Ojeda se eleva por encima del resto y marca de cabeza el
tanto de la victoria de los Rojos
Con el 2-1 ante Defensa, no depende de nadie para quedar
tercero; sólo podrá igualarlo Huracán, si ambos ganan todo lo que les queda.
Por Francisco Schiavo|LA NACION.
Si Independiente asciende, el partido de anoche quedará en
un cuadro épico. Ante Defensa y Justicia sacó del arcón las espadas, los
escudos y las arengas con las crines en la mano. Escuchó el relincho en dos
patas, se envalentonó y atacó hasta quebrar las líneas de un adversario tan
dúctil como áspero; llamativamente embravecido para ya mirar a todos desde
arriba, en la misma primera A. Sólo hizo falta que sonara el cuerno y que otra
vez se sintiera tocado en el orgullo. Fue un partido, pero también una síntesis
de cómo el cuerpo técnico y el plantel se juramentaron encarar la parte final
del largo recorrido.
Al equipo de De Felippe podrá reprochársele de todo en estas
40 fechas en la arena de la B Nacional, pero nunca se le chistará frente a las
agallas que mostró en las tres últimas. Aun hundido en la crisis institucional
que lo arrastra, revirtió resultados cruciales. El agónico 1-1 con Ferro fue un
triunfo en sí mismo. El 2-1 ante Douglas Haig le infló el carácter. Y el 2-1
frente a Defensa lo convenció de que podrá conseguir el objetivo si sostiene el
temple de gladiador, por más que la cancha parezca un circo romano y que su
juego sepa de barridas y choque en vez de piruetas y malabares.
Tan valioso es lo que Independiente consiguió que lo perfiló
mejor que nadie. Si les gana a Instituto, en Córdoba, y a Patronato, en
Avellaneda, se habrá asegurado el tercer puesto. A lo sumo, podrá alcanzarlo
Huracán, si es que el Globo vence en los tres partidos que le faltan. La
posición de privilegio era impensada hace poco, cuando se escuchaban abucheos y
se veían pulgares hacia abajo.
Independiente empezó con una rodilla en tierra. Fue una mala
salida de Tula que interceptó Camacho. Brian Fernández encontró con pase medido
a Guerra, que aprovechó los resbalones de Ojeda y Vallés, y superó a Rodríguez.
Otra vez los viejos errores. Otra vez a reincorporarse poco a poco hasta verse
de nuevo de pie.
Fuente La Nación
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