Por Nelson Laffitte
Días después de la inconmensurable satisfacción que produjo
la vuelta a primera, la amplia victoria y la dinámica de ataque, el corazón
descansa y la cabeza comienza a razonar.
Sólo un necio podría negar que si a los 30 segundos de comenzado
el partido la definición de Federico González no era interceptada en la línea
por Néstor Breitenbruch, hoy la historia mutaría. La ilusión no sería la misma,
el lunes hubiera sido tan opaco y agrio como cualquier otro. Las charlas en el
trabajo, la facultad o el colegio hubieran resultado angustiantes, frustrantes.
Sólo un necio podría negar que cada corrida de Lucas
Albertengo, cada diagonal de Rodrigo Depetris o cada pase al vacío de Matías
Fissore, fueron una alerta para la última línea roja, que sufrió de
inexperiencia.
La estrategia de adelantar la posición defensiva, para presionar
alto pero en línea recta, produjo que por centímetros los delanteros de La
Crema no quedaran mano a mano con Rodriguez en más ocasiones.
Sólo un necio podría negar el vértigo horrendo que produjo
ver cómo cruzaban la pelota por encima de los defensores y tener que voltear la
vista una y hasta dos veces para cerciorarse que el asistente había levantado
la bandera.
Ya contra Belgrano de Córdoba, por Copa Argentina, se había
observado algo similar con los tres/cinco del fondo. Habrá que adaptarse,
asumirlo, saber que, en el mejor de los casos, se sufrirán este tipo de jugadas
en contra, tres o cuatro veces por partido.
Se sufrió en la fase defensiva en igual proporción a lo que
se disfrutó en ofensiva.
Sólo un necio podría negar que de mitad de cancha para
adelante se vio algo distinto, algo que movilizó los cuerpos presentes y
ausentes en el Libertadores de América.
Un doble cinco sobrio y distribuidor,
mediocampistas y delanteros amalgamados con la finalidad tan obvia como ardua,
de llegar al gol.
Pases, ideas, intentos, paredes, objetivos, motivaciones y
concreciones.
Sólo un necio podría negar que Independiente necesitaba un
cambio ofensivo y que, al menos por 90 minutos, se logró.
Caras desconocidas
que ayudaron a que resalte más el escudo que el peinado de moda. Nombres de
relleno, en el buen sentido, ese relleno que mezclado completa una receta
exquisita.
Sólo un necio podría negar que se atacó mucho y bien, que se
erraron goles pero que se concretaron tres de muy buena calidad. Que hay
material y que con trabajo y habilidad, este equipo puedo lograr lo que pocos
lograron: identidad.
Hace mucho, muchísimo tiempo que casi la totalidad de los
hinchas rojos no tienen la sensación de la espalda erguida, el pecho inflado y
la frente en alto.
El domingo volvió a pasar. Sí, con errores, con vértigo y
con desatenciones, pero con una actitud diferencial. Un carácter desprendido,
liberado.
Sólo un necio podría negar que fue la actitud Independiente.
Fuente Infierno Rojo
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