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lunes, 23 de diciembre de 2013

Trossero: “Festejamos nuestros logros, jamás la desgracia de los demás”





El descargo del capitán del Rojo por la obtención de un campeonato que se le venía negando.

Por Beto Tisinovich - Favio Verona

Pasaron 30 años desde que el Rojo se coronó campeón del Metropolitano 83 despidiendo a Racing de la A. Trossero recordó en Olé cómo se vivió ese título.

Fue el día soñado. El día eterno. El día perfecto. Ni un guionista de ciencia ficción podría haberse imaginado una trama tan inverosímil, en la que confluyan tantos factores. 

Pareciese que todo hubiese sido redactado de antemano, que lo hechos que se sucedieron ese 22 de diciembre de 1983 estuviesen atados a un destino que ya era inexorable, que la historia ya estaba juzgada. Aún hoy, después de 30 años, despojarse de la incredulidad es una tarea de alta complejidad. Ese día Independiente venció a Racing por 2 a 0 con goles de Ricardo Giusti y Enzo Trossero, se consagró campeón del torneo Metropolitano y despidió a su eterno rival, que cuatro días atrás había descendido tras caer por 4 a 3 ante su homónimo cordobés.

“No hicimos un planteo especial, eran nuestros rivales los que se tenían que preocupar por cómo jugaba Independiente. Nosotros imponíamos condiciones”, recuerda Trossero, uno de los estandartes de ese equipo, apelando a su prodigiosa memoria.

“Hoy ese partido no se hubiese podido jugar con las dos hinchadas. Ese día hubo un clima especial en la cancha, pero no por el descenso de Racing, que trajo muy poca gente, sino por el hecho de que veníamos de perder dos campeonatos con Estudiantes y hacía un tiempo que merecíamos un título. Ese día nos sacamos la espina, el Rojo y Estudiantes eran dos equipos muy ofensivos que jugaban de una manera brillante. Por suerte pudimos coronar de la mano del Pato Pastoriza lo que comenzó a forjarse en el 81 con el Zurdo López y el 82 con Nito Veiga. Ese fue el puntapié inicial para llegar a lo más alto del mundo”, rememora Enzo.

-¿Se celebró el descenso de Racing? -No, para nada. Nosotros festejamos nuestros logros, jamás la desgracia de los demás. No pensábamos en otra cosa que no fuera la obtención del título. Lo que logramos fue extraordinario, pero nunca nos fijamos en el resto. Los tiempos cambiaron y lo malo de la sociedad se ve reflejado en el fútbol.

-¿Y te molestó que la gente de Racing se haya mofado de Independiente cuando descendió? -No me gustó para nada. El fútbol no se tiene que vivir de esa manera. Está mal disfrutar el sufrimiento de otros. Siempre respeté a todos lo equipos. Lamenté el descenso de Racing en ese momento y por eso esas cargadas me dolieron demasiado. En el 83 no hubo burlas ni nada por el estilo. Lo reitero: nosotros no festejamos el descenso de Racing, sólo celebramos el título porque hacía un tiempo que se nos venía negando. Además en esa época Independiente ganaba siempre los clásicos de Avellaneda.

-¿Cómo se prepararon para enfrentar a un equipo descendido? -Más allá de que ellos ya se habían ido a la B el partido fue parejo y bastante complicado en los primeros 30 minutos. El gol de Giusti nos tranquilizó un poco, pero recién después de mi gol dejamos de sufrir. Recuerdo que el árbitro era Espósito y que en un momento me dijo: “mirá que si sigue entrando gente a la cancha lo suspendo”. No lo entendí porque el año pasado el público de Estudiantes había invadido el campo y el partido no había sido suspendido.

-¿Hoy en la adversidad se reconoce más lo que se consiguió ese día? -Puede ser. Pero yo creo que nuestro mayor logro fue que el año anterior, después de perder el campeonato con Estudiantes, seis jugadores de Independiente fuimos citados a entrenar con la Selección.

-¿Fue el último equipo que llevó la impronta de Independiente? -Sí, fue un equipo con personalidad que nunca salía a especular. Jugábamos definitivamente al ataque porque los laterales pasaban, el medio era muy ofensivo y se compensaba muy bien. Marangoni tenía una técnica tremenda, de Giusti la gente decía determinadas cosas pero era fundamental. Había jugadores de experiencia y otros muy jóvenes como Burruchaga, Clausen y el Loco Enrique. Lo que pasó al año siguiente resume todo: nadie apostaba por nosotros y fuimos campeones de América y del mundo.



Fuente Olé

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