Su papá lo abandonó de pequeño. Se tatuó a su mamá y su
hermano es su mejor amigo. Cuando la Selección lo ignoraba llegó a pensar en
jugar para Brasil. Mañana jugará el duelo clave ante Colombia por el
desorientado Higuaín
"En Cambaceres me tenía que comprar los botines, y como
no tenía plata para tener unos de marca, mi mamá me los hacía fabricar en una
zapatería del barrio, donde me salían mucho más baratos, la mitad de lo que
costaban los Envión, por ejemplo. Ni hablar de unos Puma o unos Nike. En la
zapatería salían 25 pesos los negros y 30 si los querías de un color. Para
combinarlos con los colores de Cambaceres yo los pedía blancos y con la pipa de
Nike roja. Todo trucho, por supuesto", contó Lucas Pratto sobre sus
inicios a El Gráfico, allá por noviembre de 2013.
Entonces el Gordo no imaginaba que tres años después
estarían puestas en él las esperanzas de los argentinos que quieren que a la
Selección le vaya bien. Hoy el apellido Pratto es el depósito de la ilusión con
dimensiones tan grandes como su espalda porque Edgardo Bauza lo eligió para
reemplazar a Gonzalo Higuaín en el partido de mañana con Colombia y garantías
no le faltan.
Lucas David Pratto se merece esta oportunidad. La peleó bien
de abajo, desde el barrio donde su mamá Daniela, a la que lleva tatuada, le
hacía fabricar sus botines porque para los de marca no le alcanzaba:
"Nosotros somos muy humildes", cuenta ella, quien trabajaba de lo que
sea para sostener a Leandro y Lucas, sus hijos a los que crió sola tras la
separación de Mario Antonio Pratto, el padre que se fue y formó otra familia:
"Él está y no está, tengo tres hermanos más pero no es un tema del que me
guste hablar. Está ahora, que su hijo juega al fútbol", dijo el goleador
tiempo atrás en declaraciones al diario La Nación sobre la dolorosa relación
con su progenitor en noviembre de 2014, 10 meses antes de su fallecimiento,
ocurrido el 14 de septiembre de 2015.
Lucas comenzó a jugar no por pasión, sino por amor. Es que
el que se relacionaba con la pelota era su hermano Leandro, tres años mayor,
que era su ejemplo y lo imitaba en casi todo. Nació y se crió en el humilde
barrio Altos de San Lorenzo, en La Plata. Comenzó a jugar en Gimnasia de Los
Hornos, un club de fomento, y luego pasó a Estudiantes pero en el Pincha solo
lo querían para jugar la liga amateur. Entonces se fue a Cambaceres, donde
jugaba su hermano. "Iba al colegio en bici a la mañana, volvía a mi casa y
caminaba 20 cuadras para tomar un colectivo para viajar a Ensenada. Tenía una
hora de viaje de ida y otra de vuelta: volvía a casa a las 9 de la noche,
muerto. Me vieja me preguntaba si tenía deberes y le mentía diciéndole que no,
sólo quería comer y acostarme", recordó en la mencionada entrevista con El
Gráfico.
(Télam)
En la vida de Lucas, hubo mucho sacrificio. "A veces
nos sentábamos a comer con mi mamá y mi hermano y sólo había un mate cocido. Es
interesante que uno lo cuente, pero no intento dar ese ejemplo, porque no está
bueno que eso le pase a nadie. Sobre todo, a los más chicos. No quiero dar sólo
ese mensaje a los pibes, porque tuve otros valores, como la contención de mi
vieja y una gran amistad con mi hermano. Esas dos personas dieron todo por mí.
Después, si comíamos o no, si comprábamos ropa o no, es otro asunto. Siempre
fuimos para adelante", resalta.
Después de Cambaceres pasó a Boca gracias a un pedido de su
hermano: "Que le hagan una prueba, sólo una", le dijo en 2004 Leandro
al preparador físico Gabriel Palermo, hermano de Martín, el mítico goleador
Xeneize. Quedó en el club de La Ribera y allí fue campeón con la Quinta pero no
llegó a Primera. Se fue a préstamo a Tigre, donde debutó en la máxima
categoría. Hizo goles en 13 partidos, cuando tomó una decisión shockeante
para su familia: se fue a vivir a Noruega para jugar en el ignoto Lyn Oslo.
Volvió tras una experiencia que le sirvió para madurar.
Ahora sí, Boca le abrió las puertas. En el Xeneize no hizo
goles y la explosión del goleador no llegaba. Luego vino Unión y allí hubo un
atisbo. Universidad Católica de Chile y Genoa fueron sus otros destinos antes
de desembarcar en Vélez, donde logró aquello que tanto buscaba: hizo 43 goles
en 128 partidos y fue figura de los tres títulos que ganó con el Fortín
(Inicial 2012, Campeonato de Primera 2013 y Supercopa Argentina 2013).
(Télam)
La Selección, sin embargo, no llegaba. "En la calle, me
piden que vaya a Boca o River, me felicitan por cómo juego. Que algunos me digan
que soy el mejor delantero del fútbol argentino es fuerte. Sin embargo, nunca
pienso más allá, trato de no pensar en la selección. El gran problema que tengo
es que contamos con la mejor delantera del mundo. Más competencia que Brasil,
que ahora tiene a Tardelli, por ejemplo. Messi, Agüero, Icardi, Di Santo,
Tevez, Higuaín, Lamela. Es muy difícil", decía en 2014.
Pasó el Mundial de Brasil, pasaron las Copas América de 2015
y 2016. Pasaron las tres finales perdidas y los goles errados de Higuaín, Messi
y Palacio. Pasaron Sabella y Martino. Pratto se fue a Brasil a jugar y a hacer
goles en el Atlético Mineiro. Edgardo Bauza llegó a la Selección y en su
primera convocatoria no sólo lo llamó sino que lo puso como titular ante
Uruguay. Y ya no faltó en los llamados del Patón. Lucas marcó el primero de los
dos goles del empate que impidió la vergüenza ante Venezuela y pedía pista en
silencio. Y en medio del griterío por el bajo desempeño de los popes de la
Selección, le tocó entrar por Gonzalo Higuaín.
(Prensa Atlético Mineiro)
Será mañana, ante Colombia, en un encuentro donde Argentina
se juega nada más y nada menos que la chance de ir al Mundial de Rusia 2018 o
hundirse en zona de catástrofe. Lucas Pratto sabe luchar en medio de la
tormenta. Cuando de chico le decían que no servía para jugar al fútbol se tapó
los oídos. Hoy tiene su gran chance como 9 de la Selección.
Fuente Play Fútbol
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