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martes, 30 de octubre de 2018

Pertenecer tiene sus privilegios - Video



El mundo del fútbol salió a repeler una vez más a Holan, que paga el derecho de piso por no ser del palo.

¿Fueron ofensivas sus palabras o a cada rato le cuentan las costillas?

Por Antonio Serpa

El palo del fútbol suele ser cruel con quienes no son astillas de su madera. Los cuerpos extraños son menospreciados, descalificados y apartados. 

Discriminados. Porque no se vendaron nunca en el vestuario, porque no transpiraron en una cancha, porque no escucharon el ruido de las duchas contra el piso en el silencio de la derrota.

Tango puro. Verso. Humo. Falsa sabiduría.

En algún momento fueron los psicólogos deportivos, aún cuestionados: valía más la opinión del que tenía calle y se había cagado a trompadas que la del profesional que se había enterrado debajo de una montaña de libros.

Hoy está en plena discusión la tecnología empezando por el VAR, cuyo único defecto es, en tal caso, ser manejado por humanos con defectos humanos (en la vista, en la razón o en la moral). Y ni hablar de los drones…

Ariel Holan, definitivamente, es un tipo rechazado por el ambiente del fútbol. Por colegas y hasta por cierto sector de “la cátedra” que avala el folclore absurdo y que se aferra a las prácticas de las cavernas como fuente de toda razón. Su satisfacción y su orgullo por un equipo que lo representa, y que quizá sea el más afín al que los trogloditas llaman “la nuestra”, cayó mal. Más entendible -igual de inaceptable- en Huracán, la víctima del baile. Inentendible en Heinze o Mercier, que salieron en plan vengadores.

Holan no quiso ofender a nadie. El whisky y el habano eran el placer propio, no una vejación ajena.

Ni Mourinho ni Arrigo Sacchi fueron futbolistas profesionales. Y más allá de lo que generan sus preceptos -y de la cantidad de adeptos y de haters que supieron conseguir-, ninguno de los dos fue ninguneado por las sociedades futbolísticas europeas.

Claro: si estamos lejos en tantas otras cosas, el fútbol no tiene por qué ser excepcional. Argentina está llena de sabios cuyos equipos son un buen vomitivo.

Mírenlo a Holan, el profe de hockey: tiene mucho para enseñarles.



Fuente Olé

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