Hace un año, esta columna escupía bronca. Hoy, pese a la
desilusión, aflora un reconocimiento, algunas lágrimas, un fuerte abrazo y, si
se pudiera, si llegara, decirles a los integrantes de la Selección que estamos
con ustedes.
Por Leo Farinella
Cuando no quiere, no quiere. Esta vez, Argentina se puede ir
con la frente alta. Es duro este momento, la decepción es muy grande por una
nueva oportunidad que no pudo ser. Ahora es la hora de apoyar, porque se vio
claramente que el equipo dejó todo. Jugando bien o jugando mal, superando al
rival o siendo superado en los vaivenes de una final dramática. Y Messi también
figura en la lista de los que hicieron todo lo posible. Jugó un partidazo.
Encaró mil veces. Gambeteó también mil veces. Le pegaron diez mil patadas ante
un árbitro que explica en sí mismo la decadencia de la Conmebol. Intentó hasta
el agotamiento, incluso empecinada y casi obsesivamente. Qué quieren que les
diga. No puedo hacer ningún reproche. Todo lo contrario. Tal vez le van a caer
por el penal pero como se dice siempre, hasta Maradona erró penales. Messi
también puede fallar. Hace un año, fui duro con Messi porque entendí que no
había estado a la altura en esa final en Chile, también perdida por penales.
Ahora, en ésta, Messi dio todo lo que tenía. Hasta el límite. No la pudo ganar.
No lo pudimos ganar. Parece un karma el de Messi que arrastra a toda esta
generación. Pero aunque cueste ahora, en medio del dolor y de las lágrimas,
Argentina volvió a mostrar que tiene hombres que bancan las paradas difíciles.
Otra final con el arco en cero en los 90’ puede indicar que
faltó adelante. No estuvo acertado el Pipa, tampoco el Kun, pero esta vez
pesaron más las grandes actuaciones de los defensores, Otamendi especialmente,
Mercado y Funes Mori; Masche cuando bajó y hasta Romero cuando tuvo que
intervenir. Banega también jugó un muy buen partido. Lo de Messi ya es sabido y
entonces tenemos que concluir que no se pueden hacer reproches. Que la base del
equipo está y que no tiene por qué cambiar. Todavía no pudimos jugar una final
con el equipo en plenitud y tal vez no ocurra nunca, pero no se puede concluir
que fue un fracaso perder una Copa por penales. No se puede tirar todo por la
borda. Al menos no se debería. Aunque cueste, duela y ya no queden fuerzas,
esto es lo que somos. Nos pueden decir Cebollitas y habrá que bancarla. Tres
finales seguidas. Una en el alargue, dos por penales. Todas al borde del
infarto, sin goles, cerraditas, peleadas. Nunca el equipo fue desbordado y en
los momentos difíciles apechugó, se puso
espalda con espalda y sacó el partido adelante.
Hace un año, esta columna escupía bronca. Hoy, pese a la
desilusión, aflora un reconocimiento, algunas lágrimas, un fuerte abrazo y, si
se pudiera, si llegara, decirles a los integrantes de la Selección que estamos
con ustedes. Que dejaron todo en la cancha, dieron su mejor esfuerzo y cuando
es así, no hay nada para reprochar. Simplemente no se pudo. Tal vez no se pueda
nunca. Pero ojalá que tengas fuerzas para superarlo, porque la cabeza ahora
será muy importante, salir de este bajón, de un nuevo golpe, que tal vez
parezca definitivo. Los golpes fortalecen. Si no morimos acá, tal vez haya un
nuevo despertar y otro mañana.
Fuente Olé
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