El ex futbolista y campeón del Mundial 1978, defendió el
rendimiento de la Pulga en la Copa América Centenario y cargó contra Martino
por la inclusión de jugadores fuera de forma. "Por más que tengas ganas no
podés jugar una final con el 80 por ciento", sentenció
Luego de la derrota por penales ante Chile en la final de la
Copa América Centenario en EEUU, muchas personalidades del mundo del fútbol
brindaron su opinión por la nueva caída de la Selección argentina.
Mario Alberto Kempes, ex futbolista y campeón del mundo en
1978, destacó el nivel de Lionel Messi en el torneo y le pidió personalidad
para continuar en el equipo, luego de que la Pulga anunciara que dejaría el
equipo por la frustración de la sequía de títulos. "No renuncies porque
sino le das la razón a todos aquellos que te critican", remarcó en diálogo
con FM Delta.
El Matador además cargó contra Gerardo Martino por armar
el equipo con jugadores que no estaban en forma para el encuentro. "Di
María no estaba al 100 por cien para jugar y Biglia no jugaba hace dos meses.
Por más que tengas ganas no podés jugar una final con el 80 por ciento. Messi
puede rendir al 80 por ciento pero otros no", remarcó.
"Diego es argentino, Messi no es argentino, por cómo lo
criticamos y le bajamos la caña y que la AFA es una porquería y que el país es
un desastre es culpa de Messi, qué querés que te diga", criticó.
Fuente Diario Popular
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Este blog republica la nota mencionada
Eduardo Verona. La generación estrellada – Publicado el 06 /07/
2015
Brasil padeció con Zico, Sócrates, Falcao, Cerezo y Junior
la frustración de una generación brillante que no conquistó nada. Argentina
transita por ese mismo escenario con Messi, Agüero, Higuaín, Di María y
Mascherano. La simetría no explica algo en particular. Pero deja varias señales
por el camino, atrapadas por el desconcierto
Por Eduardo Verona
“A geraçao fuzilada” (La generación fusilada). Así, en tono
destemplado y apocalíptico, planteaba un amplio sector de la prensa brasileña
su enorme fastidio y disgusto con una cofradía de jugadores brillantes (Zico,
Sócrates, Falcao, Toninho Cerezo y Junior) que en los finales de los 70 y en la primera mitad de los 80 no pudieron
regalarle a la selección ningún título que perdure en la memoria.
Esa estupenda
generación de cracks tuvo que despedirse de los mundiales de Argentina 78,
España 82 y México 86 sin conquistar ninguna Copa que revalidara el potencial
colectivo e individual que se le reconocía al scracht.
Fue, prácticamente, después de caer frente a Italia por 3-2
en el estadio Sarriá de Barcelona, con 3 goles de Paolo Rossi, que Brasil quedó
eliminado en España 82 y la prensa brasileña construyó un mensaje durísimo
contra Zico, Sócrates, Falcao y compañía.
De manera directa y sin sutilezas los acusaban de formar
parte de la generación, post Pelé, que había fracasado y defraudado al pueblo
brasileño. Telé Santana, entrenador de Brasil en España 82 y México 86, no
quedó indemne de las críticas furiosas, pero el núcleo más duro de los
cuestionamientos estuvieron dirigidos a esa clase privilegiada de jugadores
notables.
A poco más de 7
meses de haber finalizado el Mundial de España, más precisamente el 23 de enero
de 1983, ese extraordinario lateral izquierdo apodado Junior, todavía era
vilipendiado en Brasil por haber habilitado a Paolo Rossi en el tercer gol de
Italia a la salida de un córner ejecutado desde la derecha por el zurdo Bruno
Conti, clasificado como el ala tornante de la selección azurra que pocos días
después saldría campeón del mundo dirigido por el técnico Enzo Bearzot.
