pocos elementos
podrían hacernos creer que ésa fuera la solución definitiva a la violencia en
los estadios. Sucede que cada vez se encuentran más hinchadas con mujeres
barras.
Micaela Kipersmit fue la elegida por José el Abuelo
Barritta, ex jefe de la barra de Boca, como la representante mujer de una de
las tribunas más numerosas de Argentina. Tanto es así que desde hace 26 años
alienta a su equipo desde los paravalanchas de La Bombonera. De todas formas,
no todo es color de rosa para una de las hinchas más famosas de La 12. Es que
en La Boca comentan que en 1994 la joven habría mandado a declarar a algunos
referentes de la barra tras el asesinato de dos hinchas de River después de un
superclásico, motivo por el cual la mesa chica tomó la decisión de no tener
barras mujeres en la popular. Aun así, el propio Rafael Di Zeo, sucesor del
fallecido Barritta, decidió indultar a Kipersmit años después para que pudiera
retornar a la cancha.
Rafa dice el tatuaje que tiene en la espalda Soledad
Spinetto, una fanática de Boca que logró enamorar a Di Zeo en la bandeja de La
12 de la Bombonera. La joven que se casó con el ex líder de la barra en una
majestuosa fiesta, a la que asistieron Diego Maradona y Aníbal Fernández, fue
secretaria privada de Felipe Solá, ex gobernador de la provincia de Buenos
Aires, y luego trabajó con Carlos Stornelli, fiscal federal y jefe de seguridad
del club de la ribera.
Como sucede en
diferentes ámbitos de la vida social, poco a poco las mujeres han ido ganando
su lugar en las tribunas argentinas.
Lorena Morini formaba parte de Somos Nosotros, una facción
de la barra de Independiente liderada por César Loquillo Rodríguez que perdió
la tribuna tras una sangrienta interna a manos de Los Diablos Rojos, el grupo
de Pablo Bebote Alvarez. La mujer de 39 años, asistente geriátrica, vivía en la
intersección de Mansilla y Limay, en el barrio 4 de Junio, una zona de
Avellaneda separada del estadio de Independiente por el nudo de las vías del
Ferrocarril Roca. El 4 de octubre de 2013, tras una balacera por el liderazgo
de la barra del Rojo, Morini falleció en el Hospital Fiorito por un disparo en
el abdomen. Días antes había publicado en su muro de Facebook: “Ke la kuenten
como kieran, barra hay una sola, SOMOS NOSOTROS.”
Marina García, quien parece atravesar el momento más feliz
de los últimos 13 años por el título de Racing, es de Lugano y va a la popular
desde sus primeros días de vida. Hija del Gordo Dardo, barra de la vieja
escuela, pasó su infancia en los quinchos de Avellaneda. “Muchas veces había
quilombo con las hinchadas, pero a los chicos y a las mujeres siempre trataban
de cuidarnos”, sostiene la hija de la Tana, una de las mujeres más famosas en
la tribuna del Cilindro. “En 2006, saliendo de la cancha de Gimnasia de Jujuy,
la Policía nos liberó la zona y casi nos matan. Yo estaba con una de mis
hermanas, que lloraba desconsoladamente, y gracias a un chico que nos ayudó a
subir al micro zafamos de los tiros.”
Claudia Pacheco es conocida en Boedo como una hincha
fanática de San Lorenzo, pero sobre todo por ser la mujer de Maximiliano
Vaccaro, número dos de la barra del Ciclón. Expuesta como pocas, en abril del
año pasado fue detenida por la División Homicidios de la Policía Federal por
encubrimiento agravado en el marco de la causa que investigaba a los líderes de
la barra de Boca. De hecho, horas antes de la detención de Pacheco, tras un
partido con Newell’s habían hecho lo propio con Pablo Migliore, ex arquero del
Ciclón, a quien se lo vinculaba con la cabecilla de La Butteler. San Lorenzo,
escuela de mujeres barras, tiempo atrás ya había tenido en la tribuna a una
dama poco convencional. Perla la Piba Quiroz nació en Fuerte Apache y, aunque
jamás abandonó el tablón, se dedicó a cantar cumbia al punto tal de ganar en
2002 un Premio Carlos Gardel en la categoría mejor álbum con su trabajo Vamo’
pa’ la villa.
Romina, del Barrio Lusitano, tiene tan sólo veinte años, es
de Rafael Castillo y, lejos de simpatizar por One Direction o Justin Bieber,
pertenece a la Banda Mostro de Almirante Brown, una de las tres facciones que
tiene la peligrosa hinchada del equipo de Isidro Casanova. En la popular se la
conoce como La Boxi, por su condición de boxeadora, y si bien tiene la mano
prohibida, en más de una oportunidad se ha llegado a tomar a golpes de puños
con hombres que intentaron pasarse de la raya. “Somos borrachos y pistoleros,
cuna de droga y carnaval”, canta Romina al ritmo de Bad Moon Rising de
Creedence mientras exhibe orgullosamente un revólver y asegura que hay diez
balas para cada gato que se haga el vivo. El numeroso grupo de La Fragata que
integra la joven marinerita, antes de cada partido, suele subir sin demasiado
protocolo a los colectivos de línea y obligar a los choferes a cambiar sus
recorridos para dirigirse a la cancha de Brown.
Patricia Villalba asegura haberse formado como mujer en
medio de los paravalanchas de Huracán, y aunque le ha costado alejarse por unos
minutos de la tribuna, en la actualidad integra Las Quemeritas, un grupo de
jóvenes muy bonitas que lucen indumentaria amoldada a sus figuras y arengan a
la hinchada desde el mismísimo campo de juego del Palacio Tomás Adolfo Ducó
antes de los partidos y durante los entretiempos. Madre de Kiara, una nena de
dos años, y con un parecido físico a Luciana Salazar, la joven de Villa Soldati
no teme a los riesgos de la cancha: “Por Huracán vale todo. Muchas veces tuve
que bancarme varios palazos de la Policía y no por eso dejé de ir. Este año
arranqué a trabajar en el campo de juego, pero de todas formas en el segundo
tiempo vuelvo a la tribuna.”
Como sucede en diferentes ámbitos de la vida social, poco a
poco las mujeres han ido ganando su lugar en las tribunas argentinas. Algunas
discuten con amigas, otras les inculcan la pasión por la camiseta a sus hijos,
y un grupo menor defiende los trapos en las diferentes barras del país.
Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario
Perfil
Fuente Perfil Digital
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