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domingo, 4 de septiembre de 2016

Dybala, la mejor noticia de una noche de estrenos



                                             Ilustró rrrojo - Fuente de imágen web

Por Diego Latorre

Si la principal virtud de tu rival es lograr que te frustres y juegues mal, toda mirada que plantees sobre tu propia actuación va a ser relativa. Si se suma el hecho del debut del entrenador y de algunos de los jugadores, dar un veredicto suena disparatado. Pero si además a los 44 minutos te expulsan a un futbolista cualquier análisis pasa a estar tan condicionado que solo es aplicable a ese partido y a poco más.

Algo así ocurrió con el estreno de Edgardo Bauza al frente de la selección argentina el jueves en Mendoza. Que sirvió, al margen del resultado positivo, para observar algunas intenciones iniciales y tejer ciertas hipótesis sobre el futuro, pero por supuesto, no para establecer diagnósticos concluyentes sobre el proceso recién inaugurado.

Uruguay es garra, corazón, oficio y Luis Suárez. Un equipo nada generoso, especializado en cerrar los caminos y complicar la vida de sus adversarios. Es decir, casi lo peor que te puede ocurrir si te toca enfrentarlo en circunstancias como las que arrastraba Argentina antes del partido. Y la selección logró superar el escollo dejando incluso algún que otro detalle esperanzador para el futuro.

El principal, en mi opinión, fue la saludable intención de juntar a Paulo Dybala con Lionel Messi. El zurdo de la Juventus reúne una serie de virtudes muy destacables: tiene pase, remate y gol, pero también capacidad para asociarse, y una inteligencia llamativa para detectar las zonas libres detrás de la línea de volantes rival. Esto hace que no necesite de grandes desplazamientos para ocuparlas y que suela aparecer casi siempre desmarcado para recibir la pelota.

La presencia de Dybala, como en su día fue la de Pastore, es una gran noticia para el equipo y para Bauza, pero sobre todo para Messi. El cordobés lo libera de la obligación de tener que retroceder en exceso para entrar en contacto con el juego y la mezcla entre los dos debería potenciar el fútbol del mejor jugador del mundo.

Como ya comenté en algunas oportunidades, se necesita un funcionamiento aceitado para que el desequilibrio colectivo favorezca el desequilibrio individual. El talento surge con más naturalidad si está contenido dentro de una fluida circulación de pelota, si es alentado por la participación y el movimiento del conjunto. Para el futbolista talentoso no es lo mismo sentir que sus acciones guardan una relación directa con el juego que elaboran sus compañeros, que intentar fabricar esas mismas jugadas porque el resto del equipo está esperando que las haga.

Para que ocurra lo primero resulta esencial rodear al talentoso de gente con la que tenga afinidad. Y la impresión más positiva que me llevé del partido del jueves fue que la sociedad Messi-Dybala puede darle muchos frutos al fútbol de la selección.

Al margen de esto, el encuentro ante los uruguayos dejó puntos a favor y también abrió ciertos interrogantes. Fue muy bueno el primer tiempo de Mascherano en la distribución, con una precisión de pase pocas veces vista. A partir de su tarea Argentina logró ejercer un dominio claro durante ese lapso, a pesar del poco espacio de maniobra que permitía el rival y del poco hábito de construcción de juego propio, déficit histórico del equipo que lógicamente no se iba a solucionar en apenas un par de días de entrenamiento.

También hay que resaltar el gran trabajo de Funes Mori en la neutralización de Luis Suárez, y el esfuerzo general para reducir espacios hacia atrás y sostener la estructura en la segunda parte, ya en inferioridad numérica.

El capítulo de las preguntas se abre con un debate que también lleva largo tiempo de evolución, y que tiene relación con el acompañante de Mascherano en el centro del campo cuando Argentina domina el partido.

