Por Nahuel Lanzillotta
Independiente
no logra mantener un ritmo de navegación y, acosado por las tormentas internas,
está lejos de la orilla. Otra vez tenía viento a favor, pero contra Godoy Cruz
dejó escapar dos puntos de oro.
La nave
zarpó ya hace tiempo con Julio Vaccari al mando. Sin embargo, más allá de
algunos momentos de navegación fluida, siempre vuelve a encallar y a quedar en
el mismo lugar, lejos de la orilla y con preocupaciones instaladas
principalmente en la generación de juego por la falta de un timonel. Independiente
hace agua hasta cuando tiene viento a favor. Venía de dos triunfos
consecutivos, aunque sin convencer del todo en su juego -es cierto- y le ganaba
a Godoy Cruz de local, pero se fue quedando hasta perder el rumbo en el final.
El 1-1 del
sábado tiene gusto a poco. Las estadísticas frías dirán que hace 11 fechas que
no pierde por el torneo local, con cuatro triunfos y siete empates (es el
equipo que más empates recolectó en el campeonato). Sirve no perder, claro;
pero no sirve no quedarse con los tres puntos en su cancha. Y la desazón es
mayor cuando se analiza el contenido de su actuación.
Aun sin ser
muy superior, el Rojo dominó. Lo saludable fue que buscó hacerse cargo del
partido, aunque lo que le quita años de vida al hincha es ver partido tras
partido que no hay quien asuma la responsabilidad de ser el guía del juego
sobre un césped que a veces se vuelven aguas muy agitadas para los de Vaccari.
La conducción de Kevin Lomónaco desde el fondo bien podría ser el punto de
partida perfecto para la construcción de juego. No obstante, el Diablo parece
no aprovecharlo. A partir de que la pelota alcanza la línea de la mitad de la
cancha, arrancan las dudas.
Federico
Mancuello, de buen nivel en las últimas actuaciones, tomó un poco el rol de voz
cantante. Comenzando como volante interior izquierdo, Mancu se anima a soltarse
y hacerse cargo además de las ejecuciones de pelota parada. Un centro suyo
desde la derecha (desprendiéndose de su sector) terminó en un frentazo de
Gabriel Avalos en la única que tuvo el ‘9’ en la tarde-noche de Avellaneda.
Antes había
probado Nicolás Vallejo con un remate desde afuera que se fue por arriba del
travesaño. Nada más de peligro de frente a arco rival creó en una primera etapa
de llegadas repartidas porque Rodrigo Rey debió salvar un par de papas
calientes por contraataques del Tomba que agarraron a la defensa roja abierta.
Y ahí hay
otra cuestión que sigue reiterándose: el equipo queda largo en varios tramos
del encuentro, dejando espacio entre líneas al adversario para que maniobre y
pueda progresar en el terreno hasta pisar el área de Rey. Iván Marcone,
mayormente metido entre sus centrales a la hora de defender, queda lejos de los
internos. Independiente no es un equipo compacto y permite filtraciones que lo
ponen en riesgo.
De la buena
pegada zurda de Mancuello cayó el córner en forma de centro y el cabezazo
vencedor de Pipe Loyola. Con la ventaja, Independiente mostró una mayor
soltura. Así y todo no le bastó para elaborar demasiado peligro frente al arco
cuyano. Y poco a poco se dejó emparejar por el ímpetu de la visita en ir a
buscar la igualdad, que la consiguió casi en el tiro del final con esa pelota
parada que encontró un error en la marca en zona y una llamativa floja
respuesta de Rey debajo del travesaño. Alguna vez el gran arquero rojo debía
mostrar que es humano.
Puede ganar
un par de partidos este Independiente al que todo le sigue costando mucho. Sin
embargo, todavía ve demasiado lejos la orilla y las tormentas internas tampoco
lo ayudan a encontrar el norte. No puede decirse que anda a la deriva porque si
algo le dio Vaccari en este tiempo fue un orden. Pero con eso ya no alcanza
para seguir navegando. Quedó encallado en su montículo de limitaciones a punto
de tirar por la borda lo poco conseguido hasta ahora.
Fuente
Infierno Rojo
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