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martes, 28 de julio de 2020

Agüero y la octava no tienen la culpa


Por Juan Pablo Marrón

Independiente está literalmente fundido y no quiebra porque en la Argentina, gracias a Dios y a numerosas historias, los clubes no quiebran más.

Es su peor momento después de perder la categoría en 2013, y hay que hacer mucho esfuerzo para que una institución reconocida a nivel mundial por sus gestas, títulos, estilo de juego y promoción de jugadores, hoy no tenga fondos, no los tenga de inmediato, ni a futuro y sortee pelear la permanencia en primera división por el único motivo de que no habrá descensos.

Las deudas llegan, y seguirán llegando, desde todos los costados posibles y se necesita urgente un proyecto de club. Un plan que exceda la creación de un comité económico, la contratación de un manager, dejar de pagar en dólares y reducir empleados, salarios y contratos. Todo eso es solo un parche que servirá un par de meses pero que no calmará a un grupo muy grande de jugadores y clubes que quieren cobrar lo que le dijeron que cobrarían.

La verdad es que aquellos que le exigen la vuelta a Kun Agüero, y a cualquiera, debiesen, como mínimo, ponerse colorados.

Independiente, hasta 2017, era un club que ganaba más allá de la Sudamericana. Había terminado de remodelar su estadio, saldado deudas, armado un equipo de bajo costo que volvió a llamar la atención del continente, respaldado con infraesteuctura y solidez institucional. Literalmente, se derrumbó en dos años y medio. Y claro que influyó que desde el verano de 2018 en adelante Ariel Holan arme equipos que costaron casi 28 millones de dólares y que no funcionaron. Pero también se los dejaron armar sin ningún tipo de control.

¿En qué momento alguien pensó que tener un presupuesto de 12 millones de dólares libres en un plantel era saludable? No se sabe. Pero fue ahí cuando todo explotó por los aires.

Independiente tiene que agradecer tener un DT que, más allá de que el fútbol argentino aún no lo conozca dirigir, todavía siga en reuniones con Burruchaga para ver como afrontan la hora a la que inconscientemente, y aún después de medio año, no querrán que todavía llegue: la hora de jugar. Otro ya se hubiese ido, o ni siquiera hubiese agarrado.

Mientras Fernando Berón agradece que ahora el club mire a las inferiores, más allá de que lo hace porque no quede opción, hay que destacar que se despidió a Marcelo Gómez, DT de la reserva, de buena gestión en un equipo que jugaba bien y culminó en el segundo lugar. Gómez pidió, en varias notas periodísticas, saber que pasaba con su contrato. Eso pasa cuando no hay con quien hablar. Lo último que logró enterarse es que no se lo renovaban.

La cola de reclamos es interminable. Gaibor que se quejó por pagar sus taxis para ir a entrenar. Aldosivi pidiendo plata por Chávez, quien no jugó. Silvio Romero saliendo en los medios, y a gritos, dispuesto a irse y a jugar en otro grande de la Argentina. Sánchez Miño que ya le dijo abiertamente a Burruchaga que no quiere continuar. La deuda con Pablo Hernández. Alexander Barboza sin ganas de quedarse. Gastón Silva, y su mamá, que exigen una indemnización por escrito, de forma oral y por todas las vías posibles. Cecilio Domínguez que se consideró libre, y el América que mediante FIFA ya pidió los tres millones que le debe el Rojo, más la penalidad. Carlos Benavídez quiere cobrar. Domingo Blanco se ve más afuera que adentro y Martín Campaña, que ya intimó 2 veces al club, sabe que no volverá a ser capitán, ni pisar el Libertadores. Es un período realmente terrible y que no soporta ningún análisis, ni la silenciosa auditoría de Martín Redrado.

Mientras Pablo Moyano aseguró que el club no va a quebrar y Yoyo Maldonado, secretario general, que no debiesen haber hecho tantos contratos en dólares, las cuentas son lapidarias. Por ejemplo, la gestión de Sebastián Beccacece duró 16 partidos y salió 16 millones de dólares en incoporaciones. El equivalente a un millón por partido. Casi lo que salieron el total de jugadores que volvieron al club y no serán utilizados, entre ellos Lucas Albertengo.

Si hoy Independiente tuviese que salir a la cancha pondría un equipo de juveniles y chicos del club que incluye a Milton Álvarez, Federico Ortega, Alan Velasco, Brian Martínez y Nicolás Messiniti como titulares indiscutidos.

Todo es legado de una deuda urgente de 20 millones de dólares de la que deberá pagarse un 50% antes del 31 de diciembre. Y que como marchan las cosas, no se pagará.

Independiente no tiene un dólar. Tampoco un peso. Menos un proyecto. Está viviendo entre medidas de recorte extremo y el peligro latente de derrumbar su propia política, la que ya tuvo en el último tiempo una estampida de dirigentes que se fueron y no volvieron. Y todo esto recién empieza. Agüero y la octava Libertadores no son los culpables de que no querer volver. Empezar a entenderlo es parte de la recuperación.



Fuente TyC Sports

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