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domingo, 24 de diciembre de 2017

Selección: el arco gigante - Por Eduardo Verona



Foto: AP.

Por Eduardo Verona

Después de la presencia majestuosa de Ubaldo Fillol, nunca más la Selección nacional contó con un arquero que despertara admiración y unanimidades. Todos los que continuaron a Fillol, incluso Pumpido y Goycochea, estuvieron demasiado lejos del Pato. Hoy, como hace casi una década, Romero sigue siendo el titular de Argentina. Pero las dudas de cara al Mundial de Rusia, se multiplican. Las necesidades de Sampaoli.

“El fútbol argentino nunca más va a tener un arquero como el Pato Fillol”. La definición alejada de cualquier ambigüedad la ejecutó un rival histórico de Fillol en una entrevista que nos concedió hace unos años. Fue Hugo Gatti quien apeló a una reflexión rotunda que además encerró un reconocimiento, no habitual, del Loco hacia la figura del Pato.


Ambos siempre mantuvieron una relación fría y distante, especialmente cuando Gatti estuvo en Boca, Fillol en River y la Selección nacional en el horizonte. Esa distancia emocional nunca se acortó. Pero Gatti en aquella oportunidad que citamos reveló su verdadero pensamiento: Fillol iba a ser un arquero irreemplazable para la Selección.

La verdad en este caso revelada, es que Gatti no se equivocó en su diagnóstico futurista. Nunca más el fútbol argentino encontró un arquero de la dimensión de Fillol. Ni Pumpido en el Mundial del 86, ni Goycochea en el 90, ni Islas en el 94, ni Roa en el 98, ni Cavallero en 2002, ni Abbondanzieri en 2006, ni Romero en 2010 y 2014, se acercaron a los extraordinarios niveles de rendimiento de Fillol.

Ahora, en plena cuenta regresiva al Mundial de Rusia 2018, Argentina vuelve a generar serias dudas en su propio arco. Sergio (Chiquito) Romero, titular de la Selección desde los Juegos Olímpicos de 2008 en China cuando el plantel que conducía Sergio Batista ganó la medalla de oro, continúa siendo un protagonista que genera muchísimos más cuestionamientos que aprobaciones.

Y es sugestivo que siendo titular del arco argentino desde hace casi una década, nunca pareció consolidarse, aunque en su momento fue confirmado en la Selección por Maradona, Batista, Sabella, Martino, Bauza y Sampaoli, quien parece observarlo con más rigor que sus antecesores.

También casi desde hace una década se invoca un problema, no menor, que viene padeciendo Romero: juega poco y nada en los clubes europeos que lo contrataron. En Sampdoría fue suplente. En Mónaco también. Y ahora en Manchester United sigue el mismo recorrido. Decir entonces que le falta actividad futbolística para medir sus actuales capacidades es una realidad incontrastable.

Y por otra parte una realidad que preocupa a Sampaoli y por supuesto a Romero, hasta ahora incapaz de afirmarse en ningún club europeo. El otro problema es que detrás de Romero no aparecen grandes reemplazantes. Están Nahuel Guzmán y Agustín Marchesín, ambos en la liga de México.


De los tres, el que más le cierra a Sampaoli es Guzmán. Como el que más le cerraba al Flaco Menotti era Gatti y terminó saliendo campeón del mundo Fillol, después que el Loco se bajó de la Selección (él siempre puso en primer plano problemas insuperables en su rodilla) en enero de 1978.

Guzmán, para hacer un paralelo, es el Gatti de aquellos viejos tiempos. Es un arquero que privilegia el anticipo antes que la gran atajada. Que achica. Que sale. Que no se refugia cerca de su arco. Y que es ideal por sus características técnicas y estratégicas para integrar un equipo que presione arriba achicando los espacios, porque tiene concepto y lectura del juego colectivo, más allá de su especialidad como arquero.

Romero, en cambio, es un atajador nato. Un arquero de área chica. Que a pesar de tener una altura próxima a los dos metros (1,92), denuncia inseguridades marcadas para descolgar pelotazos aéreos. Difícilmente salga a cortar un centro si la pelota no cae muy cerca suyo. Con un equipo en el que los volantes y la línea de fondo salen a presionar alto, como suele proponer Sampaoli, Romero no responde o no es compatible con esos movimientos porque tiene serias dificultades para jugar con los pies y para alejarse de los tres palos.

Sin embargo, por ahora a Romero nadie le sacó el puesto. Es curioso el caso. No despierta unanimidades. No promueve muchas adhesiones. No atrapa sentencias futbolísticas muy favorables. Y estaría en vísperas de jugar su tercer Mundial como titular del arco argentino. Claro que de ninguna manera está dicha la última palabra. Romero lo sabe. Sampaoli también.



Fuente Diario Popular

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