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lunes, 23 de diciembre de 2013

Violencia II - Gustavo Grabia - Se acabó la joda





Toda la investigación en River.

Por Gustavo Grabia

Passarella, Turnes, otros ex dirigentes, cuatro barras, dos policías y el hermano de la Ministra de Justicia tienen hasta pedido de detención por la reventa de entradas a partir del canje. Es una causa que el fiscal Campagnoli investiga desde hace un año y medio.

El 23/6/12, River se jugaba el ascenso a Primera contra Almirante Brown en el Monumental. Guillermo F., socio y abonado de la San Martín media, fue soñando con dar la vuelta junto a su hijo y su pareja, también abonados. Pero se encontró con que uno de los asientos que le pertenecía, estaba ocupado. Cuando reclamó, el hincha que estaba en dicha butaca sacó su entrada de protocolo, comprada en la reventa. Tenía misma fila, mismo asiento. Todo podría haber quedado en una simple anécdota, pero cuando Guillermo F. reclamó a las autoridades, lo ningunearon y lo patotearon. Entonces, dos días después decidió hacer la denuncia judicial por estafa. Quizás él no lo sabía pero estaba dando comienzo a la mayor causa por defraudaciones y estafas por reventa de entradas que engloba a barrabravas, dirigentes, policías y hombres ligados al Gobierno. Una bomba mucho mayor que la que explotó en Boca a mediados de año y que llevó ahora al fiscal José María Campagnoli a pedir el allanamiento del club, de los domicilios particulares y las detenciones de Daniel Passarella, Diego Turnes, Gustavo Poggi, ex responsable del área de socios, Eduardo Rabufetti, ex vocal ligado al Kaiser, Andrés Montinero, gerente de Top Show (empresa encargada de hacer el canje de entradas de socios), los oficiales Alejandro Rivaud, ex capo de la división barras de la Federal, y Alejandro Hayet, hijo del ex jefe de Asuntos Internos de la Federal, y los capos barras Martín Araujo, Guillermo Godoy, Matías Goñi y José Uequín. Sí, tremendo. Pero pidió algo más que, al parecer, selló su suerte: la detención de un ex hombre de Aguilar que según el fiscal continuó ligado a la maniobra y se llama Diego Rodríguez. ¿Quién es? El hermano de la actual Ministra de Seguridad de la Nación. Desde ese momento, la SIDE le retaceó información, el Gobierno impulsó su suspensión como fiscal y el juez de la causa, Fernando Caunedo, pisó el freno y paró los allanamientos y detenciones. Mañana se cumple el plazo para apelar esa decisión y también mañana se decide si reincorporan o no a Campagnoli a su rol. La ex dirigencia de River sabe que su futuro depende de este movimiento clave.

Las constancias de la causa, que cuenta con tres cuerpos y 494 fojas, tiene pruebas espeluznantes sobre la movida de la reventa y cómo River defraudaba a sus propios asociados en beneficio de un negocio que se repartían barras y dirigentes. Según se pudo establecer por escuchas telefónicas, seguimientos personalizados y oficiales de la Metropolitana infiltrados en la barra, la maniobra consistiría en que el registro de socios que estaba a cargo de Gustavo Poggi entregaba un pen drive con datos de más de 10.000 socios que habitualmente no concurren al estadio y los tickets que les corresponden: en vez de entrar al circuito de canje vía web, iban directamente a manos de la barra. Para esto, el empleado de Top Show hacía un registro ficticio como si el canje efectivamente se hubiese concretado. Y entre martes y jueves, Goñi, Araujo o Godoy pasaban a buscarlos por una oficina del club: cuando allí la cuestión se ponía complicada, se reunían en un lavadero de autos de la avenida Libertador llamado Manotas o en una estación de servicio de Juan B. Justo y Nicaragua.

Una vez que los capos de Los Borrachos tenían las entradas, las comercializaban por dos vías: Mercado Libre, por Internet, cuyo manejo quedaba al mando de José Uequín, alias Bolsa de Papas, y por una oficina vip ubicada en un edificio de la calle Carlos Pellegrini 27, pleno microcentro; y los días de partido en las cercanías del Monumental, donde contaban con un ejército de 57 revendedores, todos ya identificados, que recibían los tickets en los quinchos del club y el estacionamiento y tenían también una oficina sui generis en la calle Ricchieri, a tres cuadras del Monumental, pegada a la iglesia del lugar. Como para lavar sus pecados.

