Por Nelson Laffitte
En la mañana del 11 de septiembre de 2005, Independiente
recibió a su rival ciudadano en la Doble Visera para presenciar una de las
jugadas más inolvidables de la historia de los clásicos. Luego de los tres
goles de Nicolás Frutos, llegó la exquisita maniobra de Sergio Agüero que quedó
impregnada de por vida en los corazones rojos y en la carrera del Kun.
El partido fue extraño desde que se designó el horario
matutino. La rareza de asistir de mañana a un encuentro tan importante le dio
una pizca especial a la que sería una jornada infinita para Independiente. El
plantel comandado por Julio Cesar Falcioni tenía como baluartes al
experimentado Fernando Cáceres, al naciente Lucas Biglia, al goleador Frutos y
a la mejor gema de las gemas: Sergio Agüero.
Recién a los 35 minutos del primer tiempo, llegó el primero
del rubio delantero. Tras una atajada del defensor académido Juan Manuel
Torres, el árbitro cobró penal y expulsión; así Independiente se puso en
ventaja. Ya pasados once minutos del segundo tiempo, Nicolás Frutos cabeceó un
centro de Biglia, aumentó el marcador y festejó con una máscara de diablo.
Veinte minutos después llegó otra falta adentro del área, que el santafesino convirtió en su tercer gol.
Todo era fiesta y alegría, pero como escribió José Hernández
en La vuelta de Martín Fierro, “a la historia le falta lo mejor”. Tras un duro
rechazo en el área propia, Agüero bajó la pelota en la mitad de la cancha, se
sacó de encima a Martín Vitali y comenzó uno de los más bellos e imborrables
engaños. El pobre de Diego Crosa no sabía para dónde disparar y quien comenzó
con un trascendental slalom, terminó con una fuerte y precisa definición
cruzada. 4-0 para Independiente y un recuerdo que jamás pasará de moda.
¡Gracias Kun Agüero!
Fuente video YouTube
Fuente Infierno Rojo

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