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lunes, 11 de agosto de 2014

Toque si quiere ganar...




 Lucero y un pase... a la red. Fue el del 3 a 0.

Por Vicente Muglia

El Rojo puso primera, en su regreso a la categoría, con el estilo de Almirón: jugar por abajo, incluso desde el fondo. 

Sufrió pero el triunfo fue merecido.

En junio pasado, en una charla que brindó en el Luna Park, Pep Guardiola, el último revolucionario de la pelota, contó que a él le gusta dividir a los entrenadores en valientes y temerosos.

Campeones mundiales a la hora de buscar antinomias, los futboleros argentinos inventamos y alimentamos los Menotti versus Bilardo, laburantes versus motivadores, líricos versus tácticos y así podríamos seguir hasta cansarnos.

El padre del fantástico Barcelona, en cambio, no recurrió a ninguna de esas famosas etiquetas para calificar a sus colegas. La valentía y el temor le alcanza y sobra a Pep para definirlos.

Si se aceptara esa división como una verdad absoluta, a Jorge Almirón habría que encasillarlo en el primer grupo. En su debut oficial en Independiente, el ex DT de Godoy Cruz demostró que su idea nace a partir de la búsqueda incesante de espacios en ataque y que su convicción le gana por goleada al miedo.

El 3 a 0 termina siendo, entonces, un premio a la postura ofensiva, a la intención innegociable de tocar, al aluvión de jugadores en ataque utilizando todo el ancho de la cancha. Hay que detenerse, dentro de esos conceptos, en el toque. 

El viejo y conocido “saque si quiere ganar” será, a partir de ahora, una herejía en este ciclo.

Por definición y por lo visto ante Rafaela, en Independiente acaba de nacer el “toque si quiere ganar”.

Una frase perteneciente al decálogo de Almirón justifica tal transformación en el lenguaje futbolero: “Para mí, el que la revolea a la tribuna es un burro”.

Esa saludable intención implica correr riesgos. Para salir jugando desde el fondo se requiere precisión, capacidad técnica y de lectura para saber cuándo el pase debe ser corto y cuándo largo.

Independiente, aunque la goleada lo oculte, sufrió bastante. 

La primera jugada del partido fue un anticipo: iban 42 segundos cuando Federico González, ante un mal cierre de Breitenbruch, quedó mano a mano con Rodríguez. El defensor se recuperó de su error y sacó la pelota sobre la línea con el arquero ya vencido. Esa sensación de inseguridad que exhibió Independiente a lo largo de los 90 minutos tira por la borda esa otra creencia: así como colocar muchos delanteros no asegura ser más ofensivo, poner más defensores tampoco es garantía de mayor solidez.

La línea de cinco de Almirón mostró ciertos desajustes y problemas de funcionamiento que provocaron que Rafaela estuviera cerca de convertir en cada ataque más o menos serio que consiguió elaborar.

Las fallas en la definición de Albertengo y Cía. junto con algunas salvadas del Ruso explican el cero en el arco del Rojo.

Salvo por las reiteradas imprecisiones de Jesús Méndez, que en el doble cinco con Mancuello es el encargado de dar el primer pase, con el equipo volcado en ataque hubo una buena circulación por abajo y una permanente movilidad de todos sus hombres, rotando y buscando los huecos. Con Pisano y Riaño activos, con Zárate y Villaba avanzando y armando un 3-4-3 en ofensiva, con el equipo presionando en bloque en campo contrario forzando el error rival, Independiente no tardó en generar situaciones de peligro.

Si Lucero hubiera estado fino, el Rojo no tendría que haber esperado una genialidad de Mancuello para ponerse arriba en el marcador.

La idea está y la ilusión de la gente, también. Ahora falta trabajo para reducir el margen de error. En definitiva, el planteo requiere un “re-toque”...

Si quiere ganar, claro.



Fuente Olé

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