Toda la investigación en River.
Por Gustavo Grabia
Passarella, Turnes, otros ex dirigentes, cuatro barras, dos
policías y el hermano de la Ministra de Justicia tienen hasta pedido de
detención por la reventa de entradas a partir del canje. Es una causa que el
fiscal Campagnoli investiga desde hace un año y medio.
El 23/6/12, River se jugaba el ascenso a Primera contra
Almirante Brown en el Monumental. Guillermo F., socio y abonado de la San
Martín media, fue soñando con dar la vuelta junto a su hijo y su pareja,
también abonados. Pero se encontró con que uno de los asientos que le
pertenecía, estaba ocupado. Cuando reclamó, el hincha que estaba en dicha
butaca sacó su entrada de protocolo, comprada en la reventa. Tenía misma fila,
mismo asiento. Todo podría haber quedado en una simple anécdota, pero cuando Guillermo
F. reclamó a las autoridades, lo ningunearon y lo patotearon. Entonces, dos
días después decidió hacer la denuncia judicial por estafa. Quizás él no lo
sabía pero estaba dando comienzo a la mayor causa por defraudaciones y estafas
por reventa de entradas que engloba a barrabravas, dirigentes, policías y
hombres ligados al Gobierno. Una bomba mucho mayor que la que explotó en Boca a
mediados de año y que llevó ahora al fiscal José María Campagnoli a pedir el
allanamiento del club, de los domicilios particulares y las detenciones de
Daniel Passarella, Diego Turnes, Gustavo Poggi, ex responsable del área de
socios, Eduardo Rabufetti, ex vocal ligado al Kaiser, Andrés Montinero, gerente
de Top Show (empresa encargada de hacer el canje de entradas de socios), los
oficiales Alejandro Rivaud, ex capo de la división barras de la Federal, y
Alejandro Hayet, hijo del ex jefe de Asuntos Internos de la Federal, y los
capos barras Martín Araujo, Guillermo Godoy, Matías Goñi y José Uequín. Sí,
tremendo. Pero pidió algo más que, al parecer, selló su suerte: la detención de
un ex hombre de Aguilar que según el fiscal continuó ligado a la maniobra y se
llama Diego Rodríguez. ¿Quién es? El hermano de la actual Ministra de Seguridad
de la Nación. Desde ese momento, la SIDE le retaceó información, el Gobierno
impulsó su suspensión como fiscal y el juez de la causa, Fernando Caunedo, pisó
el freno y paró los allanamientos y detenciones. Mañana se cumple el plazo para
apelar esa decisión y también mañana se decide si reincorporan o no a
Campagnoli a su rol. La ex dirigencia de River sabe que su futuro depende de
este movimiento clave.
Las constancias de la causa, que cuenta con tres cuerpos y
494 fojas, tiene pruebas espeluznantes sobre la movida de la reventa y cómo
River defraudaba a sus propios asociados en beneficio de un negocio que se
repartían barras y dirigentes. Según se pudo establecer por escuchas
telefónicas, seguimientos personalizados y oficiales de la Metropolitana
infiltrados en la barra, la maniobra consistiría en que el registro de socios
que estaba a cargo de Gustavo Poggi entregaba un pen drive con datos de más de
10.000 socios que habitualmente no concurren al estadio y los tickets que les
corresponden: en vez de entrar al circuito de canje vía web, iban directamente
a manos de la barra. Para esto, el empleado de Top Show hacía un registro
ficticio como si el canje efectivamente se hubiese concretado. Y entre martes y
jueves, Goñi, Araujo o Godoy pasaban a buscarlos por una oficina del club:
cuando allí la cuestión se ponía complicada, se reunían en un lavadero de autos
de la avenida Libertador llamado Manotas o en una estación de servicio de Juan
B. Justo y Nicaragua.
Una vez que los capos de Los Borrachos tenían las entradas,
las comercializaban por dos vías: Mercado Libre, por Internet, cuyo manejo
quedaba al mando de José Uequín, alias Bolsa de Papas, y por una oficina vip
ubicada en un edificio de la calle Carlos Pellegrini 27, pleno microcentro; y
los días de partido en las cercanías del Monumental, donde contaban con un
ejército de 57 revendedores, todos ya identificados, que recibían los tickets
en los quinchos del club y el estacionamiento y tenían también una oficina sui
generis en la calle Ricchieri, a tres cuadras del Monumental, pegada a la iglesia
del lugar. Como para lavar sus pecados.
