Independiente empató milagrosamente 1-1 en el segundo minuto
de descuento, después de un pésimo partido ante Ferro en Caballito. Tuzzio
desperdició un penal, Rodríguez tapó varias, los dos terminaron con diez y
Penco salvó las papas. Igual tiene sabor a poco...
¿Vale el punto? ¿Sirve festejar? Es cierto, el empate fue
heroico, casi milagroso. La derrota era justa por lo hecho en los 90, pero los
partidos no se terminan hasta el pitazo final y eso pareció entenderlo sólo
Independiente. Fueron a buscar esa pelota con el orgullo herido y Penco metió
un empate que emparcha pero no salva. Porque el Rojo no volvió al tercer lugar
y depende de los demás otra vez más. Porque, además, preocupa que Ferro haya
tenido momentos de superioridad como para amagar con una derrota y abultada.
Porque casi lo pierde y se complica aún más. Y fue empate porque apareció
Penco. Y nada más.
Mientras ninguno hacia pie, un error abrió el partido. Coll
metió un zapallazo para obligar a Diego Rodríguez a dar un rebote largo que
aprovechó Caballero. Sin demasiado dominio pero sacando partido de su momento,
Ferro lo puso contra las cuerdas cuando Tula le cometió falta a Caballero, pero
Tuzzio malogró su penal y así se perdió el primer tiempo.
El segundo tuvo de todo. Dos tapadas del Ruso Rodríguez (una
después de un error propio), una pifia de Caballero que podría haber sido el
2-0, la roja a Vegetti, la expulsión de Mancuello... Pasó de todo pero no había
pasado casi nada hasta esos cuatro minutos que adicionó Delfino, justamente
para que atendieran a Penco. En el segundo minuto recuperado, tras el centro de
Pizzini, Penco metió el empate que dibujó una sonrisa, que sirve para aplacar
pero que está lejos de la felicidad. Aún queda camino por recorrer y cada vez
menos margen...
Fuente Olé
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