El rosarino se ilusiona con ser protagonista en la Copa
América Centenario; "Tengo que aprovechar cada momento porque no sé cuánto
durará", confesó; sus duelos infantiles con Messi
Foto Aníbal Greco / Enviado Especial
SAN JOSÉ, Estados Unidos.- Podría haber sido albañil en
Rosario. Su destino estaba en la obra junto con su papá construyendo casas.
Pero apareció el fútbol y terminó edificando historias con una pelota. A sus 27
años, la vida de Éver Banega transcurre todo el tiempo entre lo que podría
haber sido y lo que es. El volante de la selección, pieza esencial en el
esquema de Gerardo Martino, lleva el barrio en cada gesto, en cada tatuaje que
inunda su cuerpo, en cada jugada. Por eso, en la charla con La Nación en la
concentración argentina antes del debut ante Chile por la Copa América, hablará
de la importancia de su familia, dirá que está en el mejor momento de su
carrera porque usa más la cabeza y remarcará que nunca perdió el potrero.
- Empieza una nueva competencia y vuelve a instalarse el
tema de las últimas finales perdidas y los 23 años sin títulos. ¿Cómo se maneja
eso internamente?
- Siempre están presentes esas cosas. Pero nosotros venimos
con un objetivo común: siempre que se juegue un torneo debemos ponernos como
meta salir campeones.
- Conviven con dos realidades: el éxito que la mayoría de
ustedes tiene en sus clubes y lo que les cuesta ganar con la camiseta
argentina.
- La mayoría de los jugadores en sus equipos ganan muchos
títulos y siempre están en las finales. Acá se dio algo parecido con las
últimas dos finales, pero no se pudo dar. Lo que más queremos es ganar un
título con la selección porque sería mucho más importante que todo lo que hemos
ganado en nuestros clubes.
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- Messi decía que cambiaría sus cinco Balones de Oro por
ganar algo con la selección. ¿Vos qué tenés para ofrecer?
- (Risas) Nada. Para mí estar acá ya es especial. Y si
ganamos la Copa sería un sueño. Mis papás estarían orgullosos de verme en esa
situación.
- ¿Cuál es la identidad del juego que les dio Martino?
- Queremos jugar bien al fútbol y ser verticales. Al final
de cuentas tenés adelante a los mejores del mundo y no podés pensar en tener
tanto la pelota. Teniendo a Leo [Messi], a Ángel [Di María], a Kun [Agüero] o a
Pipa [Higuaín], hay que recuperar la pelota y buscar lo más rápido posible la
forma de llegar al arco rival.
- Se dice que es fácil jugar cuando uno tiene como compañeros
con el talento de Messi, Agüero o Di María. ¿Es verdaderamente tan simple la
cuestión?
- Con ellos estás obligado a no equivocarte, porque casi que
nunca se equivocan. Los del mediocampo estamos para trabajar y que ellos se
liberen en funciones.
- ¿Esta Copa América te toma en el mejor momento de tu
carrera?
- Sí, creo que sí. En estos últimos años me parece que pasé
por momentos muy buenos, entonces tengo que aprovechar eso.
- Cuando te despediste de Sevilla, Emery, el entrenador,
dijo: "Nos hemos amado y odiado por igual". ¿Mantenés ese carácter
rebelde o lo domaste?
- Con él tuvimos cruces cuando era más chico y estaba en
Valencia. Ya me calmé bastante.
- ¿Hoy para jugar usás más la cabeza que el músculo?
- Con los años vas aprendiendo cosas y la experiencia te
permite desarrollarte de otra forma. Y la verdad que hoy, además de correr, uso
más la cabeza para jugar.
- ¿Antes tenías más potrero y ahora?
- Nunca se pierde la esencia del barrio. Estar acá, donde
todos tienen el potrero incorporado, hace que sea imposible no mantener el
barrio.
Del sur de Rosario, Éver dio sus primeros pasos en el club
Nuevo Horizonte. En esos tiempos, le tocó jugar varias veces contra Grandoli,
donde Messi era una chiquitín que sacaba enormes diferencias contra sus
rivales.
- ¿Qué recuerdos tenés de ese momento?
- Lo recuerdo siempre. Yo era de una categoría más chica,
pero mi papá era el técnico de la 87 y me llevaba a jugar en esa división. Era
al pedo, porque jugábamos contra el enano y nos pintaba la cara. Él era
chiquitito, la ropa le quedaba grande... Ya era demasiado bueno lo que hacía.
- De esa época contaste que tenían un solo par de botines
con tus hermanos...
- Ese recuerdo es inolvidable. Con mis hermanos mayores,
Luciano y César, jugábamos en categorías distintas y calzábamos parecido.
Entonces, cuando terminaba un partido, nos sacábamos los botines y se lo
dábamos al que le tocaba jugar. Esas cosas no las olvidás. Mantengo mi grupo de
amigos, mi abuela viven en el barrio en donde nací? Nunca perdimos el espíritu
de barrio.
- En alguna nota en España dijiste que jugar al fútbol es un
privilegio y que trabajar es lo que hacía tu familia o tus amigos.
- Es que es así. Es un privilegio estar acá. Hay muchos
jugadores que no pudieron llegar nunca. Yo tengo que aprovechar cada momento
porque no sé cuánto durará. No es claro cuándo puede llegar el fin. Y en esos
momentos pienso en mis amigos y en mi viejo, que laburan todos los días.
- Y si no hubieras llegado a Primera, ¿ahora qué harías en
el barrio?
- Mi viejo trabajó toda la vida en la obra. Lo ayudé un par
de veces cuando era chico. Así que supongo que hubiera sido albañil.
Fuente Play Fútbol

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