Lucero y un pase... a la red. Fue el del 3 a 0.
Por Vicente Muglia
El Rojo puso primera, en su regreso a la categoría, con el
estilo de Almirón: jugar por abajo, incluso desde el fondo.
Sufrió pero el
triunfo fue merecido.
En junio pasado, en una charla que brindó en el Luna Park,
Pep Guardiola, el último revolucionario de la pelota, contó que a él le gusta
dividir a los entrenadores en valientes y temerosos.
Campeones mundiales a la
hora de buscar antinomias, los futboleros argentinos inventamos y alimentamos
los Menotti versus Bilardo, laburantes versus motivadores, líricos versus
tácticos y así podríamos seguir hasta cansarnos.
El padre del fantástico
Barcelona, en cambio, no recurrió a ninguna de esas famosas etiquetas para
calificar a sus colegas. La valentía y el temor le alcanza y sobra a Pep para
definirlos.
Si se aceptara esa división como una verdad absoluta, a
Jorge Almirón habría que encasillarlo en el primer grupo. En su debut oficial
en Independiente, el ex DT de Godoy Cruz demostró que su idea nace a partir de
la búsqueda incesante de espacios en ataque y que su convicción le gana por
goleada al miedo.
El 3 a 0 termina siendo, entonces, un premio a la postura
ofensiva, a la intención innegociable de tocar, al aluvión de jugadores en
ataque utilizando todo el ancho de la cancha. Hay que detenerse, dentro de esos
conceptos, en el toque.
El viejo y conocido “saque si quiere ganar” será, a
partir de ahora, una herejía en este ciclo.
Por definición y por lo visto ante
Rafaela, en Independiente acaba de nacer el “toque si quiere ganar”.
Una frase
perteneciente al decálogo de Almirón justifica tal transformación en el
lenguaje futbolero: “Para mí, el que la revolea a la tribuna es un burro”.
Esa saludable intención implica correr riesgos. Para salir
jugando desde el fondo se requiere precisión, capacidad técnica y de lectura
para saber cuándo el pase debe ser corto y cuándo largo.
Independiente, aunque
la goleada lo oculte, sufrió bastante.
La primera jugada del partido fue un
anticipo: iban 42 segundos cuando Federico González, ante un mal cierre de
Breitenbruch, quedó mano a mano con Rodríguez. El defensor se recuperó de su
error y sacó la pelota sobre la línea con el arquero ya vencido. Esa sensación
de inseguridad que exhibió Independiente a lo largo de los 90 minutos tira por
la borda esa otra creencia: así como colocar muchos delanteros no asegura ser
más ofensivo, poner más defensores tampoco es garantía de mayor solidez.
La
línea de cinco de Almirón mostró ciertos desajustes y problemas de
funcionamiento que provocaron que Rafaela estuviera cerca de convertir en cada
ataque más o menos serio que consiguió elaborar.
Las fallas en la definición de
Albertengo y Cía. junto con algunas salvadas del Ruso explican el cero en el
arco del Rojo.
Salvo por las reiteradas imprecisiones de Jesús Méndez, que
en el doble cinco con Mancuello es el encargado de dar el primer pase, con el
equipo volcado en ataque hubo una buena circulación por abajo y una permanente
movilidad de todos sus hombres, rotando y buscando los huecos. Con Pisano y
Riaño activos, con Zárate y Villaba avanzando y armando un 3-4-3 en ofensiva,
con el equipo presionando en bloque en campo contrario forzando el error rival,
Independiente no tardó en generar situaciones de peligro.
Si Lucero hubiera
estado fino, el Rojo no tendría que haber esperado una genialidad de Mancuello
para ponerse arriba en el marcador.
La idea está y la ilusión de la gente, también. Ahora falta
trabajo para reducir el margen de error. En definitiva, el planteo requiere un
“re-toque”...
Si quiere ganar, claro.
Fuente Olé

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