El Rojo tiene récord a favor en definiciones contra equipos
de ese país: ganó cinco de siete. Hoy va por otra.
Por Nahuel Lanzillotta
En casa del Inter. Posa Independiente en el Beira Río, donde
practicó ayer antes de la final. VISITA A GREMIO, DESDE LAS 21.45
Acompañó a la Selección y estará hoy con Independiente en la
final de la Recopa Sudamericana.
El agua empieza a caer de la nada, como si estuvieran
tirando baldazos de quién sabe qué nube. La vegetación del hotel donde se aloja
Independiente en Porto Alegre se agita. La pileta rebalsa.
Parece que de un
segundo a otro se desatará la tormenta perfecta. Pero un par de minutos después
todo vuelve a la normalidad y el sol hace lo suyo.
A Independiente no le
molesta el clima de Brasil. Por el contrario, hasta lo disfruta. Tiene que ver
con su historia, con su costumbre. El club de Avellaneda está aclimatado a
jugar finales con rivales brasileños. Le sienta bien.
Y, a horas de disputar el
duelo definitivo de la Recopa contra Gremio -hoy, a partir de las 21.45, con
televisación de Fox Sports-, no le viene nada mal recordar que el saldo de las
siete finales que jugó en su vida contra los siempre poderosos conjuntos del
país vecino es altamente positivo: ganó cinco y perdió sólo dos.
Mientras la lluvia se larga y para, así una y mil veces en
el día, no son muchas las camisetas rojas que merodean el Hotel Deville Prime
que hace de búnker del Diablo. El ambiente de tranquilidad difiere y mucho al
de furia que se vivió antes de la final de la Copa Sudamericana con Flamengo,
en Río de Janeiro. Al menos hasta el cierre de esta edición todo transcurría
con calma. Hasta hinchas de ambos clubes coincidieron ayer en el vuelo 1230 de
Aerolíneas Argentinas ( en el cual viajó Clarín) y todo fue cordialidad, más
allá de los cantitos de aliento de cada uno.
El Chivo Ricardo Pavoni pasa por el lobby, saluda, se cruza
con Ariel Holan. Se abrazan. Se impregnan de mística.
Por acá todos hablan de
la mística: los jugadores y hasta el brujito Manuel, amuleto en el Maracaná,
que también está en Porto Alegre para aportar sus buenas vibras (creer o
reventar).
Todos juran que existe, la mística, claro. Que se palpa, se siente.
Se lee en las páginas doradas del Rey de Copas. Si no, ¿cómo explicar ciertas
cuestiones? Cómo la de la supremacía de Independiente ante los brasileños en
las finales.
San Pablo fue su primera víctima, en la Libertadores de
1974. Cada uno ganó el suyo de local y el Rojo se impuso en el tercer partido,
jugado en Santiago, Chile. Diez años más tarde, fue justamente Gremio el que lo
sufrió en la Libertadores de 1984. En esa llave los de Avellaneda le ganaron de
visitante en un encuentro que quedó etiquetado como “El partido perfecto” por
la prensa gaúcha.
Bochini, Marangoni y varios de sus compañeros fueron
aplaudidos por los torcedores y recibieron 10 puntos de calificación de los
periodistas locales. Independente ganó 1 a 0 con gol de Jorge Burruchaga.
Y en
Gremio jugaba un tal Renato Portaluppi, hoy actual DT del equipo tricolor.
La Supercopa de 1995 ante Flamengo, la Sudamericana 2010
contra Goiás y la Sudamericana 2017 ante Flamengo también están en las vitrinas
de la sede. Las dos copas que el Diablo perdió a manos de brasileños fueron,
vaya casualidad, ante rivales de Porto Alegre y ambas Recopas: contra Gremio en
1996 (disputada en Tokio) y frente al Inter en 2011.
Tras el 1-1 de la ida, para ser campeón Independiente deberá
ganar o empatar (el gol visitante no vale doble y se podrá hacer un cuarto
cambio en el alargue) e imponerse en los penales. Y eso, ganar en tierra
brasileña, es algo que logró pocas veces: apenas 4 de 30 partidos (empató 5).
Es difícil, sí. Pero es una final copera.
Y con el Rojo se sabe que todo es
posible.
Fuente Clarín
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