Trejo metió su primer gol ante Olimpia y pasó por Olé con su
mamá, Mercedes, quien chicaneó: “Si definía mal no le hacía la comida”.
Trejo anda con marca personal: la mamá. \"Sus consejos
los tomo en serio, me hacen crecer\", reconoció Juan.
Por Favio Verona
Se rompió los ligamentos de su rodilla derecha en marzo del
año pasado y comenzó el suplicio: lo bajaron de Primera a Reserva, volvió en un
partido en la Bombonera y se lesionó, terminó entrenándose solo en Villa
Domínico y la idea de abandonar el fútbol se alojó en su cabeza. El último
miércoles, ante Olimpia, convirtió el gol del triunfo del Rojo y todos esos
malos recuerdos quedaron sepultados en el pasado. Juan Manuel Trejo tiene 23
años, pero la vida ya le asestó varios golpes que lo empujaron a madurar sin
escalas ni anestesia. “Cuando vi que la pelota entró, no caía. Traté de buscar
el escudo para besarlo, pero estaba tan nervioso que no lo encontraba y llegué
a pensar que se había desprendido. Se me vino todo mi pasado a la cabeza, pero
mi mamá fue la primera persona en la que pensé. Traté de buscarla en la platea,
pero no la encontré y la dedicatoria fue a cualquier lado”, relata el volante
en la redacción de Olé , escoltado por su madre, Mercedes, mientras repasa la
jugada del gol. “No suelo ir a la cancha, pero justo tuve vacaciones y decidí
viajar desde Tucumán para verlo. Le traje suerte. En el momento del gol no noté
que lo había metido él. Si definía mal no le hacía la comida, ja”, interrumpe
la mamá. Juan Manuel tiene cinco hermanos varones y uno de ellos juega en la
Novena de San Lorenzo. “Igual, la más futbolera de la familia soy yo. El papá
está enojado porque en la camiseta no figura el apellido paterno, que es
Martínez, pero ya perdió la pulseada”, bromea Mercedes. Y agrega: “Cuando no
juega bien lo reto, incluso le grito. Sé de fútbol, la abuela también y lo
tiene cortito. Si se llega a agrandar, lo bajo a tierra”.
-¿Cómo tomás los consejos de tu mamá, Juan?
-Los tomo en serio, ella me hace crecer. Mi vieja es la que
más me critica, ja. No quiero que me diga cosas lindas, me gusta que se atreva
a remarcarme lo malo. A veces es duro, pero me ayuda a mejorar.
-¿Tu vieja te enseñó a definir así?
-No, eso se lo debo a Pellegrino. El fue quien me empezó a
pedir que llegue al área. Me prometió que algún día me iba a quedar una. Desde
que llegó me dijo que iba a apostar por mí y que estaba convencido de que yo
sabía jugar al fútbol. Empecé a practicar definición y el trabajo dio frutos.
Ojalá este gol me ayude a olvidar las cosas malas que viví.
-¿A qué te aferraste para salir adelante cuando estuvieron a
punto de dejarte libre?
-Mi mamá siempre fue mi sostén. Estuvo a mi lado durante
todo el período de recuperación por la rotura de ligamentos, me ayudaba a
caminar cuando no podía hacerlo por el dolor. Pero el golpe más fuerte que
recibí fue cuando ya estaba en condiciones de volver. Almirón me dijo que no me
iba a tener en cuenta y debí entrenarme con un grupo de jugadores marginados.
Con el tiempo ellos fueron encontrando club y me quedé solo, sentado arriba de
una pelota y sin hacer nada. Pensé que mi carrera se había terminado, que iba a
tener que dejar el fútbol y buscar laburo. Fue en ese momento cuando uno de mis
hermanos dejó a sus hijos en Tucumán y se vino para darme apoyo psicológico. El
me convenció de que era una mala idea abandonar tras tanto sufrimiento.
-¿Qué aprendiste de esa experiencia?
-Hoy me siento más fuerte de la cabeza, de acá no me va a
mover nadie. Además, ahora me manejo mejor que antes. En el pasado he discutido
mucho con técnicos por ser muy frontal. No voy a cometer más esos errores.
-¿A qué error te referís?
-Lo que pasó fue que me negué a jugar en algunos puestos,
como de lateral, porque no me sentía cómodo, y decidieron bajarme. Pero
recapacité, aprendí que la gente se entiende hablando y no a los gritos. Ahora
nada se va a interponer en mis sueños.
Fuente Olé
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