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martes, 6 de enero de 2015

El enfoque: Cuando el ídolo choca contra el DT.





Por Claudio Mauri.

El fútbol también tiene su costado cruel e ingrato cuando los ídolos no se van bien de sus clubes, cuando el conflicto y el altercado corta una relación que tiene lazos sentimentales además de los puramente deportivos.

El caso de Montenegro en Independiente tiene su origen en el técnico Almirón, que pretende un estilo de juego en el que el Rolfi no encaja. A un Independiente al que no le sobra talento ni referentes, la salida de Montenegro, que recibió el apoyo de varios compañeros importantes, podría discutirse largamente si es conveniente o no. Menos se presta al debate el pésimo manejo de la dirigencia para solucionar administrativamente la decisión deportiva del DT.

No son casos que dejan indiferentes a los hinchas, quienes sufren y se enfurecen cuando algún jugador que se ganó un lugar en sus corazones no recibe el trato y la consideración que merece. Son muy recordadas otras rupturas, con directores técnicos que forzaron la salida del ídolo. En 1981, cuando River fue campeón en la cancha de Ferro, la hinchada cantó por el Beto Alonso, que había sido marginado por Alfredo Di Stéfano, que había armado el equipo en función de Mario Kempes.

La vida después los reencontró en una relación amistosa, pero el Pato Pastoriza en su momento fue el responsable de que Hugo Gatti se fuera de Boca. El detonante fue un gol que el arquero recibió de Armenio en una de esas salidas en las que su apodo "Loco" se asociaba más con el suicida por las ventajas que le daba al delantero .

Por no ajustarse a la disciplina de grupo, Simeone prescindió de Ortega tras el título de 2008. Con el Burrito languideciendo en otros clubes, River empezaría la debacle que lo llevó a la B Nacional.

Dos maneras opuestas de entender el fútbol y la conducción de un grupo dinamitaron la convivencia de Falcioni y Riquelme, que se retiró de Boca alegando que estaba "vacío". El rasgo común en todo este recuento son las heridas abiertas que quedan. La sensación de vacío y desencuentro por el ídolo que se debe ir del lugar en el que más afecto recibía. Una derrota que permanece y no se olvida con el próximo triunfo.


Fuente La Nación

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