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lunes, 5 de agosto de 2024

Hay signos vitales después de todo

Hidalgo se lamenta una de las chances que tuvo. Foto: ph.arita

 


Por Nahuel Lanzillotta

 


La tonta expulsión de Luna parecía otra vez hundir a Independiente, pero el equipo por primera vez en el ciclo de Vaccari sacó a relucir su amor propio y terminó con un mejor semblante aunque no le alcanza.

 

Y al cuarto partido, volvió el pulso. Hay signos vitales en el Independiente de Julio Vaccari. Sigue sin ganar, es verdad. Pero ante un partido adverso por una tonta expulsión temprana sacó a relucir uno de los dos factores fundamentales para salir adelante: el amor propio. Todavía en el debe desde el fútbol, el Rojo demostró en el 0-0 contra San Lorenzo que aunque no parezca le hierve la sangre. Y es noticia.

 

El juego está ausente. Once contra once, Vaccari no logró de entrada en la noche del sábado inyectarle la idea a sus hombres. Nuevamente montados en un 4-3-3, hubo paridad en la mediocridad contra un rival que sí pudo contar con los refuerzos -a diferencia del Rojo- pero que tampoco demostró algo potable sobre el campo.

 

Y los pelotazos volvían a amenazar con convertirse en las divas de un clásico devaluado por los pálidos presentes de ambos clubes. Hasta que una irresponsabilidad a los 17 minutos rompió todo. Alex Luna fue con un planchazo absurdo sobre la canillera derecha de Malcom Braida. Sobre un lateral a la altura de la mitad de la cancha. Inexplicable.

 

Hernán Mastrángelo lo amonestó, pero el VAR llamó. Y tras revisarla en el monitor, el árbitro cambió amarilla por una correcta tarjeta roja para el pibe de Independiente que en seguida se dio cuenta de que se había equivocado. Era tarde. Ya estaba hecho. Otra vez un partido se le hacía cuesta arriba al Diablo.

 

Vaccari tuvo que reordenar a su tropa en un 4-4-1, con un Gabriel Avalos mandado al muere como único punta, solito arriba contra el mundo. Nada pudo hacer. Independiente de movida se preocupó por defenderse bien y cerrarle los caminos a un Ciclón que seguramente se le iría al humo aprovechando el hombre de más.

 

Sin embargo, al notar la indecisión de su rival, el Rojo se fue animando. Y los cambios de Vaccari fueron en ese sentido. Un poco por la ineptitud de los de Boedo, pero bastante por la virtud de los de Avellaneda, el trámite nunca acusó la disparidad numérica entre un equipo y el otro. San Lorenzo no supo generar, salvó en una ráfaga tras el ingreso de Nahuel Barrios. Rodrigo Rey se despachó con tres atajadas: a Alexis Cuello, a Andrés Vombergar y a Eric Remedi.

 

Pasado ese sofocón que duró apenas dos minutos reloj, Independiente se animó. Otra vez entró bien Santiago Hidalgo. También lo hizo Diego Tarzia. La sangre joven le dio vida al local. El motorcito del medio fue David Martínez. Trabó, recuperó, luchó y también jugó. El Tata fue quien empezó a cambiar el canto contra los jugadores por el “¡Vamos, vamos los pibes!”. La vibra viró de malestar a entusiasmo en el Libertadores de América-Ricardo Enrique Bochini en ese segundo tiempo con mejor imagen roja que azulgrana.

 

Con uno menos y todo, Independiente fue decidido a ganarlo. Sacó a relucir el carácter por primera vez en el ciclo de Vaccari y contó con remates claros que tapó Facundo Altamirano, como los dos de Hidalgo. El arco asediado en el final fue el del visitante, salvado sobre la hora nuevamente por su arquero ante un cabezazo de Juan Fedorco.

 

No le alcanzó para ganar. Se mantiene en el debe en el análisis global. Sin embargo, la expulsión obligó al Rojo a sacar a relucir algo de lo que se le pedía y que parecía no tener: corazón. Lo hizo principalmente por los más jóvenes, pero si todos saben capitalizarlo puede ser el inicio de un efecto contagio para empezar a escapar de a poco de tanta malaria.

 

 

Fuente Infierno Rojo


 

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