Por Alejandro Fabbri
La Selección no
dispone de defensores de gran talla y con Canadá sufrió los envíos aéreos. El
ingreso de Otamendi y la línea de cinco achicaron el riesgo.
No necesitábamos
los casi cien minutos de juego contra Canadá para darnos cuenta de que el
equipo vestido de rojo sería un obstáculo áspero y escurridizo, un rival
peligroso si podía disponer de varias oportunidades para convertir. Estuvo
cerca de hacerlo, sobre todo en el primer tiempo y una vez más, Emiliano
Martínez dio la talla en el arco argentino.
En el
complemento, el partido se hizo más frenético y Canadá llegó por centros
aéreos, demostrando que podía ganar en el área albiceleste por mayor presencia
física, más altura. Si repasamos la estatura de los equipos, la Argentina tiene
solamente a su arquero (1,94m) y al Cuti Romero (1,85m) por arriba de los 180
centímetros razonables para esas posiciones.
Cuando el gol de
Julián Álvarez ya se había producido, ambos equipos dispusieron de chances para
convertir, pero por diferentes razones eso no ocurrió. Scaloni leyó los ataques
del rival y entendió que necesitaba reforzar la defensa, la zaga sobre todo.
Con el ingreso de Otamendi (1.83m), ganó en cantidad y en calidad, porque
aumentó el número y también la estatura de los zagueros. Anoche el equipo salió
con un alto como Romero y un petiso como Lisandro Martínez (1.77m), que suple
esa escasez de altura para su posición con un excelente manejo de la pelota, un
buen criterio a la hora de marcar y una capacidad natural para poder jugar en
distintos sectores del medio o del fondo.
En el primer
tiempo, el Dibu le tapó un cabezazo desde muy cerca (pero al cuerpo) a
Eustaquio y en la parte final hubo dos frentazos que se fueron por encima del
travesaño. La superioridad en el juego aéreo de los canadienses fue menguando
con el ingreso de Otamendi, algo que había hecho el entrenador argentino en los
tremendos duelos con Países Bajos y con Francia en el Mundial de Qatar. En
aquellos dos partidos, ingresó Germán Pezzella para ayudar con la línea de
cinco. Ese refuerzo no pudo impedir el tercer empate francés en el dramático
tiempo suplementario y sirvió para cuidarse un poco más del peligro holandés
antes de llegar a los benditos penales.
Si en el básquetbol o en el vóleibol sería casi imposible competir en el alto nivel con un equipo que no tenga un buen promedio de estatura (que roce o supere los dos metros) el fútbol no es lo mismo y los jugadores más pequeños, pero veloces y hábiles, son los que pueden generar acciones deslumbrantes. Sin embargo, la altura media de todos los planteles nacionales ha aumentado claramente, producto de una mejor alimentación y un trabajo de crecimiento sobre algunos muchachos que arrastraban problemas desde su infancia.
La Argentina
tiene un equipazo y un grupo de suplentes que podrían ser titulares en
cualquier otro combinado mundial. Eso está claro. El punto es que Scaloni
entiende la situación y acepta el desafío, sabiendo que las pelotas aéreas son
una complicación defensiva más, pero quizá aumentada por la falta de defensores
más espigados. Ojalá no sea más que eso.
Fuente TyC Sports
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