Para darse una idea del negocio, en una escucha Matías Goñi, número tres de la barra y hombre del ex secretario de Comercio, Guillermo Moreno, admite haber ganado sólo para él 66.000 pesos en el último superclásico y otros 53.000 en el recital de Madonna. Por algo, aun cuando sólo tiene como trabajo ser empleado de rango bajo en la Secretaría de Industria, maneja una camioneta Dodge valuada en medio millón de pesos. Y así el resto de la barra. Araujo, el capo, posee un Chevrolet Cruze.

Según se determinó tras un año y medio de investigación, refrendado por Campagnoli y su secretario, Guido Sassoli, los barras manejaban entradas para las tribunas San Martín, Centenario, Sívori y Belgrano alta. Y aunque parezca insólito, también tienen (¿seguirán teniéndolos?) dos palcos bajo la fachada de una empresa trucha de turismo. Así queda al descubierto en la siguiente escucha entre Goñi y un alto dirigente aún no identificado, donde éste le dice: “Ojo con los palcos, que los armamos por esa empresa de turismo. Passarella y el bobo creen eso, la verdad la sabemos ustedes, Diego (¿será Turnes?), Poggi, Mancusi (ex protesorero) y yo. Vení al club a buscar eso y también 100 de San Martín, 100 de Belgrano, 300 popus y mañana te doy el saldo”. ¿A quienes metían en los palcos? Según se deduce de otras intervenciones telefónicas, a extranjeros que pagaban 300 dólares per cápita y también a gente del poder. Así, en otra escucha, del 22/3/13, los barras hablan de meter a un juez federal fanático de River ahí “porque después cuando hay algún problema, si te puede dar una mano, te la da”, y le dice a su interlocutor que le diga al magistrado “que te dé foto 4x4 y fotocopia de la primera y segunda hoja del documento y los hacemos socios a los pendejos” (en alusión a los dos hijos del juez).

La intervención de la dirigencia y de la empresa Top Show (contratada para manejar el canje) queda más en evidencia cuando por un error, meten como canjeadas para la barra entradas para socios que habitualmente iban a la cancha: estos explotaban ya que al entrar al sistema de canje, les aparecía que ya habían hecho el trámite. El estallido se producía vía redes sociales. Así, Molinero, de Top Show, le avisa a Goñi: “Muchos de los que pillamos entran al sistema y están generando un ruido tremendo. Controlá eso, boludo, porque va a explotar la bomba, ¿entendés?”. Ahí Goñi habla con alguien de River que le dice: “Venite al club y nos sentamos y armamos un listado más consistente con los socios de provincias, así no tenemos quilombo todos los domingos”. Dos días después, Goñi se ufana de tener “el nuevo pen drive”.

La plata que se mueve es tal (se habla de medio millón como si nada) que para blanquearla después en el circuito legal, los barras compran propiedades a refaccionar por medio de una sociedad anónima de testaferros para venderlas después ya recicladas. En el medio, se sobrefacturan los trabajos para justificar el dinero. Increíble.

Tanto Araujo como Godoy, Goñi y Uequín, capos de la barra, tienen cientos de escuchas comprometedoras. ¿Usted se pregunta por los dirigentes? Turnes, por ejemplo, tiene mensajes de texto arreglando reuniones con los barras para “pasar a buscar eso, acordate que ya es jueves”; lo mismo Rabuffetti, quien además acepta que usa dinero de la caja del club que luego justificaría con facturas apócrifas. ¿Y Passarella? Tiene escuchas donde justifica el uso de dinero del club para su campaña política: él mismo habilita para el superclásico con Boca 1.310 entradas para que no vayan al canje y sí a manos del ex secretario Daniel Bravo y el ex vocal Rabuffetti, y, en lo que termina siendo el escándalo mayor, está filmado por la Policía reuniéndose en el restaurante Happening el 14/11/13 con Marcelo Fígoli, el dueño de Top Show, y… sí, Matías Goñi, el hombre de la barra que negocia las entradas, que tiene los contactos políticos de alto nivel y cuyo estándar de vida demuestra que armar una sociedad con directivos y policías para revender entradas en perjuicio de los socios y verdaderos hinchas de River es un negocio fenomenal que alguien, algún día, debe parar.


Fuente Olé

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