Por Nahuel Lanzillotta
Independiente
se animó a romper estructuras para desarticular a Riestra y así pudo concretar
el primer gol que abrió la vuelta al triunfo. El fútbol también es dinámica de
lo impensado.
El fútbol
es táctica, pero también es el arte de la improvisación, de la gambeta, de la
sorpresa. El fútbol es orden y al mismo tiempo se trata de romper estructuras
para dar luz a lo distinto, a lo que marcará la diferencia y hará vencedor a
alguno.
Independiente
se animó a desordenarse en Avellaneda.
El desorden
intencionado puede ser la llave para quebrar la monotonía de un partido. Y el
Rojo tuvo el impulso para salirse del molde y desarticular a la defensa de
Riestra, algo que marcó el camino para iniciar el regreso al triunfo después de
cinco empates en fila en el torneo local.
Más allá de
los esquemas, que posiciones a los jugadores como fichas de ajedrez sobre un
tablero, el juego requiere de inventiva, de creatividad y dinámica para poder
producir la impensado y así no darle al rival de turno las referencias que le
faciliten su tarea. El primer gol de Independiente en la tarde de este domingo
es la prueba de ello.
Los actores
rojos se movieron de tal forma que desorientaron totalmente a la defensa
siempre atenta de Riestra. El equipo del Ogro Fabbiani había llegado al
Libertadores de América-Ricardo Enrique Bochini con la premisa de mantenerse
ordenado y hacer todo lo posible para llevarse algo, al menos un punto de
regreso al Bajo Flores.
Pero el
Diablo lo desnudó con una jugada en la que los protagonistas sorprendieron.
Todo se inició en un choque casual entre Diego Tarzia y Pablo Monje en el que
no existió infracción alguna. Gabriel Avalos se disfrazó de volante y estuvo
atento para jugar rápida esa pelota que había quedado huérfana para que un
compañero picara al vacío por el extremo izquierdo.
Ese jugador
no era Tarzia, que ocupaba tácticamente dicho sector; era Felipe Loyola, que se
había cruzado todo el campo para aparecer como un fantasma por el otro costado.
El chileno se mandó como un rayo hasta el fondo y por el centro del área llegó
otro que tampoco suele estar allí: Federico Mancuello.
Sí, como un
falso 9, Mancu picó para arrastrar marcas al primer palo. Loyola mandó el pase
al medio por abajo. Mancuello estaba en posición inmejorable para definir, pero
optó por seguir jugando al engaño y abrió sus piernas para dejarla pasar. Así
le dio una asistencia genial sin tocar la pelota a Santiago Montiel, que por
todos los movimientos del equipo pudo definir en soledad de frente al arco para
el 1 a 0.
Independiente
generó un desorden perfecto queec dejó fuera de eje al adversario y aprovechó
para concretar. Eso abrió la tarde que terminaría en un 3 a 1 contundente que
podría incluso haber sido más abultado. Montiel anduvo encendido. Su golazo de
tiro libre borró las sombras que se habían posado sobre el estadio luego del
empate de Riestra (error de Marcone primero y de Loyola después). Y desde ahí,
el Rojo impuso ritmo, juego e intensidad.
Fuente
Infierno Rojo
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