Independiente está literalmente fundido y no quiebra porque
en la Argentina, gracias a Dios y a numerosas historias, los clubes no quiebran
más.
Es su peor momento después de perder la categoría en 2013, y
hay que hacer mucho esfuerzo para que una institución reconocida a nivel
mundial por sus gestas, títulos, estilo de juego y promoción de jugadores, hoy
no tenga fondos, no los tenga de inmediato, ni a futuro y sortee pelear la
permanencia en primera división por el único motivo de que no habrá descensos.
Las deudas llegan, y seguirán llegando, desde todos los
costados posibles y se necesita urgente un proyecto de club. Un plan que exceda
la creación de un comité económico, la contratación de un manager, dejar de
pagar en dólares y reducir empleados, salarios y contratos. Todo eso es solo un
parche que servirá un par de meses pero que no calmará a un grupo muy grande de
jugadores y clubes que quieren cobrar lo que le dijeron que cobrarían.
La verdad es que aquellos que le exigen la vuelta a Kun
Agüero, y a cualquiera, debiesen, como mínimo, ponerse colorados.
Independiente, hasta 2017, era un club que ganaba más allá
de la Sudamericana. Había terminado de remodelar su estadio, saldado deudas,
armado un equipo de bajo costo que volvió a llamar la atención del continente,
respaldado con infraesteuctura y solidez institucional. Literalmente, se
derrumbó en dos años y medio. Y claro que influyó que desde el verano de 2018
en adelante Ariel Holan arme equipos que costaron casi 28 millones de dólares y
que no funcionaron. Pero también se los dejaron armar sin ningún tipo de
control.
¿En qué momento alguien pensó que tener un presupuesto de 12
millones de dólares libres en un plantel era saludable? No se sabe. Pero fue
ahí cuando todo explotó por los aires.
Independiente tiene que agradecer tener un DT que, más allá
de que el fútbol argentino aún no lo conozca dirigir, todavía siga en reuniones
con Burruchaga para ver como afrontan la hora a la que inconscientemente, y aún
después de medio año, no querrán que todavía llegue: la hora de jugar. Otro ya
se hubiese ido, o ni siquiera hubiese agarrado.
Mientras Fernando Berón agradece que ahora el club mire a
las inferiores, más allá de que lo hace porque no quede opción, hay que
destacar que se despidió a Marcelo Gómez, DT de la reserva, de buena gestión en
un equipo que jugaba bien y culminó en el segundo lugar. Gómez pidió, en varias
notas periodísticas, saber que pasaba con su contrato. Eso pasa cuando no hay
con quien hablar. Lo último que logró enterarse es que no se lo renovaban.
La cola de reclamos es interminable. Gaibor que se quejó por
pagar sus taxis para ir a entrenar. Aldosivi pidiendo plata por Chávez, quien
no jugó. Silvio Romero saliendo en los medios, y a gritos, dispuesto a irse y a
jugar en otro grande de la Argentina. Sánchez Miño que ya le dijo abiertamente
a Burruchaga que no quiere continuar. La deuda con Pablo Hernández. Alexander
Barboza sin ganas de quedarse. Gastón Silva, y su mamá, que exigen una
indemnización por escrito, de forma oral y por todas las vías posibles. Cecilio
Domínguez que se consideró libre, y el América que mediante FIFA ya pidió los
tres millones que le debe el Rojo, más la penalidad. Carlos Benavídez quiere
cobrar. Domingo Blanco se ve más afuera que adentro y Martín Campaña, que ya
intimó 2 veces al club, sabe que no volverá a ser capitán, ni pisar el
Libertadores. Es un período realmente terrible y que no soporta ningún
análisis, ni la silenciosa auditoría de Martín Redrado.
Mientras Pablo Moyano aseguró que el club no va a quebrar y
Yoyo Maldonado, secretario general, que no debiesen haber hecho tantos
contratos en dólares, las cuentas son lapidarias. Por ejemplo, la gestión de
Sebastián Beccacece duró 16 partidos y salió 16 millones de dólares en
incoporaciones. El equivalente a un millón por partido. Casi lo que salieron el
total de jugadores que volvieron al club y no serán utilizados, entre ellos
Lucas Albertengo.
Si hoy Independiente tuviese que salir a la cancha pondría
un equipo de juveniles y chicos del club que incluye a Milton Álvarez, Federico
Ortega, Alan Velasco, Brian Martínez y Nicolás Messiniti como titulares
indiscutidos.
Todo es legado de una deuda urgente de 20 millones de
dólares de la que deberá pagarse un 50% antes del 31 de diciembre. Y que como
marchan las cosas, no se pagará.
Independiente no tiene un dólar. Tampoco un peso. Menos un
proyecto. Está viviendo entre medidas de recorte extremo y el peligro latente
de derrumbar su propia política, la que ya tuvo en el último tiempo una
estampida de dirigentes que se fueron y no volvieron. Y todo esto recién
empieza. Agüero y la octava Libertadores no son los culpables de que no querer
volver. Empezar a entenderlo es parte de la recuperación.
Fuente TyC Sports
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