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lunes, 27 de julio de 2020

Las imperdibles anécdotas de Gabbarini en el Rojo


Adrian Gabbarini ex arquero de Independiente , ahora en Liga de Quito con su hija Oriana, de un año

Por Favio Verona

Adrián Gabbarini, capitán de Liga de Quito, contó varias historias sobre su paso por Independiente: el día que fue mozo del plantel y gracias a eso llegó al club, los duros hechos de inseguridad que vivió en la pensión y la tarde que casi se va a las manos con Cantero. También elogió y mucho a Pusineri, a quien conoce muy bien.

Es el capitán de Liga de Quito, club al que llegó a principios de 2018 y que es rival de River en la fase de grupos de la Libertadores. A los 34 años, Adrián Gabbarini reparte su tiempo entre el fútbol y su familia. Desde Ecuador, país en el que vive junto a su esposa, Gimena, y su hija de un año, Oriana, el arquero surgido de las Inferiores de Independiente atendió a Olé, reveló imperdibles anécdotas de su paso por el Rojo y opinó de la actualidad del club del que es fanático.

-¿Cómo se está viviendo la situación allá?

-Estuvimos 90 días parados, en cuarentena. Entrenamos respetando los protocolos y cada 10 días nos hacen estudios. No entramos a los vestuarios, cada uno se baña en su casa. Nunca sabés cuándo se va a aplacar esto del virus. En Ecuador arrancó muy mal Guayaquil, con muchos infectados. Ahora se mantuvo. Quito siempre estuvo por debajo porque tiene menos habitantes. Acá estamos un poco más resguardados, pero con esta enfermedad nunca se sabe, entonces los cuidados tienen que ser al extremo siempre. Afortunadamente Liga es un club espectacular, te da todo. Este es mi tercer año acá.

-¿Te acostumbraste a la altura?

-Mirá, al principio me costó 20 ó 25 días, más que nada acostumbrarme a los efectos y la velocidad de la pelota. Las parábolas son distintas. Hay pelotas que en el llano caen en el primer palo y acá llegan al segundo. Y hay pelotas que allá podés agarrar y acá tenés que dar rebotes largos.

-¿Va a costar mucho recuperar el ritmo futbolístico?

-Sí, pero estamos todos en la misma. Va a costar el ritmo y sobre todo adquirir el funcionamiento.

-En Argentina los planteles se siguen entrenando por Zoom. ¿Es difícil mantener la motivación trabajando a través de una aplicación?

-Sí, te mata. En Ecuador el campeonato dura de enero a diciembre. Nosotros quedamos en medio de un campeonato. Ahí en Argentina se cortó el torneo y listo. Acá estamos en el medio de un certamen y de la Copa Libertadores, en el grupo con River, San Pablo y Binacional. Es todo raro.

-¿Sos de seguirlo al Rojo a la distancia?

-Sí, claro, lo sigo siempre. Acá en Ecuador se siguen todos los partidos del fútbol argentino.

-Fuiste compañero de Pusineri. ¿En ese momento imaginabas que iba a ser entrenador?

-A Lucas lo tuve de compañero muchos años. Sé lo que quiere a Independiente, lo que sufre. Y no tengo dudas de que va a dar lo mejor de él para sacar a Independiente de este momento. Como jugador no le importaba nada, iba al frente. Y como técnico no le importa nada y también va al frente. Si tiene que poner a los pibes los va a poner. Eso ya lo ha demostrado. Conozco a su cuerpo técnico, a Tanucci, a Leo Díaz, quien me regalaba los guantes en ese 2002, cuando me quedaba a verlo en los entrenamientos. Ojalá que les vaya muy bien, son un grupo espectacular.

-¿Es cierto que llegaste a Independiente por ser mozo del plantel?

-Fue en el 2002, cuando Independiente estaba jugando un torneo de verano. El padre de mi mejor amigo era fanático de Independiente e invitó a todo el plantel a comer un asado a su finca. Me invitó para ser mozo del plantel. Yo en ese momento estaba atajando en la primera de Guaymallén. Recuerdo que me presentó a los técnicos de Independiente, que eran Clausen y Bochini, dijo que era arquero. Yo tenía 14 ó 15 años. Clausen me dijo “flaco, tenés buena altura. ¿Te gustaría ser arquero de Independiente?”. Al otro día me invitó a entrenar con la Primera de Independiente en señal de agradecimiento por haber invitado a comer el asado a todo el plantel. Me entrené con la Primera, que hacía fútbol en la quinta de Abate. Los tres arqueros eran Rocha, Sala y el loquito Albil. Me empezaron a pelotear entre Guiñazú, el Cuqui Silvera, los que se quedaron para el Independiente campeón. Me vieron condiciones y hablaron con Pepé Santoro para que me haga la prueba en Buenos Aires. A la semana viajé y quedé en la pensión. Fue una locura. Llego a Domínico y en ese año faltaba un cupo para llenar los arqueros de la categoría 85.

-¿Estabas nervioso en ese primer entrenamiento?

-Sí, primero no me dejaban entrar al predio, ja. Estaban haciendo fútbol en una cancha y yo estaba en la otra peloteándome con el loquito Albil y los pibes que quedaban afuera: Toti Rios, Rivas, Mati Villavicencio y el Cholo Guiñazú que volvía de una lesión. Era mi posibilidad de que me vea.

-Era brava esa pensión...

-Sí, la verdad es que esa pensión no era lo que es ahora. Yo estuve cuatro años y medio ahí. Pasábamos hambre, frio, era complicado. En ese momento el predio no estaba delimitado por paredones. Se nos metían los de los barrios del costado. Había que tener muchas ganas de jugar al fútbol para vivir ahí.

-¿Qué fue lo más loco que recordás que pasó ahí adentro?

