Por Eduardo Verona
La renuncia de Messi a seguir integrando la Selección fueron
los daños colaterales de la caída del equipo en Estados Unidos. Si fue fracaso
o decepción no define nada. El fútbol de Argentina fue insuficiente. Le faltó
más juego y mayor determinación. Las discretas respuestas estratégicas de
Martino. La consagración de Chile otra vez por la vía de los penales.
¿Fracaso, frustración, decepción o desilusión? No importa
demasiado definir que palabra le cierra mejor a la Selección nacional. No
importa clasificar cuál es la sensación que se aproxima a esta especie de
calvario futbolero que la viene
persiguiendo hace ya demasiados años y que ahora le sumó la renuncia de Messi
como peludo de regalo.
Porque está bien no sumarse al exitismo que prevalece en
todos los escenarios. Pero tampoco hay que hacerse el tonto. La Selección tenía
que traerse de Estados Unidos la Copa América Centenario. No es que la tenía
que traer por obligación o por un decreto sellado en un escritorio. Pero estaba
más que claro que era el gran candidato. Más candidato que Chile, aún en un
período de transición después de la salida inesperada del entrenador Jorge
Sampaoli y el arribo hace 5 meses de Juan Antonio Pizzi. Y por supuesto más
candidato que cualquier otra selección. Que Brasil. Que Uruguay. Que Paraguay.
Que Colombia. Que Ecuador. Adversarios a los que por otra parte no enfrentó.
Ese favoritismo casi excluyente, Argentina lo expresó solo
durante algunos pasajes de los partidos y en los 90 minutos del 4-0 a Estados
Unidos. Pero le faltaba continuidad al equipo. Confirmar la idea que, en
definitiva, no pudo transmitir en el partido decisivo ante Chile.
Tenía más gol que juego la Selección. Por eso hasta la final
con Chile, en 5 encuentros había convertido 18 goles, pero sus niveles de
elaboración fueron escasos. Con Messi o sin Messi. Y esa falta de elaboración
para construir juego colectivo la padeció en el 0-0 interminable del domingo en
New Jersey.
La nueva caída en el show de los penales fue la remake de
una película que ya habíamos visto el año pasado ante el mismo rival en el
Estadio Nacional de Santiago. Solo que esta vez, Messi, pateó su penal como un
pibe demasiado presionado y coronó otra noche que muy difícilmente pueda
olvidar.
Es cierto, la Selección no se agota en Messi. La Selección,
como equipo, debería trascender a Messi. Pero es evidente que no lo logra. Ni
antes ni ahora. Y cuando Messi no resuelve de acuerdo a su potencial, como
suele hacerlo en las finales desatando alaridos de indignación, las
posibilidades de armar algo interesante se reducen a algunas maniobras poco
afortunadas que, en general, no prosperan.
Gerardo Martino, casi siempre metiendo la pata a la hora de
las declaraciones públicas, en 2 años de gestión como entrenador de Argentina
no pudo darle al equipo un rumbo futbolístico. Todo fue siempre errático en la
Selección. Hasta la idea original del Tata terminó totalmente desdibujada. Esa
idea de presión, posesión y elaboración, fue en muchas oportunidades una
búsqueda sin gran consenso. Y sin grandes adhesiones al momento de plasmarlo en
la cancha. Se vio claramente en la final cuando el planteo estratégico se alejó
de esas consignas. Y Messi quedó arriba para inventar con pocas compañías, lo
que finalmente no logró inventar, más allá de varias insinuaciones que se
fueron desvaneciendo.
Le temía Martino a Chile. Y agrandó a Chile. Que en los últimos
4 partidos ante Argentina le convirtió 2 goles, perdió 2 encuentros, empató los
2 restantes, cada uno de ellos de 120 minutos, pero conquistó 2 Copas América
en la ruleta de los penales. No fue Chile un rival tan poderoso y
desequilibrante como lo pintaba en la previa Martino. Esa interpretación de
Martino también la pagó la Selección en el 2015 en Santiago y el domingo en New
Jersey . ¿Cómo la pagó? Respetando en exceso a Chile. Y ese respeto excesivo
nunca es buen consejero. Porque limita. Condiciona. Ata.
Son momento durísimos para la Selección. Se podrá afirmar
con razón que también lo fueron otros episodios más o menos recientes. Pero
este capítulo trajo además el bombazo que anunció Messi renunciando y dando por
finalizado su ciclo con la camiseta albiceleste. Esta enorme frustración que
sintió Messi quizás refleje otras frustraciones y deserciones que podrían
manifestarse en breve. ¿Cuáles? Difícil precisarlas. Pero fáciles imaginarlas.
Lo concreto es que el abandono anunciado por Messi pinta de
cuerpo entero que las heridas que sufre la Selección son muy profundas. Tan
pero tan profundas que en la tempestad, su capitán se va. ¿Qué queda para el
resto? ¿Messi se hubiera ido igual en la victoria? Solo Messi lo sabe. Y nadie
más. Aunque sus exégetas hoy intenten explicar lo que Messi explicó en muy
pocas palabras.
Fuente Diario Popular
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