Hipolito Fernández/Diario Popular
Por Eduardo Verona
El hombre de 57 años que públicamente lloraba a mares por su
amado Independiente, se despidió dejando un tendal de sorpresas y asombros.
Invocó que se fue por las amenazas de los barras a su familia. Pero este
capítulo que él utilizó como elemento central para no renovar el contrato con
el club no es en realidad lo central.
Ariel Holan ya se veía fuera del Rojo
hace unos meses.
El oportunismo y la manipulación.
Ariel Holan se enamoró de Ariel Holan. Y todavía con el
perfume de la consagración en el Maracaná latente, prefirió irse de
Independiente por la puerta del fondo cultivando el perfil sensible del hombre
victimizado por la violencia barrabrava.
Que por supuesto existe. Y existió. Y
Holan transitó por episodios fuleros, con amenazas incluidas a su núcleo
familiar.
Él puso el foco ahí para manifestar su despedida fulminante,
aunque ya la venía anunciando casi en tono subliminal en las semanas previas al
desenlace festivo en Río de Janeiro. Ese amor desmesurado que Holan confesaba
tener por Independiente desde que era un pibe y que lo llevó a derramar
lágrimas de emoción incontenibles mientras dirigía al Rojo, hoy, con la
perspectiva que dan los hechos, parece una puesta en escena formidable.
No porque no sintiera pasión auténtica por Independiente. La
debe sentir. Pero en el ranking de Holan primero está Holan.
No está mal su
elección. El tema es que vendió otra cosa. Vendió otra historia. Manipuló
sentimientos. Igual que los jugadores cuando llegan a un club y dicen a los
cuatro vientos que son hinchas de ese club o que se sienten más plenos que
nunca. Porque quieren sacar ventajas de entrada. Quieren promover una
comunicación sin sobresaltos con la gente. Quieren, en definitiva, abonar el
camino de la empatía para trascender con los recursos de la emotividad.
Se manifestó Holan como un tipo hábil. Y buen declarante.
Sumó adhesiones. Casi que integró a su cuerpo técnico a glorias del club, como
Bochini, Santoro y el Chivo Pavoni. Acercó a Bertoni, limó asperezas con
Burruchaga, al que le confesó que era su ídolo. Y protegió sus espaldas como
ningún entrenador de Independiente en los últimos años había logrado.
Si fue sincero o no, depende de la subjetividad de cada uno.
Subjetividad que por supuesto nosotros también tenemos. Lo que quedó en claro
es que tuvo una estrategia para posicionarse mejor. Fue diplomático y gentil.
Políticamente correcto. Se mostró como un tipo abierto y amplio. Construyó ese
perfil.
Apeló a la nostalgia de pasados venturosos. Recordó lo que
viejos hinchas de Independiente querían recordar. Acusó melancolías que lo
enternecieron. Y que lo revelaron frágil, conmovido y atrapado por los flashes
de la memoria y la mística Roja. Así se ganó a todos. A los más jóvenes y a los
más veteranos. A los que no siembran desconfianzas y hasta a los que siempre se
empecinan en mirar debajo del agua.
Fue eficaz Holan adentro de la cancha conduciendo y afuera
de la cancha enviando mensajes que atravesaron a todas las generaciones. Y a
todos los paladares futbolísticos. Conquistó a periodistas, a amplios sectores
del ambiente del fútbol y su prédica llegó a hinchas que no tenían en su
corazón a Independiente.
Fue oportunista, Holan. Sensiblero. Activamente sensiblero.
Jugueteó con esos valores intangibles, pero muy presentes. Pero en ese tránsito
lo fue devorando su ego. Como devora a tantos otros que caminan por el fútbol y
que circulan por otros escenarios. El ego exacerbado expresa mediocridades.
Porque no reconoce grandes virtudes en nadie, aunque sean proclamadas. Solo
reconoce virtudes propias. Méritos propios.
Holan debe creer con su humildad impostada que refundó a
Independiente. Que lo salvó. Que le devolvió todo lo que había perdido o
resignado en los últimos lustros. Fue demasiado.
Se la creyó.
Y se distanció de
su ex amigo el preparador físico Alejandro Kohan, quien antes de protagonizar
con Holan una ruptura más traumática y dolorosa eligió la prudencia para
explicar su salida de Independiente.
No quería irse Kohan de Independente. Y quería partir Holan
de Independiente buscando otros destinos. Esa amistad de muy vieja data se
quebró. Como también se quebró hace un tiempo la relación que mantenía Holan
con Matías Almeyda. Y con Claudio Vivas, que apenas arribó Holan a
Independiente en enero de 2017, prefirió despedirse del club cuando hacía muy
pocos meses había firmado un contrato.
Si algo desvela a Holan es su búsqueda de protagonismo.
Ahora lo tenía. Este Independiente que él había armado (habría que recordar que
Bustos, Barco, Meza y Sánchez Miño fueron elecciones de Gabriel Milito cuando
dirigió al Rojo en el segundo semestre de 2016), lo ubicó en un lugar de
privilegio.
Pero no le alcanzó. Por eso se fue, más allá de las mafias
que expresan los barras. Se fue escribiendo una carta plagada de lugares
comunes. Tirando del mantel. Ocultando la verdad.
Y vendiendo lo que a esta
altura casi nadie compra.
Fuente Diario Popular
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