Por Eduardo Verona
De los 5 partidos que la Selección jugó en la Copa América,
el último ante Estados Unidos fue claramente el mejor. Ese perfil siempre
dominante es el que Argentina no tiene que modificar en la final. Ser un gran
equipo no contempla preocupaciones excesivas ni subordinación estratégica al
rival. Ser un gran equipo es mandar en la cancha
Los grandes equipos no cambian. ¿Qué es lo que no cambian?
Su interpretación del juego. Los grandes equipos someten a los rivales a sus
propios ritmos, a sus tiempos, a sus iniciativas, a sus búsquedas. Y esto es lo
que los distingue. Porque provocan que los adversarios se subordinen a su
juego.
Y esos grandes equipos no tienen necesidad de cambiar. Ni de
intérpretes ni de sistemas tácticos ni de idea. Juegan siempre a lo mismo. Y
aunque jugar siempre a lo mismo no parece ser inteligente, moderno o
progresista, en realidad lo es. Las grandes selecciones de Brasil que recuerda
la historia jugaban siempre a lo mismo para reconfirmar su identidad
futbolística. Ahora no se sabe a qué juegan. Cambian según los rivales, las circunstancias,
los desafíos, los técnicos. Y cambian tanto que ya no registran donde están
parados. Cuando fueron fieles a su libro histórico que se nutrió de la gran
técnica y del conocimiento para leer el juego, ganaron todo lo que se puede
ganar. Y despertaron unanimidades. Y memorias.
La Selección que conduce Gerardo Martino en vísperas de
disputar este domingo en New Jersey la final de la Copa América Centenario, no
tendría que cambiar lo que supo construir en el reciente 4-0 contra Estados
Unidos. Que enfrente tenga a Chile, incomparable en relación a la debilidad
estructural que expresó Estados Unidos, no debería precipitar en Argentina
ninguna modificación conceptual, más allá de las salidas obligadas por lesiones
de Augusto Fernández y de Lavezzi.
El fútbol de la Selección se mostró en plenitud el pasado
martes en Houston. En los 4 `partidos anteriores (2-1 a Chile, 5-0 a Panamá,
3-0 a Bolivia y 4-1 a Venezuela) había dejado instalada algunas dudas respecto
a su funcionamiento y a la continuidad para desarrollar ese funcionamiento
durante los 90 minutos. Contra Estados Unidos no dejó ninguna duda. Se apropió
del partido desde el arranque y extendió esa superioridad hasta el final.
¿Qué hizo para llevarlo a cabo? Hizo lo que ese monstruo del fútbol mundial que fue Johan
Cruyff siempre sostuvo: "Si la pelota la tenemos nosotros, no la tienen
ellos". La Selección denunció que tiene jerarquía individual para
imponerles condiciones taxativas a los adversarios. Esto es lo que no tiene que
cambiar. Y lo que tiene que fortalecer. Su autoridad futbolística en
definitiva. Esa es la parte de la religión que Cruyff reivindicaba en todos los
equipos donde jugó y dirigió. Y ese fue uno de los legados del astro holandés.
¿Qué quiere hacer el Tata Martino? Algunas declaraciones del
entrenador no son todo lo esclarecedoras que deberían ser. Por ejemplo, antes
de los cruces en semifinales, afirmó: "Si no tenemos la capacidad de
modificar cosas en un partido ponemos en riesgo el resultado. Es bueno que
podamos modificar y seguir siendo así un equipo sólido. Las diferencias pueden
ser cinco pases menos o cinco metros más atrás en la cancha. Aún así el equipo
elabora más de lo que corre. Claro que está bueno que sepan retroceder".
Cuando Martino habla de cinco pases menos o de cinco metros
más atrás en la cancha, está subrayando la necesidad de ejecutar cambios
estratégicos durante el desarrollo de un partido. ¿Para qué? Según él para no
poner en riesgo el resultado. Sin decirlo, porque estas cosas no se dicen, esa
interpretación de Martino revela sus propias inseguridades. Alcanzaría con
reproducir lo que comentó después de la final de la Copa América del año pasado
ante Chile: "Nos preocupamos mucho en neutralizar a Chile pero nos terminó
limitando. Neutralizamos a Vidal, a Alexis Sánchez, a Valdivia, pero la
presión, la elaboración, el volumen de juego y lo ofensivo fue malo".
Los grandes equipos no delatan preocupaciones excesivas. No
agrandan rivales. No juegan en función de quien entra o quien sale en el equipo
de enfrente. Hay que señalar por si alguien no lo pone en consideración que
Argentina si no es la mejor selección del mundo, pega en el palo. Y si juega
con la convicción para manejar la pelota y los tiempos del partido que desnudó
frente a Estados Unidos, las preocupaciones excesivas tienen que enfocarse en
los adversarios. No en Argentina.
Esto no es subestimación o algo parecido. Es ratificar que
la Selección no tiene que construir un perfil distinto en cada encuentro como
insinúa Martino. El perfil más apropiado es el que le permitió vapulear a
Estados Unidos y arribar a un 4-0 piadoso. Ese perfil tan sensible a lo que en
términos clásicos se reconoce históricamente como el fútbol argentino, no puede
resignarlo en la final.
Fuente Diario Popular
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