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martes, 29 de noviembre de 2016

Milito pensó en irse, pero se queda con el crédito recortado en un escenario que es un tembladeral



El técnico evaluó dar un paso al costado tras la derrota ante Racing; recibió cierto apoyo dirigencial; será clave o que ocurra frente a River

Por Jonathan Wiktor
 

Gabriel Milito evaluó renunciar; ahora, será clave el partido contra River. Foto: LA NACION

Gabriel Milito no daba más de la frustración cuando emprendió el regreso hacia el vestuario visitante del estadio Presidente Perón, pocos minutos después de la derrota por goleada ante Racing. Sería el comienzo de la incertidumbre que se mantendrá hasta el próximo partido. El entrenador de Independiente, después de casi dos horas de un padecimiento evidente por el 0-3 en el clásico, pensó en caliente su futuro y se imaginó afuera. Ya en el túnel aceleró el paso, trató de evitar cualquier tipo de contacto y se metió en el vestuario, desde donde todavía se escuchaba el festejo que hervía en las tribunas. Milito, desenfocado por el resultado, pero sobre todo por las formas, intuyó que tal vez era tiempo de renunciar.

Se encerró en un cuarto privado junto con su cuerpo técnico y algunos directivos. Cuando salió estaba apenas más calmo, lo suficiente como para pensar en frío su continuidad y no comunicar ninguna decisión en la cancha del máximo rival, algo que hubiera sido recordado a lo largo de la historia. Se abría, entonces, un compás de espera: el tiempo quedaría congelado hasta el lunes por la noche.

Independiente, tras la goleada, tardó más de una hora en dejar el Cilindro. Mientras afuera decenas de periodistas esperaban por la palabra del entrenador, puertas adentro Milito, que en ningún momento del post partido le habló en términos generales a sus jugadores -sí lo hizo con unos pocos-, analizaba su futuro. Cuando salió evitó el contacto con la prensa y, por primera vez como entrenador del Rojo, suspendió la conferencia. Sabía cuáles iban a ser las preguntas y no tenía definiciones como para responder: todavía, de hecho, lo estaba pensando. Contestar con una duda hubiera sido demasiado fuego para las horas siguientes, sobre todo si no estaba seguro de lo que hacía.
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Por eso ayer fue un día determinante. Milito dejó pasar el golpe del domingo por la noche y pensó -no con menos dolor, pero sí con más serenidad- qué tenía que hacer. La impaciencia entre los hinchas -a favor y en contra- se notaba, pero mucho más en los directivos, que no tenían certezas y necesitaban resolver el escenario de una eventual renuncia, algo que finalmente no se concretó.

Pablo Moyano, a todo esto, hizo declaraciones públicas y trató de esconder las dudas que en verdad existían. "Anoche hablamos con él y hoy también. Nos dolió la derrota porque es un clásico, pero el proyecto es a largo plazo. Milito tiene nuestro apoyo y no hay duda de su continuidad", reconocía el hijo de Hugo pasado el mediodía, al tiempo que daba a entender -como para tirarle el peso de la responsabilidad a los futbolistas- que a fin de año habrá una limpieza dentro del grupo. Milito, sin embargo, les confirmó a los directivos que se quedaba recién en horas de la noche.

Pero detrás de la continuidad de Milito aparecen opiniones cruzadas. No todos creen en él. En una comisión directiva fragmentada como tiene Independiente, los análisis suelen ser contradictorios, sobre todo por los malos resultados. Después de seis meses en el cargo, al ex Barcelona no lo acompañan ni los números ni el juego: dirigió 16 partidos (seis triunfos, seis empates y cuatro derrotas), en el torneo local está a diez puntos del líder Estudiantes, fue eliminado de la Copa Argentina por Defensa y Justicia, quedó afuera en octavos de la Sudamericana a manos de Chapecoense y fue goleado por Racing, como hacía tiempo no pasaba. El año que viene el Rojo tampoco irá a la Libertadores. Poco para las expectativas que había generado en su arribo.

Milito, después del tembladeral que se generó tras la caída en el clásico, finalmente sigue. Lo que no se sabe es hasta cuándo, ni de qué manera. Ya sin el plus que le daba su apellido, el entrenador quedará juzgado por los próximos partidos. Los directivos dicen que lo bancan, pero el tema es cuánto puede soportar el DT si no encuentra el camino. El domingo, en el Libertadores de América, Independiente recibirá a River. Puede ser una buena prueba.
Una crisis en tres pasos

1) Debut y eliminación. El ciclo de Gabriel Milito en partidos oficiales comenzó el 8 de agosto, por los 16os de final de la Copa Argentina. Defensa y Justicia le ganó 1 a 0 en la cancha de Lanús. Esa noche se vieron las primeras señales de lo que se transformó en algo habitual: un equipo ambicioso, con un alto porcentaje de posesión de la pelota, pero con escasa profundidad y sin firmeza defensiva.

2) Flojos refuerzos. Las contrataciones, avaladas por Milito, no elevaron el nivel del equipo. Llegaron el lateral Damián Martínez (ya no es tenido en cuenta), Sánchez Miño (resistido por los hinchas desde que falló el penal ante Chapecoense) y por la lesión de Leandro Fernández fue contratado Maximiliano Meza, que se lesionó a principios de este mes. Figal regresó de Olimpo.

3) Dos golpes muy duros. Tras dos empates sin goles, Chapecoense eliminó por penales a Independiente en los 8os de final de la Copa Sudamericana. Sólo le queda el torneo local, en el que una campaña por debajo de las expectativas le sumó el mazazo de la derrota por 3-0 en el clásico con Racing. Una semana antes, los hinchas habían demostrado su impaciencia en la caída en otro clásico, contra San Lorenzo.


Fuente Cancha Llena

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