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lunes, 23 de julio de 2018

Acerca de códigos y respeto - Video


Alguna voz cuestionó que Independiente le hiciera ocho goles a un equipo inferior. La verdadera humillación sería perdonar.

El primer gol de Benitez frente a Central Ballester (Fotoreporter).

Por Walter Vargas

La goleada del viernes en Formosa ofrece aristas tal vez más interesantes que el muy buen rendimiento de Independiente, que la consabida satisfacción de sus jugadores y de sus hinchas y que el dato que ha ido derechito al Libro Guinness de la Copa Argentina. Por ejemplo, la dimensión ética de un equipo que se prodiga a fondo en un mano a mano contra un rival muy inferior y en ese prodigarse llega a su área decenas de veces y ocho de ellas rubrica en la red.

 Los ocho goles de Independiente a Central Ballester
Independiente 8 - Central Ballester 0. 32avos. Copa Argentina 2018. (Fuente: TyC Sports)

Dos son los ingredientes que dejarían abierta a la polémica. Uno, el de los “códigos”. Otro, el de la ausencia de compasión, piedad o como se llame.

Primero, por más que tenga la venia del diccionario de la RAE, hay que ver el ruido que hace la palabra código. Suena a juramentación mafiosa. A amenaza.

Lo otro, lo de la eventual ausencia de compasión, es todavía más delicado. ¿No sería más viable y natural que en todo caso se dispense a personas en situación de carencia grave, que han sido abandonadas, que sufren? Otra cosa son los integrantes de un equipo, del deporte que fuere, que sin haber padecido el perjuicio de una injusticia simplemente son dominados, superados con holgura.

¿Dónde está escrito que levantar el pie del acelerador, jugar a media máquina, dejar pasar el tiempo y desentenderse de la posibilidad de hacer más goles son sinónimos de respeto al oponente? Más bien podría parecerse a lo contrario. La verdadera humillación, la verdadera ofensa no es considerar al oponente como un par, dar el máximo, sembrar y cosechar hasta donde se pueda. La verdadera humillación y la ofensa se ocultan bajo el barniz de lo políticamente correcto, bajo la sospechosa ostentación de las almas blancas: subirse al púlpito de la superioridad, encender los faroles, activar las sirenas y violentar a los adversarios de turno con una misericordia que ni pidieron ni necesitan.

Fuente Olé

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