Por Nahuel Lanzillotta
Lejos del
funcionamiento que pretende su nuevo entrenador, Independiente abusó de los
envíos aéreos desde el fondo ante Barracas Central. El ingreso de Hidalgo le
sentó mejor y cambió un poco el semblante aunque no le alcanzó.
¿Mejoró? Algo.
¿Hubo un cambio de actitud? En el segundo tiempo recién. ¿Le alcanza? No.
Independiente no levanta. Es cierto que no tuvo mucho tiempo entre el
decepcionante debut del ciclo de Julio Vaccari en Córdoba y el encuentro de la
séptima fecha de la Liga Profesional, de local ante Barracas Central. Y se notó
porque no logró cambiar la cara sustancialmente y apenas sacó un empate en cero
que arrancó silbidos de reprobación en las tribunas al final.
Lo peor se vio en
el arranque. Vaccari había optado por meter un solo cambio de un partido al
otro, con el ingreso de Lucas González por Federico Mancuello como tercer
volante para darle un poco más de velocidad al mediocampo. Sin embargo, muy
poco se vio de eso en el comienzo aunque, es verdad, la pelota llegaba más
rápido al área rival… Pero porque se apeló al constante pelotazo desde el fondo
para saltar líneas.
La pelota se
perdía entre la espesa neblina instalada en el Libertadores de América-Ricardo
Enrique Bochini y volvía a aparecer cuando bajaba. Algunas veces encontraba a
un libre Santiago López por la izquierda del ataque y la gran mayoría de las
veces encontraba la cabeza de los defensores de Barracas que rechazaban de frente.
Los envíos aéreos
servían cuando eran cruzados. Solo así López podía aprovechar y ganar la
espalda del lateral. De todos modos, le faltó más acompañamiento de Damián
Pérez. Una sola vez lograron conectar en el primer tiempo y se armó una buena
jugada peligrosa que terminó con intervención del arquero.
Los centrales
rojos tuvieron un rol protagónico. No por defender ya que el visitante se
dedicó desde el vamos a cuidar el punto. Sino más bien porque recibían de
Rodrigo Rey el balón y debían ser la salida del equipo desde el fondo. El
problema es que la imagen se reiteró durante gran parte de esos 45 minutos
iniciales: toqueteo horizontal entre Juan Fedorco y Joaquín Laso sin encontrar
pase entre líneas para avanzar.
No había
movilidad de los compañeros. Se lo vio, de hecho, a Iván Marcone marcándole
algunas veces a Santiago Salle que no se fuera tan arriba y que se mostrara
como opción para recibir. Tampoco Pérez era alternativa y, con Marcone tapado,
todo terminaba en un pum para arriba constante, improductivo.
Extraño en un
equipo de Vaccari. Pero, claro, visiblemente este Independiente todavía no se
ha convertido en un equipo de Vaccari. Poco tiene de su sello. El intento está,
claro. Pero le cuesta en estos primeros encuentros.
Otra versión se
vio después del descanso. El ingreso de Santiago Hidalgo le inyectó otro ímpetu
al ataque. Se ubicó como extremo zurdo, mientras que Santi López pasó del otro
lado y Alex Luna bajó como volante interno. Se acomodó mejor el Rojo en el campo
y fluyó mejor la pelota. Apretó el local y generó mayor peligro en el área de
Barracas, aunque sin tanta claridad.
Ahí sí se
abandonó la opción del pelotazo y el Diablo se dedicó a ofrecer más de lo que
pregona su entrenador: un fútbol que tenga más que ver con los pases cortos, la
dinámica y las sociedades. Poco igual. Le falta y por ahora no le alcanza para
nada. Tampoco es que la habilitación de los refuerzos, cuando llegue, le
ofrecerá mayores posibilidades ya que las nuevas caras son defensores.
De mitad de
cancha hacia adelante se arreglará con lo que hay por el momento y el DT deberá
encontrar el mejor engranaje. ¿Hidalgo se ganó un lugar como titular? ¿Gabriel
Avalos, de bajo nivel, debe seguir siendo el centrodelantero? ¿Luna puede
funcionar como interior izquierdo? La vorágine del fútbol argentino no da
respiro y el sábado Vaccari tratará de responder estos interrogantes que
quedaron abiertos.
Fuente Infierno
Rojo
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