Junior, por aquellos años en el Flamengo, después de un 2-0
ante el Santos en el Maracaná, tuvo que explicarle al aire a un movilero en los
vestuarios porque razón en esa jugada no salió disparado hacia adelante para
dejar en posición adelantada al goleador italiano. Junior, con una toalla
cubriendo su cuerpo, la cabeza mirando el piso y sentado en un banco, explicó
abatido esa circunstancia como si hubiera ocurrido hacia unos minutos. El
lastre de la eliminación del scracht todavía no se había disipado.
El relato de aquella anécdota de la que fuimos testigos,
pretende describir el nivel de intolerancia y rechazo que se había apoderado
del ambiente del fútbol brasileño a partir de la caída de aquel equipazo que
parecía predestinado a ganar la Copa del Mundo por las calidades que ofrecían.
Es cierto, no hay situaciones idénticas ni experiencias
iguales. Pero hay una generación de jugadores argentinos que integran la
Selección desde hace ya varios años (Lionel Messi, por ejemplo, desde el 17 de
agosto de 2005 cuando fue expulsado ante Hungría) que tienen puntos de contacto
con lo que padecieron aquellas estrellas del fútbol brasileño.
Javier Mascherano (31 años) quizás encarna el punto más alto
de la frustración que envuelve a muchos de sus compañeros de Selección, entre
los que están Martín Demichelis, Pablo Zabaleta, Sergio Agüero, Carlos Tevez,
Gonzalo Higuaín y Angel Di María, como protagonistas centrales de historias que
no terminaron bien.
Porque la obligación de ganar un título está naturalizada
por la prensa, los jugadores y el entrenador. De hecho, en los últimos días de
diciembre de 2014, el hoy vapuleado y acrítico Gerardo Martino, declaró a la
agencia EFE: “Este grupo de jugadores no puede terminar un ciclo sin un título.
Esta generación tiene que ganar algo porque tiene los futbolistas para
hacerlo”.
Esas palabras de Martino que imponían la agenda de
conquistar lo que se venía negando, las
volcó sobre la mesa en varias oportunidades. Porque la necesidad de la
Selección admitía que era imprescindible en la etapa, post Maradona, saldar
viejas deudas.
Persiguieron los fantasmas a Brasil durante casi dos décadas
y media hasta volver a ganar un Mundial. El tri fue en México 70 con Pelé en
las alturas. El siguiente fue en Estados Unidos 94, con la dupla
Romario-Bebeto. Argentina, más allá de las 2 Copas América que obtuvo en el 91
en Chile y en el 93 en Ecuador, ya entregó a la jaula de los leones a dos
generaciones enteras: a la actual que representa el atribulado Messi y a la
anterior de Javier Zanetti, Roberto Ayala, Juan Pablo Sorín, Walter Samuel,
Roberto Sensini, Matías Almeyda, Juan Sebastián Verón, Ariel Ortega, Hernán
Crespo, Claudio López y Juan Román Riquelme, entre otros.
El peso innegable que adquirieron las mayores o menores
claudicaciones del pasado tienen su correlato en el presente. Si afecta o no
cada uno lo sabrá. Si perturba o no es una cuestión que solo pueden develar los
que juegan y los que conducen. Desde afuera, todo indica que la Selección en
las instancias definitorias parece capturada por las inseguridades y las dudas,
siempre perturbadoras en el fútbol de ayer y de hoy.
Seguramente por eso, Mascherano, minutos después de la caída
en Chile, afirmó desde el desconcierto: “Es una tortura. Un karma. No le
encuentro explicación y quizás soy yo”.
Lo que planteó sin explicitarlo el volante argentino es que
el problema, a veces, trasciende al fútbol. Son los caminos desconocidos para
superar las adversidades. Los caminos que la Selección no encuentra. Messi es
un caso testigo. Juega como nadie. Y en la última mesa examinadora, defrauda
como nadie.
Es la generación que no termina la obra. Como la que sufrió
Brasil con aquella banda de Zico y sus compañeros. Que tenían todo. Y se
quedaron con las manos vacías. Igual que Argentina.
Fuente Diario Popular
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