Por Gonzalo Rivera
La continuidad ya confirmada de Gabriel Milito en el banco
de Independiente debe ser una solución a futuro y no una turbulencia del
presente. Lo que representa su figura puede significar la llave para cambiar lo
que haga falta, dentro de un plantel que no responde cuando más se lo necesita.
Los malos momentos, tanto en el deporte como en la vida, a
veces se transforman en las posibilidades para la reconstrucción. La clave
siempre está en tener la certeza de encontrar el problema, como para dejarlo de
lado y salir adelante.
En este caso, el inconveniente del Rojo pasa por la
presencia de un plantel que transita una frustración tras otra desde que arribó
al club. Los partidos importantes, la falta de regularidad, la disminución de
nivel en los partidos importantes, como sucedió el domingo, habrían colmado la
paciencia hasta de su propio entrenador.
Más allá de que en estas líneas se describe la propuesta y
la idea que intenta trasladar el Mariscal hacia sus jugadores, lo observado en
el clásico de Avellaneda no deja mucho espacio para el análisis. Está claro que
se hizo todo mal, que nada salió, y que el rival pasó por arriba al Rojo, pero
la búsqueda de soluciones no debe ir por un camino equivocado.
Ya nos quejamos de Almirón por sus salidas desde el arco con
la pelota al piso y por las distracciones defensivas. Nos enojamos con
Pellegrino por jugar con un solo delantero, ya que “en Independiente hay que ir
al frente”. Llegó Milito, un hombre de la casa, y lo cuestionamos con
argumentos similares a los del entrenador que se fue para ser campeón en Lanús.
Entonces, ¿No estaremos fallando con los diagnósticos sobre
la situación que vive Independiente? Está claro que no se puede “echar” a un
plantel de 25 jugadores, pero tal vez sea momento de una renovación necesaria.
Los directores técnicos y sus recetas cambiaron, pero el resultado de quienes
entran a la cancha cada fin de semana es el mismo.
El Mariscal tiene responsabilidad en el flojo nivel que
mostró el equipo en muchos encuentros de este certamen, y eso no está en
discusión. Pero no debemos caer en el facilismo de sólo culpar a uno de los
máximos ídolos que generó el club en los últimos años, olvidándonos de los verdaderos
culpables.
Por ello no hay que buscar el “golpe de timón” que produzca
soluciones a corto plazo, sino que es momento de tomar el camino correcto. Hay
que darle seriedad al manejo del fútbol en Independiente de una buena vez y, si
hay alguien indicado para hacerlo, es Gabriel Milito.
Fuente Orgullo Rojo
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