Por Jorge Mario Trasmonte
Que un entrenador deje su cargo porque la amenaza de una
mafia obliga a poner bajo custodia cada paso que él o su familia den es una
vergüenza por donde se lo mire. No se puede sino sentir solidaridad y empatía
con el hombre que, estando además en el lugar que más deseó y en su máximo
momento de gloria deportiva, decide irse para vivir tranquilo. Inaceptable si
le pasara al último tronco. Más penoso es que le ocurre al DT del año, el que
le devolvió su identidad histórica a Independiente.
(Paréntesis: la reacción del Estado en el caso Holan fue
inmediata, implacable, decidida, firme: rápidamente estaban en cana Bebote
Álvarez, el Polaco guardaespaldas de Hugo Moyano y hasta el vice del club Noray
Nakis, lo que prueba que si hay decisión política no hay barras; suponemos que
harían lo mismo si el presidente no es una amenaza de meterle paros masivos al
Gobierno, ¿no?).
Aunque habla de “apoyo incondicional” del presidente y la
CD, Holan agradece en su despedida a “los dirigentes de bien”, distinción que
permite inferir que para él hay otros dirigentes que no lo son. Y también alude
a “telarañas” y “teorías” que no quiere responder, ni “ensuciar” a quienes
estuvieron bajo su conducción. Al renunciar Holan, ya se había difundido por
todos lados que su amigo y PF Alejandro Kohan tenía con él una seria
diferencia, temas de dinero y lealtades, y no lo acompañaría más en su equipo
de trabajo. El profe es considerado una parte esencial del éxito de este ciclo.
Pero sería ruin pensar que ésta es la razón principal de su renuncia y él se
escuda en algo tan legítimo como su seguridad.
Holan había llegado en medio de desconfianza, intolerancias
y recelos, y un misterioso audio privado cuya difusión le hizo ganar puntos en
la carrera hacia el puesto. Una pena que se vaya así.
Fuente Olé
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