En esos momentos, y sobre todo en noches como la del jueves, con el jugador del Barça monopolizando la pelota, a Lucas Biglia le cuesta encontrar su posición en la cancha. No está en la esencia del futbolista de la Lazio soltarse en ataque -solo lo hizo una vez contra Uruguay- y entonces queda situado en paralelo con Mascherano, lo cual permite que el rival controle a ambos con un solo jugador y pueda dedicar más efectivos a tapar a los Messi, Dybala o Di María.

Ahí cabría pensar en alguien que mejorase la circulación, sin que necesariamente eso derive en descompensación defensiva. Si a partir de la convicción, un técnico logra que todos participen en la recuperación, sean solidarios y pasen por detrás de la línea de la pelota cuando esta se pierde, no hay equilibrio que se altere. Aunque desde ya debe contar con tiempo suficiente para conseguir ese convencimiento.

Otro interrogante abierto, y que requerirá imaginación para solucionarlo, tiene que ver con Ángel Di María. Su naturaleza le pide espacio, terreno para correr y gambetear en velocidad. Por eso, cuando el rival se comprime su aporte queda limitado.

Y un tercer cuestionamiento, casi anecdótico, pudo plantearse en un principio con el cambio de Alario por Pratto.

Es normal suponer que las circunstancias del partido motivaron la decisión de retrasar por derecha al centrodelantero del Atlético Mineiro (se desgastó mucho pero le faltó frescura con la pelota en su debut), y que dejar a Messi como único referente arriba en el segundo tiempo tuvo que ver con la condición física del 10, para ahorrarle desplazamientos largos y esperar que pudiera armar una acción de gol en un mano a mano. Para reemplazar a Pratto quizás lo más natural hubiese sido el ingreso de un volante que ocupe esa zona, pero Bauza eligió al hombre de River. Antes que el conocimiento de la posición priorizó el hecho de mantener altura en el área propia ante los previsibles centros uruguayos en los minutos finales. Y está bien.

Al margen del grado de coincidencia que se tenga con lo hecho por el Patón, siempre es más saludable tener una idea que diez, y nadie puede ni debe renunciar a lo que es. Personalmente, si algo no me gustaría que ocurriera es que Bauza alterara sus convicciones por tratar de mostrarse diferente al cartel que lleva colgado. Un estilo, más o menos comedido, no es cuestionable; sí lo sería traicionarse a sí mismo.

El martes en Venezuela habrá oportunidad de seguir ahondando en el análisis de esta nueva selección, aunque sin Dybala y sin Messi, cuya ausencia preventiva me parece una medida muy sensata. Primero para cuidar la integridad del jugador, y al mismo tiempo, para mantener buenas relaciones con el Barcelona.

A Bauza se le abre en Mérida la puerta para darle al equipo un funcionamiento sin la presencia del mejor. El juego no debe "ser" Messi, y ahora, con cierta holgura en la tabla de las eliminatorias, es buen momento para probar las respuestas del grupo sin depender de él.

No quiero terminar sin dedicarle un párrafo a Brasil, que también estrenó etapa; y a Neymar, que vive un proceso llamativamente parecido al de Messi entre nosotros. Al equipo de Tité se lo vio con más aplomo y seguridad, impulsado sin duda por el éxito en los Juegos Olímpicos, aunque tampoco en este caso se puede ser concluyente con el diagnóstico.

Pero sobre todo, se vio un Neymar mucho más jugador, mucho más hecho y más dominante, con una influencia superlativa sobre el partido. En la carrera de un futbolista hay determinados episodios que adquieren la dimensión de graduaciones. Neymar pasó una prueba de ese tipo en la final del Maracaná. Tal como Messi ya hizo en la Argentina.

Ambos han madurado y liderarán a sus selecciones en estos procesos recién inaugurados a los que habrá que darles tiempo. Entonces sí podremos analizarlos con muchos más elementos de juicio que unos mínimos 90 minutos de juego.

Fuente Cancha Llena

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