Del editor al lector
Ricardo Roa
Es algo bien raro por qué se piensa que un partido de fútbol
no es un partido sino que viene con el resultado puesto. Antes de ganar, ya
habíamos ganado. Para este exitismo, salir subcampeones de América es un
rotundo fracaso.
Se perdió por la casi lotería de los penales pero no parece
importar. Hay decepción generalizada pero concentrada en un rostro: Messi. Todo
el mundo está sobre él. Ni su rabia ni sus lágrimas logran preservar cierta
intimidad.
No puedo. Me voy. Fracasé, dice Messi y estalla el brexit
nacional: no, che, que no se nos vaya a ir. Como los ingleses que ahora se
agarran la cabeza cuando empiezan a ver que una cosa es hablar de irse de la
Comunidad Europea y otra irse.
Se va el mejor. Siente que está prohibido aquí no salir
campeón siempre. En la Argentina ser bueno es peligroso: el país que no se
supera a sí mismo le exige al extraordinario que se supere hasta el infinito.
Es el mejor del mundo y el máximo goleador de la Selección.
Batió todos los récords, ganó decenas de títulos, él es un récord en sí mismo.
Logró el Mundial Sub 20 y fue Oro olímpico. Pero no logró ningún título con la
selección mayor. Cada final perdida fue un dolor para él. Y ahora dijo basta.
¿Cómo no entenderlo?
Al más rápido, sabemos, se le escapa alguna tortuga como a
Maradona. En previsión de la derrota que siempre es posible o tal vez en
previsión de que Messi lo desplace, lo acusó de no saber ser líder. Es escuela
nacional.
Messi renuncia pero nadie renuncia al sillón de Grondona. De
hecho en ese sillón hoy no se sabe quién está. Lo reclama Segura, procesado por
los negociados de Fútbol para Todos y lo reclama Servini de Cubría, la jueza
que lo procesó y que quiere colocar allí a sus interventores. Servini también
rechazó al interventor de la FIFA. Y lo reclama el Gobierno, que impulsa su
propia comisión normalizadora.
El único que toma como propia la frustración es Messi. Y
Messi es el único que no puede no seguir en la Selección. ¿O podríamos imaginar
un seleccionado mejor sin él?
La imagen de Messi sentado solo en el banco es tremenda. Es
una de esas escenas que van a quedar en la memoria. Podemos sentir sus nervios
crispados y su cansancio. Y sus señales para que algo cambie.
No estamos condenados a perder a Messi. El operativo clamor
para que Messi siga es incompleto. Lo que nos falta es reclamar seriedad a las
instituciones y a nosotros. Ojalá que el mal menor sea que Messi esté
pidiéndonos que le pidamos perdón. Aquí lo hacemos. No es volvé, te perdonamos.
Es volvé, perdónanos.
Fuente Clarín
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.