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martes, 28 de junio de 2016

No es Messi te perdonamos: es perdónanos - Por Ricardo Roa



Del editor al lector

 Ricardo Roa

Es algo bien raro por qué se piensa que un partido de fútbol no es un partido sino que viene con el resultado puesto. Antes de ganar, ya habíamos ganado. Para este exitismo, salir subcampeones de América es un rotundo fracaso.

Se perdió por la casi lotería de los penales pero no parece importar. Hay decepción generalizada pero concentrada en un rostro: Messi. Todo el mundo está sobre él. Ni su rabia ni sus lágrimas logran preservar cierta intimidad.

No puedo. Me voy. Fracasé, dice Messi y estalla el brexit nacional: no, che, que no se nos vaya a ir. Como los ingleses que ahora se agarran la cabeza cuando empiezan a ver que una cosa es hablar de irse de la Comunidad Europea y otra irse.

Se va el mejor. Siente que está prohibido aquí no salir campeón siempre. En la Argentina ser bueno es peligroso: el país que no se supera a sí mismo le exige al extraordinario que se supere hasta el infinito.

Es el mejor del mundo y el máximo goleador de la Selección. Batió todos los récords, ganó decenas de títulos, él es un récord en sí mismo. Logró el Mundial Sub 20 y fue Oro olímpico. Pero no logró ningún título con la selección mayor. Cada final perdida fue un dolor para él. Y ahora dijo basta. ¿Cómo no entenderlo?

Al más rápido, sabemos, se le escapa alguna tortuga como a Maradona. En previsión de la derrota que siempre es posible o tal vez en previsión de que Messi lo desplace, lo acusó de no saber ser líder. Es escuela nacional.

Messi renuncia pero nadie renuncia al sillón de Grondona. De hecho en ese sillón hoy no se sabe quién está. Lo reclama Segura, procesado por los negociados de Fútbol para Todos y lo reclama Servini de Cubría, la jueza que lo procesó y que quiere colocar allí a sus interventores. Servini también rechazó al interventor de la FIFA. Y lo reclama el Gobierno, que impulsa su propia comisión normalizadora.

El único que toma como propia la frustración es Messi. Y Messi es el único que no puede no seguir en la Selección. ¿O podríamos imaginar un seleccionado mejor sin él?

La imagen de Messi sentado solo en el banco es tremenda. Es una de esas escenas que van a quedar en la memoria. Podemos sentir sus nervios crispados y su cansancio. Y sus señales para que algo cambie.

No estamos condenados a perder a Messi. El operativo clamor para que Messi siga es incompleto. Lo que nos falta es reclamar seriedad a las instituciones y a nosotros. Ojalá que el mal menor sea que Messi esté pidiéndonos que le pidamos perdón. Aquí lo hacemos. No es volvé, te perdonamos. Es volvé, perdónanos.


Fuente Clarín

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