Por Roberto Fontanarrosa
La Barrera
Un paso más atrás. Dos más atrás. Tres. Ahí está bien. Ya
está la barrera formada. Una baldosa más acá. Un momento. Ante todo, sacar las
cosas del arco. Hay botellas debajo de la pileta. Ya la otra vez cagó una. Y
dos sifones. El blindado no es nada, pero el otro puede reventar, y los sifones
revientan y los pedacitos de vidrio saltan y se meten en los ojos de uno. Bien
juntas las macetas de la barrera. El arquero muy nervioso. Miguel Tornino
frente al balón. Atención. El rubio Miguel Tornino frente al balón. Una mano en
la cintura. La otra también. La mano sacándose el pelo de la frente. La
transpiración de la frente. De los ojos. Hay silencio en el estadio. Es la
siesta. Hasta el Negro se ha quedado quieto. Resignado a ser simple espectador
de ese tiro libre de carácter directo que ya tiene como seguro ejecutor a
Miguel Tornino, que estudia con los ojos entrecerrados el ángulo de tiro, el
hueco que le deja la barrera, la luz que atisba entre la pierna derecha del
recio mediovolante de la visita y la pata de portland de la maceta grandota del
culantrillo. Un solo grito en el estadio: Miguel, Miguel. El público de pie
ante ésta, la última oportunidad del Racing Club cuando sólo faltan dos minutos
para que finalice el match. Habrá que apurarse antes de que vuelva a
adelantarse la barrera o el Negro insista en morder la pelota y hacerla cagar
como el otro día que la pinchó el muy boludo. Sonó el silbato. Habrá que
pegarle de chanfle interno. La cara interna del pie diestro de Miguel Tornino,
el pibe de las inferiores debutante hoy le dará al balón casi de costado, tal
vez de abajo, con no mucha fuerza pero sí con satánica precisión para que ese
fulbo describa una rara comba sobre la cabeza de los asombrados defensores,
sobre el despeinado pirincho del helecho de la segunda maceta y se cuele entre
el travesaño, el poste, el postrer manotazo de la lata de aceite Cocinero que
se ha lucido hasta el momento. ¡Tiró Tornino…! y… se hizo mimbre en el aire el
arquero ante el latigazo insólito de curva inesperada y con la punta de los dos
dedos allá voló la lata a la mierda, carajo que ladra el Negro, sí mamá… sí la
guardo… está bien… pero mirá vos cómo la viene a sacar este guacho.
La Pena Máxima
Cuando vi que caía el Pato lo pedí, lo pedimos todos, por un
momento pensé que no lo daba, pero era clarito, lo cruzó con la gamba casi en el
muslo y el Pato se iba, porque se iba el Pato (¡Penal! ¡Penal! ¡Lo dio! ¡Lo
dio! ¡Lo dio, Chancha, lo dio, penal! ¡Penal!), cuando vi que lo daba yo salí
rajando como loco para cualquier lado, se lo grité a la tribuna, el Sapo se me
trepó encima y me gritaba ¡ahora Nene, ahora! (¡Lo dio, Chancha, lo dio!), yo,
viste como está uno?, andaba medio boludo porque parecía que tenía toda la
hinchada metida en el balero, para colmo el Dapea ese me habla estrolado con
tuti un poco antes y no entendía nada, se que ellos le chillaban al referí en el
área, que caen naranjas (¡Lloren ahora, lloren!, qué mierda quieren?), en eso viene
el Tubo y me dice “Tranquilo, flaco, vos tranquilo, no te calentés” y fue
cuando me di cuenta. Te juro, Chacho, que se me formó en la panza, acá, una
pelota ¿viste?, una pelota dura, qué jodido, recién caía, me agarró un cagazo
de golpe como esa vez que casi me amasija el micro, te acordás?, uy, Dios mío,
qué cagazo (¿Quién lo tira? ¿Quién lo tira?), te juro que sentía las gambas
como de barro y digo yo me quedo en el molde, por ahí ni se acuerdan, por ahí
se lo dan al Mono como se lo daban siempre, pero el Mono lo erró con Chacarita
y no quiere lolas, yo lo miro y lo veo parado casi en la mitá de cancha
diciendo que no con el balero (Que no se lo dean al Mono porque lo manda
afuera! Patéalo vos pendejo! El Mono no que lo erra El Mono no!). Gran puta, te
juro que hubiera querido no haber pedido en la perra vida patear penales y para
colmo en las prácticas los embocaba todos. (Ya casi no hay protestas y veremos
quien ejecuta la pena máxima), yo pensaba si lo erro me muero, me caigo muerto
al piso, no salgo de la cancha, no vuelvo a casa, para qué me acordé del viejo,
estaría más julepeado que yo y agarro y digo no!, no lo pateo, que lo patee
otro, yo lo erro, que se queme otro y por ahí pasa el Beto, que ya me había
cargado todo el partido y me jode “guarda pibe, no lo vayas a tirar afuera” me
dice (continúan las conferencias con el juez, Mainardi ya está entre los tres
palos) y además pensé lo que yo le habla dicho el otro día al Mono, Mono, no
seas boludo, Cómo te vas a arrugar por errar un penal?, metéle carajo”, fijate,
yo al Mono, que siempre fue el que me aconsejaba en tercera “hacé esto,
Ricardito”, “cuidate, Ricardito”, yo le decía porque me daba bronca que
aflojara así, para mí el Mono es un especie de ídolo ¿viste?, cacé la pelota
que ya estaba colocada (Garbelli Muñoz- Garbelli, ser el encargado) y me
parecía que se había callado todo el mundo (El pibe, vamo pibe, viejo, vamo,
mandálo adentro!) mirá cuando miré al arco, Mainardi, hijo de una gran puta, se
reía, me miraba y se reía, digo no pienso más, pienso solamente en el tiro
(Garbelli está ya frente al balón, tranquilo el golquiper), se lo pongo a
rastrón a la ratonera, lo fusilo arriba y si se me va alto? (gol pibe, gol,
Dios mío hacelo). ¿Usted lo patea? me dice el referí y quién va a ser boludo le
hubiera dicho cuando el pito me reventó en el oído como un balazo (Toma carrera
Garbelli!). Corrí dos pasos (¡Gool…) y le puse un bombazo… (¡Tirooo…!) te juro
que ni vi cuando levantó la red, te juro, Chacho, te juro.
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