El Rojo asusta por los resultados como local, pero ilusiona
con sus números afuera. Y el clásico será de visitante...
Por Fabian Rodriguez.
Seriedad, preocupación y confusión. Esas sensaciones
aparecen en los rostros de los futbolistas de Independiente al finalizar un
partido en el Libertadores de América. Los resultados favorables se niegan,
producto de las falencias en dos fases determinantes: el orden defensivo y la
definición. Ese semblante se modifica rotundamente como visitante. Aquellas
emociones cargadas de tensión desaparecen y surgen las sonrisas, acompañadas
por gestos efusivos, repletos de pasión y satisfacción. Esas son las caras de
este Diablo que dirige Gabriel Milito.
El entrenador puede cambiar el sistema táctico y a algunos
intérpretes, aunque mantiene la búsqueda por el protagonismo principal del
partido y la posesión del balón. Este Rojo no escatima esfuerzos al momento de
transformarse en el dominador del juego, por más que lo haga en Avellaneda,
Córdoba, Junín Rosario o Turdera. La propuesta y los movimientos denotan
ambición y un deseo profundo por el triunfo. Sin embargo, no existen
equivalencias entre la cosecha en casa y en el hogar ajeno...
Apenas cinco puntos obtuvo en los cinco encuentros
disputados en el Libertadores de América, que lo ubican en el puesto 23 de la
tabla de rendimientos como anfitrión. Mientras que como visitante consiguió 11
unidades en cinco partidos, máximo registro junto a Estudiantes y San Lorenzo.
¿A qué se debe esta diferencia tan amplia? Por un lado, a la
postura de los rivales y por otro, a la baja efectividad y a la generación (que
progresó en los últimos partidos). En Avellaneda, los equipos se retrasan y
apuestan a los contraataques, juegan con la desesperación del Rojo, que sufre
la falla en la resolución. Y lo lastiman, le han hecho cinco tantos. “Estoy muy
conforme con el rendimiento que estamos teniendo, con respecto al
funcionamiento y a la actitud. Falta que se nos abra el arco. Pensando en el
clásico, es una linda oportunidad para poder demostrarlo”, describió ayer
Víctor Cuesta. Una síntesis del problema principal que aún no se pudo resolver.
Desde que asumió Milito, Independiente venció a Godoy Cruz
(2-0), empató ante Tigre (1-1) y Gimnasia LP (0-0), y fue derrotado por
Atlético Tucumán (0-2) y San Lorenzo (1-2). Además, por la Copa Sudamericana,
le ganó a Lanús (1-0) e igualó sin goles con Chapecoense.
La otra cara.
Se muestra sólido y ganador afuera de Avellaneda. El equipo
no cambia la estrategia que utiliza como local, pero logra desarrollar sus
mejores momentos. En parte porque se muestra más distendido porque no cuenta
con la presión ni el murmullo del hincha, que afecta a muchos de sus jugadores.
Esa es una de las razones que generaron una buena suma de puntos. También lo
favorece que los adversarios llevan a cabo un juego más abierto y el Rojo lo
aprovecha: 1-0 a Belgrano, Sarmiento y Temperley, más los empates ante Quilmes
(1-1) y Rosario Central (0-0). Y esta racha se extendió en la Sudamericana,
donde venció a Lanús (2-0) y empató 0-0 en Chapecó (luego fue eliminado en la
tanda de penales).
El Diablo llega al clásico con la necesidad de reivindicarse
tras perder con el Ciclón y tendrá la chance de hacerlo en el Cilindro, un
escenario que históricamente le sienta bien. A mostrar la mejor cara.
Fuente Olé
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