El Fútbol a sol y sombra
El arquero
También lo llaman portero, guardameta, golero, cancerbero o
guardavallas, pero bien podría ser llamado mártir, paganini, penitente o payaso
de las bofetadas. Dicen que donde él pisa, nunca más crece el césped.
Es un solo. Está condenado a mirar el partido de lejos. Sin
moverse de la meta aguarda a solas, entre los tres palos, su fusilamiento.
Antes vestía de negro, como el árbitro. Ahora el árbitro ya no está disfrazado
de cuervo y el arquero consuela su soledad con fantasías de colores.
Él no hace goles. Está allí para impedir que se hagan. El
gol, fiesta del fútbol: el goleador hace alegrías y el guardameta, el
aguafiestas, las deshace.
Lleva a la espalda el número uno. ¿Primero en cobrar?
Primero en pagar. El portero siempre tiene la culpa. Y si no la tiene, paga lo
mismo. Cuando un jugador cualquiera comete un penal, el castigado es él: allí
lo dejan, abandonado ante su verdugo, en la inmensidad de la valla vacía. Y
cuando el equipo tiene una mala tarde, es él quien paga el pato, bajo una
lluvia de pelotazos, expiando los pecados ajenos.
Los demás jugadores pueden equivocarse feo una vez o muchas
veces, pero se redimen mediante una finta espectacular, un pase magistral, un
disparo certero: él no. La multitud no perdona al arquero. ¿Salió en falso?
¿Hizo el sapo? ¿Se le resbaló la pelota? ¿Fueron de seda los dedos de acero?
Con una sola pifia, el guardameta arruina un partido o pierde un campeonato, y
entonces el público olvida súbitamente todas sus hazañas y lo condena a la
desgracia eterna. Hasta el fin de sus días lo perseguirá la maldición.
Eduardo Galeano
Fuente Solo Literatura - literaturahispanoamericana.com
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