Por Nicolas Troyer
El público de Independiente volvió a ir de visitante luego
de más de 2 años.
“Vos sos de la B”, comenzaron los Diablos Rojos acompañados
de bombos y platillos. Los dueños de la Fortaleza replicaron con la misma
canción, pero subiendo cada vez más el tono. Ambas hinchadas se encontraron
gritando al unísono las mismas palabras para mofar a su rival. Los de Lanús
fueron al ataque con una clásica, pero muy efectiva: “Cantá un poquito la puta
que te parió”. La picardía del visitante estalló y petrificó a los de bordo:
“No tenés vergüenza son locales son 50”. Silencio ensordecedor. El rojo
envalentonado aprovechó ese instante para dar el último golpe de nocaut:
“Borombombón, borombombón, esa tribuna se congeló”.
El partido, en la esencia del juego, quedó en segundo plano,
ya que la relevancia la tuvo el contexto que lo rodeaba. Cabe destacar que en
dicho encuentro volvían a decir presente los hinchas visitantes de un equipo
grande en el torneo local. La previa se vivió como hace mucho no se vivía. No solo
hubo canciones de aliento para el equipo dueño de la cancha, sino que otro
grupo importante de personas, ubicado a metros de distancia, pudo vitorear a
los jugadores que venían a representarlos en un terreno ajeno.
No todos se manifestaron de la misma manera: algunos optaron
por el silencio y la sonrisa inconsciente ante las picarescas canciones, otros
se encargaron de elaborar las letras para que luego, todos juntos, evoquen las
mismas sobre la melodía de diversos instrumentos. Lo importante es que después
de mucho tiempo los hinchas pudieron volver a elegir. A participar.
Empezó ganando el local con un gol en contra de Nicolás
Figal. Cuando el Rojo, a través de Juan Lucero, lo empató sucedió algo
inesperado. En vez de escuchar ese silencio que se había naturalizado en la
mente, se sintió un grito desaforado que no solo expresaba la felicidad que
provoca ese momento sagrado, sino que cargaba el rencor que produce la
represión. Expulsaba la alegría por volver a un lugar que nunca debían haber
dejado.
El resultado, empate. El partido, olvidado. No así el
contexto que quizás es lo que caracterice y diferencie al fútbol argentino del
resto de los torneos. El domingo a la noche se enfrentaron dos tribunas
uniformadas de rojo y bordo. Lucharon desenfrenadamente con armas afiladas en
escala de Do. La guerra fue tal que hasta la luna decidió sangrar.
Fuente Infierno Rojo
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