Por Cristian Fernández
Muchas veces cuando estamos ante situaciones límites sacamos
ese plus necesario para luchar, seguir adelante y, en caso de la derrota,
levantar la cabeza y saber que se dejó todo. Claro está que la frase puede
sonar conformista, pero tendrá sus fundamentos.
Haciendo un paralelismo con este plantel de Independiente,
más allá del alejamiento de algunos y la incorporación de otros, la frase a
simple vista no tendría validez. ¿Por qué? Sencillo. Estos jugadores que visten
los épicos colores de nuestra institución querida no dejan la sensación de
haberlo hecho todo.
No dejan la sensación de tener hambre de gloria. No dejan la
sensación de tener ganas de superarse. No dejan la sensación de tener
profesionalismo dentro del campo de juego. No dejan la sensación de respetar
nuestros colores.
Duele decirlo. Más cuando en este plantel conviven tipos
como Nicolás Tagliafico, Víctor Cuesta y Diego Vera que dentro de la cancha
ofrecen mucho sacrificio. O el Torito, Diego Rodríguez Berrini, que tras tamaña
lesión sigue exigiendo a su físico por la causa.
Lo cierto es que sin la necesidad de los nombres propios, a
este plantel que lo hacen todos, le falta autoridad. Le falta actitud. Le falta
personalidad y hasta profesionalismo en la competencia. Y remarco en la
competencia, porque seguramente en los entrenamientos se maten, sean puntuales
y hasta se cuiden en su vida personal. Pero en la competencia en sí, en los
partidos en los que se ven los hombres, no aparecen.
Esta tarde noche en Brasil, se necesitó de un equipo fuerte.
Confiado en sus armas. Que se imponga a cualquier eventualidad. Que sea firme.
Que conozca sus defectos para poder resaltar sus virtudes. Que sea un equipo. Y
ojo, no pido gladiadores. Pero sí profesionales dispuestos a respetar los
colores que llevan. A no dejarse llevar por delante por nadie.
El partido se planteó como una lucha y los jugadores de
Independiente parecieron no interpretarlo. En Avellaneda no hicieron valer la
localía. En Brasil, no hicieron pie.
En los penales hicieron agua y terminamos todos inundados de
lágrimas de dolor. Porque el hincha está muy dolido. Está golpeado. Con respeto
se lo digo Capitán, Víctor Cuesta. Si usted y Diego Vera llegaron a la
conclusión del recorrido hecho en el club sin títulos, imagínese los hinchas. Gente
que estaba acostumbrada a tener un equipo de tipos que ganaban en todos lados.
Y vuelvo a hacer un paréntesis, no se piden epopeyas como la del ’77. Sí, se
exige actitud.
Rápidamente se me vienen a la cabeza Jorge Almirón, Mauricio
Pellegrino y Gabriel Milito. Cada uno con su estilo. Cada uno con su impronta.
Los tres con la base de este plantel y los tres con el mismo karma de no poder
ganar partidos importantes. Esos, los bisagra.
Más allá de los 90 minutos en Avellaneda y de los 90 en
Brasil, viendo los penales una y otra vez no se me ocurre como nadie se percató
que el arquero se tiraba mejor para su derecha. Ahí atajó los cuatro remates.
Párrafo aparte para la displicencia de Juan Sánchez Miño que tuvo en sus pies
la clasificación.
En fin. En Independiente parece no haber respeto. Los
jugadores en la competencia. Los dirigentes y hasta el propio Milito. Les faltó
autoridad. En la antesala de la definición por penales se lo pudo ver al
Mellizo decirle a sus jugadores: “El que elija patear, que pateé bien, que sea
gol, tenemos que ganar. Vamos a romperle el c…”. Sí, el DT tomó la posta y les
aclaró en la cara que no podían fallar. Les exigió profesionalismo y firmeza. Y
logró su cometido.
Basta de papelones en Independiente. Jueguen al fútbol,
rindan. Y cuando se le exija huevo, que no se interprete como una sensación,
sino que se entienda que lo que pide el hincha es respeto por los colores,
profesionalismo en la competencia y actitud para ganar con firmeza.
Fuente Infierno Rojo
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