Independiente está un momento incómodo. Lo opuesto es
Racing. / DyN
La historia se invirtió: la Academia, que siempre estaba a
la deriva, vive días de tranquilidad. En cambio, el Rojo sufre en lo deportivo
y lo institucional.
Por Agustín Colombo
El barrio, de repente, giró. No sabemos si giró mucho o si
giró poco, pero giró. El que estaba en la lona empezó a pararse. Y el que
festejaba y mostraba las vitrinas repletas de copas y de gloria empezó a sufrir
los problemas que sufría hasta no hace mucho su rival eterno. Es decir:
histeria, apretadas, desconcierto. Racing e Independiente. Independiente y
Racing. Avellaneda está patas para arriba.
Pasaron apenas 29 días de este 2017, pero la primera
radiografía del año muestra a los dos poderosos de Avellaneda en una situación
inversa a la de hace una, dos o tres décadas. Es cierto que Racing se viene
ordenando desde hace rato, sobre todo luego de la salida de Blanquiceleste SA,
pero su momento brilla más por el contraste que supone la comparación con su
clásico rival, al que goleó en Salta por 3 a 0 hace una semana, y al que
vapuleó por el mismo resultado en noviembre, en el Cilindro, por el torneo
local. Independiente, que siempre dominó el historial por una enorme
diferencia, que siempre se jactó de su paternidad, recibió dos golpes en muy
poco tiempo desde el lugar que más le duele: la vereda de enfrente.
El presente deportivo marca contrastes, indudablemente.
Independiente viene de sacrificar a varios de sus últimos ídolos en el banco de
suplentes. La salida que más dolió –por las expectativas que había generado–
fue la de Gabriel Milito. El sueño que los hinchas entonaban en junio –“De la
mano de Gaby, la vuelta vamos a dar”– duró menos de seis meses. Milito se fue
como se habían ido tantos otros ídolos de mayor o de menor nombre. Desde la
dupla Trossero-Villaverde, pasando por Néstor Clausen, José Pastoriza, Daniel
Bertoni, Pedro Monzón o Miguel Angel Santoro, hasta Jorge Burruchaga, Daniel
Garnero y Cristian Díaz. Ninguno pudo replicar como técnico lo que había hecho
como jugador.
Ahora, con Ariel Holan, el presente sigue difícil: los
hinchas fueron muy críticos por el rendimiento ante Racing. Y el entrenador,
valiéndose de esa actuación y del encuentro contra Atlético Tucumán, trazó un
diagnóstico que dejó fuera del plantel a Víctor Cuesta y Diego Rodríguez, al
menos para la convocatoria para enfrentar a Racing mañana en Mar del Plata. Lo
paradójico es que Cuesta había dicho, en el primer entrenamiento del año, que
si había una oferta él estaba interesado en ser transferido.
Del otro lado, en Racing, hay cierta calma. No es un remanso
–Racing nunca lo será–, pero las primeras semanas de Diego Cocca transitan con
tranquilidad. Más si la comparación es el vecino de Avellaneda. El técnico
ayudó a descomprimir los nervios que generaban los planteos tácticos de Ricardo
Zielinski, tanto a los hinchas como a los propios jugadores, el factor decisivo
que explica la renuncia del ex DT de Belgrano. Y el equipo empieza a esbozar
una identidad de juego.
¿La situación deportiva de ambos puede explicarse a partir
de la situación económica? Quizás haya algo de eso. Porque Racing aprobó por
unanimidad, a fines de 2016, el mejor balance de su último medio siglo. La
tesorería de la Academia, que históricamente fue un caos y que quebró en 1999,
está ordenada. “El club hoy no debe nada. Porque la deuda que tiene es una deuda
corriente”, le dijo a PERFIL Víctor Blanco. Son 90 millones.
De hecho, Racing es uno de los pocos clubes que no registran
deuda con AFA. Justamente, por ese tema, desde Viamonte 1366 anunciaron que
Independiente no podía incorporar jugadores. Walter Erviti sería el primero. La
gestión de Hugo Moyano reconoció una deuda de 600 millones de pesos, un
monstruo que crece año a año: Javier Cantero había cerrado el año con 400
millones, y dos años antes Comparada anunciaba un rojo de 200 millones. Allí,
en esos números, puede estar la clave de estos presentes.
(*) Esta nota fue
publicada en el Diario PERFIL.
Fuente Perfil.com Cuatro Cuatro Dos
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