Copa Sudamericana 2016: Chapecoense 0 (5) - Independiente 0
(4)
Por Román Failache
Dice Marcelo Bielsa: “El liderazgo está directamente
relacionado con la derrota, porque es ahí cuando se verifica la consistencia
del conductor. Una de las claves que tiene que tener un líder es que necesita
ser querido para ganar, y no ganar para ser querido".
Aunque habitualmente suelo analizar lo macro, hoy quiero ir
a su opuesto. Al detalle que te marca una diferencia intangible entre lo que
pudo ser y lo que fue.
Realmente me amargué cuando vi cómo patearon los penales los
jugadores de Boca. Ya estaba destrozado, intentando poner la cabeza (y el
corazón) en un balde de hielo. Sin embargo, observándolos a la hora de dar con
la pena máxima, me di cuenta que hay momentos que te hacen grande. Se le notaba
en los ojos que ellos llevaban algo distinto. Esos tipos no querían salir
humillados en la tapa del Olé. No querían tener que llegar a Ezeiza y dar notas
con los rostros cabizbajos. Tuvieron convicción. Tuvieron hombría. Tuvieron el
cuchillo entre los dientes. Y ganaron por valentía. Por saber dar la cara en la
más difícil.
Hay jugadores en los que esto no retumba ni de cerca en el
mundo Independiente. Ciclos acumulando derrotas, una más dura que la otra, sin
revulsión de su parte. Sin vergüenza deportiva. Sin ningún sentido de
pertenencia. Sin saber ser el líder que emerja de esta eterna cosecha de
pálidas.
Digo esto entendiendo las reglas del juego. Uno puede perder
de varias maneras. Es más: Independiente, para mí, mereció quedar afuera en los
90. La suerte fue moderadora para que eso no pasara, no hay mucha más
explicación. El DT se equivocó en el planteo previo, al igual que en la ida, y
mostró una llamativa carencia de recursos alternativos para modificarlo durante
el partido. Le faltó fútbol, le faltaron ideas, le faltó profundidad. Mucho le
faltó a este equipo. Pero lo que nunca le puede faltar es actitud. Hay momentos
que te hacen grande, ya lo dije. Y en esos momentos, nadie apareció. Todo lo
contrario: los que se llamaron a serlo, sobraron la situación.
La displicencia con la que patearon Benítez y Sánchez Miño
son dignas de futbolistas que no saben lo que se están jugando, que no
entienden la camiseta que visten. Y aunque también hay una mayor cuota de
mérito del arquero, lo tengo que meter a Rigoni, zurdo por naturaleza, que
pateó de derecha para hacer gala de su buen uso del doble perfil. ¿Qué les
pasa? ¿Acaso no tienen un vasto rodaje como para entender lo que significaba
esa instancia? ¿No eran conscientes de que estaban jugando una Copa, con
Independiente, en Brasil? Te lo pueden atajar, claro. Pero nunca, nunca, podés
patear pensando en sacarte un trámite de encima. Nunca sin convicción, como lo
hicieron Benítez y Sánchez Miño, o canchereando, como Rigoni. Y acá traigo a
colación los penales de Boca, donde esa sed de ser más se notó en los ojos de
cada uno. No era solamente el pase a cuartos. Era mucho más lo que se iba a
perder si se perdía, que lo que se iba a ganar si se ganaba. Y era la
oportunidad para emerger como ese líder que Bielsa define.
Estaría bueno que los dirigentes den la cara por esto,
también, porque son responsables. Ayer, tres horas antes del partido más
importante del año, Pablo Moyano estaba contándole a la tele que iban a pedir
la invitación a la Copa Libertadores, quebrando con eso de que se predica con
el ejemplo. A mí me honraría que el equipo se ganara el pase por sus propios
medios, sin tener que ir a solicitarle nada a nadie. Y para eso, se necesitan
profesionales que entiendan que donde se encuentran desarrollando su carrera no
es una simple pasantía o "vitrina", como le dicen ahora, sino que
arrastran consigo la esperanza de cinco millones de hinchas que buscan sentirse
identificados. Con actitudes como esa, difícilmente ocurra.
Fuente TyCSports.com
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