Por Jorge Mario Trasmonte
Cómicos de balneario, graciosos de café, abstenerse de
obviedades: el resultado sirve para saber quién gana. Quién es, en los números
fríos, el mejor (hasta que gane otro). El que conserva el laburo, yendo a la
medida de estabilidad de los entrenadores. Los resultados, ya sabemos, hacen
que el feo parezca un galán y el que tuvo malos imponderables parezca un
inútil.
Para algunos los resultados son lo único que importa, para
otros importan muchísimo pero también importa por qué camino lo buscamos.
Se dice que nadie apuesta a proyectos, que sólo se defienden
resultados. Los defensores de proyectos necesitan resultados rápido para que
prensa, hinchas y dirigentes den tiempo para trabajar. Tantas son las cosas que
dependen de los resultados.
Pero hay más. Nadie es buen entrenador si no logra convencer
de su idea a sus jugadores. Y, sobre todo cuando las ideas varían mucho lo que
se venía haciendo, o son audaces, con toma de riesgos, remueven alguna
comodidad en el jugador, ningún futbolista se convence del nuevo credo que le
proponen si después, en la cancha, a la hora de ponerle la chapa al partido son
todas pálidas. El jugador se convence y se convierte en un soldado del DT si en
el juego ocurre lo que le predijeron, si lo ensayado se aplica a las
situaciones del partido, y si gana. El jugador mira con desconfianza, luego
escepticismo y franca rebeldía al final, al técnico con el que no gana.
Gaby Milito, que parece dispuesto a arriesgar por sus ideas,
también debe anotar esto: ya fuera de las copas Argentina y Sudamericana, va a
estar difícil que su plantel le responda convencido si los famosos resultados
siguen dando la espalda.
Fuente Olé
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