Mascherano disfruta de sus últimas semanas en la selección,
acompañado por Messi: el Jefe se propuso ocupar una función protagónica en
Rusia 2018 Fuente: LA NACION - Crédito: Aníbal Greco
Por Andrés Eliceche
BRONNITSY, Rusia.- Se lanza el campeonato de truco en la
nueva casa de la selección argentina . Apenas pasó un día desde que llegaron
aquí, y hay un jugador que organiza la competencia, un pasatiempo top dentro
del Bronnitsy Training Centre. Una tarde después, el protocolo señala que hay
entrenamiento abierto al público, que llega en oleadas y hay un jugador que
organiza el calentamiento: toma un muñeco inflable y lo coloca en un lugar que
sirva para desarrollar el ejercicio que él mismo diseñó con Lionel Messi, Lucas
Biglia y Sergio Agüero. Después, recién después, entran sus 22 compañeros.
"Es una bestia", grafica alguien que lo trata desde hace años y
comprobó, una vez más, cómo Javier Mascherano se salió con la suya. Suplente
era en los planes de Jorge Sampaoli para este Mundial, pero titular será el
sábado cuando se canten los himnos de la Argentina e Islandia. ¿Por qué? Quizás
haya que buscar la explicación en su razonamiento del adolescente que fue:
"Yo sabía que no era especialmente mejor que los demás, pero también sabía
que iba a llegar a ser futbolista si me esforzaba al máximo, si me cuidaba, si
tenía una mentalidad fuerte", contó alguna vez.
Curtido, la fórmula de sus inicios en Renato Cesarini le
sirvió también en la recta final al debut. En China, adonde eligió ir en enero,
recuperó la sensación de jugar de 5: Manuel Pellegrini le dio todos los minutos
que jugó Hebei Fortune, lo que fue a buscar cuando dejó Barcelona. Pero además
le agregó un estado de forma que hoy lo dejan tercero en las mediciones de
velocidad que hace el profesor Jorge Desio en la selección, solo detrás de
Cristian Pavón y Lionel Messi. Una performance made in China, también:
Mascherano afrontó estos meses en soledad, lejos de la familia -que se volvió a
instalar en la Argentina-, para enfocarse en el último gran objetivo de su
carrera. Trabajó desde principios de febrero en el club -comparte plantel con
Ezequiel Lavezzi- y también siguiendo las indicaciones de su librito de
gimnasio, con rutinas aprendidas en tantos años de fútbol. Unos cuantos: casi
19 desde que se vistió por primera vez de selección, para un amistoso de una
Sub 15 en Sunchales (Santa Fe).
Cuando empiece el partido en Moscú, Mascherano le pondrá el
sello a su cuarto Mundial -con Lionel Messi alcanzarán a Diego Maradona en ese
récord-. Si nada cambia en los planes del entrenador, será titular por cuarta
vez consecutiva en el debut de la selección en la Copa del Mundo, un hito que
lo pondrá en esa estadística solo a la altura de Maradona. Y si participa en
los siete partidos -la verdadera obsesión de la generación que integra-
entonces llegará a 22, el pedestal argentino en mundiales ya que el campeón en
México '86 suma 21... Pero ese cálculo es ir demasiado lejos, bastante más de
lo que él pretende. Por ahora, su interés pasa por consolidar al grupo, primer
paso necesario: "Es el que une a los pibes, los integra. Camina, charla
con todos. Y no puso cara de culo jamás, ni cuando era suplente", lo
pintan desde el cuerpo técnico.
De los 23 convocados, Mascherano es quien más habla con el
entrenador. Cuando se conocieron, un año atrás en Barcelona, a Sampaoli lo
impresionó:
"Entiende el juego como si ya fuera técnico", contaron
entonces alrededor del DT. Pero no alcanzaba: el nuevo DT lo contaba de entrada
como suplente. Él aceptó que por primera vez en años podía dejar de ser un
número fijo y arrancó en el banco contra Uruguay, por las eliminatorias. Al
siguiente partido ya estaba adentro de la cancha, una situación que se repitió hasta
la gira por Rusia, justamente, en noviembre pasado. Entonces vino la inesperada
derrota ante Nigeria por 4-2, con Mascherano en el ojo de la tormenta, y vuelta
a empezar.
Javier Mascherano,
el primero en ingresar al campo de juego para el entrenamiento Fuente: LA
NACION - Crédito: Aníbal Greco
La cadencia del comienzo de la era sampaoliana se repitió en
los amistosos de marzo: suplente contra Italia y titular contra España, la
noche del 6-1 en contra. Entonces, Mascherano se permitió dudar: ¿estaría en el
Mundial? "Sí, pero en el banco. Representa tanto que no puede faltar en el
grupo", analizaban otra vez en el staff técnico. Hasta que el 14 de mayo
llegó a Ezeiza: se bajó de un avión, se metió en el primer entrenamiento y ya
no lo sacaron más. "Nos da juego en largo y mejor retroceso que
Biglia", lo comparan con el volante de Milan, al que le arrebató el
puesto. Igual, que nadie descarte que el tándem se repita en algún partido,
como la fija que fueron en el Mundial de Brasil: Sampaoli cree que podrían
funcionar si elige dos laterales como Salvio y Tagliafico, para que resguarden
a los centrales.
El viernes pasado celebró por última vez un cumpleaños como
jugador de la selección argentina: le cantaron por los 34 en un hotel de
Barcelona. La escena sucedió 16 años después de que Gabriel Batistuta, Juan
Sebastián Verón, Javier Zanetti y Roberto Ayala se aparecieran con una torta en
la concentración mundialista de Japón para celebrar la mayoría de edad de ese
sparring que prometía convertirse en grande. "En el Mundial que viene te
toca a vos", le dijo Matías Almeyda tras la eliminación en primera rueda
en aquel 2002, pero se quedó corto. Sus compañeros de ahora le regalaron un
cuadro; los de Alemania 2006, por ejemplo, un reproductor de DVD. El dato
prehistórico y tantas fotos de festejos en puntos del mapa tan disímiles
explican otros récords: es el argentino que más presencias tiene en la mayor
(143) y también si se suman los partidos oficiales en juveniles (202).
Javier Mascherano, en el entrenamiento del lunes
Fuente: LA NACION - Crédito: Aníbal Greco
Baja la temperatura en Bronnitsy tan rápido como al sol se
lo comen las nubes. El día de capitanes, una idea tomada del rugby para que
sean los jugadores quienes marquen la hoja de ruta del entrenamiento, se
termina también. Messi, ese por el que los chicos invitados a ver la práctica
gritaron genuinamente "¡ohhh!" cuando lo vieron aparecer una hora y
media antes, se para a firmar autógrafos: hay tantas camisetas de la selección
como de Barcelona. Del otro lado de la cancha, Mascherano, ya descalzo,
conversa otra vez con el profesor Desio. Son los que cierran la fila rumbo a los
vestuarios, tal vez porque el Jefe no quiere correrse ni un centímetro de eso
que se propuso antes de llegar a Rusia: vivir cada día con la certeza de que no
habrá mañana.
Fuente La Nación
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