Para darse una idea del negocio, en una escucha Matías Goñi,
número tres de la barra y hombre del ex secretario de Comercio, Guillermo
Moreno, admite haber ganado sólo para él 66.000 pesos en el último superclásico
y otros 53.000 en el recital de Madonna. Por algo, aun cuando sólo tiene como
trabajo ser empleado de rango bajo en la Secretaría de Industria, maneja una
camioneta Dodge valuada en medio millón de pesos. Y así el resto de la barra.
Araujo, el capo, posee un Chevrolet Cruze.
Según se determinó tras un año y medio de investigación,
refrendado por Campagnoli y su secretario, Guido Sassoli, los barras manejaban
entradas para las tribunas San Martín, Centenario, Sívori y Belgrano alta. Y
aunque parezca insólito, también tienen (¿seguirán teniéndolos?) dos palcos
bajo la fachada de una empresa trucha de turismo. Así queda al descubierto en
la siguiente escucha entre Goñi y un alto dirigente aún no identificado, donde
éste le dice: “Ojo con los palcos, que los armamos por esa empresa de turismo.
Passarella y el bobo creen eso, la verdad la sabemos ustedes, Diego (¿será
Turnes?), Poggi, Mancusi (ex protesorero) y yo. Vení al club a buscar eso y
también 100 de San Martín, 100 de Belgrano, 300 popus y mañana te doy el
saldo”. ¿A quienes metían en los palcos? Según se deduce de otras
intervenciones telefónicas, a extranjeros que pagaban 300 dólares per cápita y
también a gente del poder. Así, en otra escucha, del 22/3/13, los barras hablan
de meter a un juez federal fanático de River ahí “porque después cuando hay
algún problema, si te puede dar una mano, te la da”, y le dice a su
interlocutor que le diga al magistrado “que te dé foto 4x4 y fotocopia de la
primera y segunda hoja del documento y los hacemos socios a los pendejos” (en
alusión a los dos hijos del juez).
La intervención de la dirigencia y de la empresa Top Show
(contratada para manejar el canje) queda más en evidencia cuando por un error,
meten como canjeadas para la barra entradas para socios que habitualmente iban
a la cancha: estos explotaban ya que al entrar al sistema de canje, les
aparecía que ya habían hecho el trámite. El estallido se producía vía redes
sociales. Así, Molinero, de Top Show, le avisa a Goñi: “Muchos de los que
pillamos entran al sistema y están generando un ruido tremendo. Controlá eso,
boludo, porque va a explotar la bomba, ¿entendés?”. Ahí Goñi habla con alguien
de River que le dice: “Venite al club y nos sentamos y armamos un listado más
consistente con los socios de provincias, así no tenemos quilombo todos los
domingos”. Dos días después, Goñi se ufana de tener “el nuevo pen drive”.
La plata que se mueve es tal (se habla de medio millón como
si nada) que para blanquearla después en el circuito legal, los barras compran
propiedades a refaccionar por medio de una sociedad anónima de testaferros para
venderlas después ya recicladas. En el medio, se sobrefacturan los trabajos
para justificar el dinero. Increíble.
Tanto Araujo como Godoy, Goñi y Uequín, capos de la barra,
tienen cientos de escuchas comprometedoras. ¿Usted se pregunta por los
dirigentes? Turnes, por ejemplo, tiene mensajes de texto arreglando reuniones
con los barras para “pasar a buscar eso, acordate que ya es jueves”; lo mismo
Rabuffetti, quien además acepta que usa dinero de la caja del club que luego
justificaría con facturas apócrifas. ¿Y Passarella? Tiene escuchas donde
justifica el uso de dinero del club para su campaña política: él mismo habilita
para el superclásico con Boca 1.310 entradas para que no vayan al canje y sí a
manos del ex secretario Daniel Bravo y el ex vocal Rabuffetti, y, en lo que
termina siendo el escándalo mayor, está filmado por la Policía reuniéndose en
el restaurante Happening el 14/11/13 con Marcelo Fígoli, el dueño de Top Show,
y… sí, Matías Goñi, el hombre de la barra que negocia las entradas, que tiene
los contactos políticos de alto nivel y cuyo estándar de vida demuestra que
armar una sociedad con directivos y policías para revender entradas en
perjuicio de los socios y verdaderos hinchas de River es un negocio fenomenal
que alguien, algún día, debe parar.
Fuente Olé
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