Por Javier Brizuela
En los cumpleaños, para las fiestas, celebraciones
comerciales o lo que sea que amerite descorchar algo y brindar, abrazarse y
mostrarle sonrisas a la vida, es muy fácil estar. No tiene mucho mérito
levantar la manito y sumarse a esos momentos. Los porotos se anotan cuando se
da vuelta la tortilla. Ahí vale realmente poner la jeta. Cuando las papas
queman, cuando ese con el que nos dolió la panza de la risa necesita un hombro,
un consejo o simplemente que estés parado como un granadero para escucharlo y
dividir el dolor. En esos pasajes nuestra presencia cotiza de verdad.
Cuando alguien nos hace bien, nos da momentos de alegría, se
lo podemos agradecer recibiendo, aguantando, soportando codo a codo cuando
tenga de los malos.
El domingo nos fuimos muy tristes del Libertadores, después
de ver nuevamente a un equipo que si bien en las últimas fechas mejoró algo en
cuanto al funcionamiento, está lejos de mostrar un buen nivel y lo que es peor,
parece incapaz de rebelarse ante la adversidad que se le presenta. Encima a
estos jugadores, que se muestran poco confiables para sostener una riñonera
(lejos de una mochila) de presión, se les viene ese partido al que relojeamos
apenas se “sortea” el fixture, rogando que a nadie se le ocurra cumplir años,
casarse o lo que sea que nos impida al menos verlo. Y es de visitante, donde a
veces no alcanza solo con que entren a la cancha once tipos vestidos de rojo y
listo.
Y es ahora, más que nunca, cuando debemos devolverle a
Milito algo de todo lo que nos dio.
Esta nota está lejos de tratar de liberar al técnico de
culpa, porque sin duda la tiene. Desde el armado del plantel, hasta los cambios
del domingo. Desde que eligió no exponer (o lo hizo tarde) a los dirigentes que
le dieron los gustos a Almirón y Pellegrino y se recostaron sobre sus espaldas
en el último mercado de pases haciendo oídos sordos a casi todos sus pedidos.
Peor aún, trajeron a un cuatro que no es digno de ese número ni en sus
calificaciones como jugador de Independiente (si el Mariscal lo pidió, o
solamente aceptó que venga para evitar que se vaya uno de los jugadores más
importantes del plantel es otro tema). De ahí hasta sacar a Vera por el Tanque
y dejar a Toledo jugando de ocho perdiendo ante los suplentes de San Lorenzo.
Gabriel cometió y seguramente va a cometer errores, como el resto de los
entrenadores. Tampoco intentan estas líneas perdonarle todo, blindarlo de
críticas o barrer la basura para el lado de los imponderables, que hoy por hoy
nos juegan en contra claramente, tirando afuera cada chance que tenemos. Y
mucho menos ponerlo por delante del club, nada más lejos de eso. Él justamente
es el que nos enseñó que el escudo está por encima de cualquier persona. Y esa
es la cuestión, el objetivo de estos párrafos.
Ningún hincha de Independiente tiene la autoridad moral para
ponerle un plazo a Gabriel Milito.
Porque él demostró en muchísimas ocasiones que ama los
colores tanto como nosotros. Poniendo al Rojo por sobre su propio beneficio. Y
lo hizo dejando de lado millones de dólares, siendo coherente con sus palabras,
donando plata, tiempo y obras. Nosotros no podemos cambiar el destino de
Independiente protestando atrás de un teclado, puteando hasta a Bochini o
aplaudiendo hasta a Leguizamón. Milito sí lo puede hacer, como lo hizo yendo al
frente en la cancha cuando se nos escapaba un campeonato. Está donde quiere
estar él, en el lugar que hace rato esperábamos que ocupe.
Es imposible asegurar como le va a ir si le dan (damos) el
tiempo necesario como para aceitar los engranajes de su idea, o que resultados
va a conseguir luego de varios torneos probando sus sistemas. Lo que es seguro
es que lo merece más que nadie. Más allá de que no hay en este momento algún
entrenador que casi no tenga margen de error (Bielsa no va a venir y Sampaoli
para esta dirigencia era “caro”), sino le confiamos un proyecto a nuestro capitán…
¿A quién sino? ¿Vamos a experimentar con otro para que luego vaya a salir
campeón lejos de Avellaneda, como pasó en los últimos años?
Si nuestro respeto a un ídolo vence en diez fechas,
deberíamos plantearnos cuan agradecidos somos realmente con un tipo que entre
muchísimas otras cosas permitió que hoy sus dirigidos entrenen en un predio de
gran nivel. Todo proyecto conlleva un proceso que por obvias razones necesita
tiempo para que sepamos si funciona o no. Y ese tiempo tiene que ser
establecido solamente por él. Si Gabriel no puede disponer del plazo que
requiere, entonces terminemos con el verso y recemos para que alguien solucione
mágicamente los problemas futbolísticos de un club al que hicieron mierda
durante las últimas dos décadas. Más con una dirigencia que si bien puso de pie
a la institución, de la línea de cal para adentro dejó hasta ahora mucho que
desear.
Milito hay uno solo. Y lo tenemos dirigiendo al primer
equipo. Hoy es cuando hay que resistir junto a él este mal momento, devolviéndole
parte de lo que nos dio.
Fuente Orgullo Rojo
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