-Cuando Independiente estaba saliendo campeón en 2002, en diciembre, nos entraron a robar al predio. Se metieron los del barrio del costado, robaron el vestuario de la Primera, ingresaron a la confitería del club y los guardias de seguridad se metieron en la pensión a defendernos a nosotros. Se escucharon tiros. Y no se mandaron adentro porque no tenían ganas. Pero fue bravo eso y la dirigencia de ese momento tuvo mucha suerte de que no nos pasara nada. Al otro día, a los de categorías más chicas los liberaron. Y los de Cuarta, Quinta y Sexta quedamos adentro porque aún quedaban partidos.

-¿Tus viejos sabían esto?

-No, se enteraron tres años después. No les conté nada. Yo sabía que si se enteraban me iban a ir a buscar de los pelos y no me iban a dejar volver. Pero ese 2002 fue muy lindo, la categoría 85 era la sparring de la Primera. Todos los miércoles íbamos a la Doble Visera. Ese campeonato de 2002 yo lo viví desde poder entrenar con esos cracks, de ser alcanzapelotas todos los partidos.

-¿Cómo eran esas prácticas?

-El Tolo no nos dejaba hacer goles, je. No, hablando en serio: en realidad nos hacían de a cinco o seis. Ese equipo era impresionante. No podíamos tener la pelota nunca, la tenían siempre Rolfi Montenegro y Pocho Insúa.

-Y después el Tolo Gallego sacó lo mejor de vos...

-Sí, yo le debo mucho al Tolo. En 2003, cuando yo estaba en Quinta, se lesionó Botero y me llevó a Mar del Plata porque me había visto en 2002 de sparring. Después, cuando volvió en 2009, me puso en Primera y me hizo debutar. Se había lesionado Hilario y me tocó atajar algunos partidos. Gallego me dijo: “Si vos atajás bien estos cuatro o cinco partidos, yo no te saco más del arco. Por más que se recupere Hilario, seguís vos”. Me tocó arrancar con Estudiantes, Vélez, Racing, River y San Lorenzo. Ganamos los cinco y yo seguí en el arco y peleamos el campeonato.

-¿Cuál fue tu mejor momento y el más duro en Independiente?

-Lo más satisfactorio fue demostrar que yo estaba a la altura del arco de Independiente. Me acuerdo que cuando estaba Comparada me había venido una oferta de Unión cuando yo era suplente. Y a Julio le dije “No, yo me quiero quedar, quiero debutar”. Y lo logré. El momento más triste fue la lesión que tuve en cancha de Newell's, ya que no pude disputar ningún partido ni ayudar a mis compañeros en el año en que nos tocó descender. Estuve todo el año corriendo, en kinesiología. No me gustó cómo se dio mi salida, peleándome con Cantero...

-¿Te enojaste mucho con Cantero?

-Y sí. Yo soy de decir las cosas en la cara. Tuvimos un fuerte cruce enfrente de mis compañeros. Lo que le dije fue duro. Casi nos vamos a las manos ese día. Son cosas que a uno le duelen, que quedan en la interna. Quedó ahí. Me gustó que no salió en ningún lado. No me gustó la actitud que tuvo. Él dijo que yo no me quería quedar en Independiente, que pedí plata. Y era mentira. Él no me quería en el club. Le dije todo en la cara y hubo muchos testigos en esa charla.

-¿Soñás con poder volver a Independiente en un futuro?

-Mirá, justo en estas últimas semanas se habló de ese tema. Y la verdad es que nunca me llamaron. En algunos portales salió que yo no quería volver. Pero nadie se contactó conmigo. Y además estoy en un club en el que tengo contrato, el torneo continúa, soy el capitán del equipo, estamos en el medio de una Copa Libertadores y yo tengo que respetar al club en el que estoy. No es que no quiero volver, pero las circunstancias no están dadas. Hoy tengo la cabeza 100% en Liga. ¿Cómo no me va a movilizar? Independiente es mi casa, soy hincha, estuve desde los 14 años... El hincha que me conoce sabe lo que yo di, lo que sufrí y siento por Independiente.

-Teniendo un hijo, ¿te preocupa lo que está pasando con el virus?

-Hoy no iría a vivir a Buenos Aires con mi familia, porque tengo la posibilidad de que ellos se vayan a vivir a Mendoza. Eso no lo pongo en la balanza. Tengo una hija de un año que nació en Ecuador. Mi señora en mendocina y hace más de 100 días que no sale de mi casa.

-¿Cómo marcha esa bodega que tenés con tu familia en Mendoza?

-Muy bien. Es algo familiar de toda la vida. Mis abuelos y mi padre siempre tuvieron viñedos. Próximamente vamos a llevar vinos a Buenos Aires y Córdoba y ahora lo hemos traido a Ecuador. La Bodega se llama Familia Gabbarini. En Ecuador el vino se está comercializando bien. En los próximos meses vamos a hacer más variedades de vino y champagne para lo que es Mendoza, Buenos Aires, Santa Fe. Yo soy la oveja negra de mi familia, porque todos estaban abocados a la bodega y yo soy futbolista.

-¿Cuál es la clave para un buen vino?

-No hay una clave. Los enólogos son los directores técnicos de la bodega. Cada bodega tiene un toque diferente. No hay una Coca Cola en el vino. Podés tener grandes bodegas que tengan malos vinos y pequeñas bodegas que tengan excelentes vinos. Sobre gustos no hay nada escrito. Las grandes bodegas tienen su inversión, su marketing. Por algo son premiadas en todo el mundo. A veces el precio del vino no tiene nada que ver.

-Lo que te deben manguear en el vestuario...

-Sí, olvidate. Antes de las próximas fiestas vamos a tener el champagne de la familia Gabbarini, así que ya me están mangueando.


Fuente Olé

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