Por Cristian Grosso
Noviembre de 2015. Plena campaña electoral. Se acercaba el
patético 38-38 que le agregaría un barniz ridículo a tantos disparates. Luis
Segura se disfrazaba de estadista y sólo desnudaba su candidez: "Si la
política se mete en la AFA, muere el fútbol. Los temas del fútbol los tienen
que manejar la gente del fútbol". Absurdo, porque su chequera era el
Estado. Sólo una institución acorazada por el prestigio de sus hombres y la
robustez de sus finanzas podría resistir cualquier invasión. La AFA hace mucho
tiempo que es un papelito a la deriva de un furioso temporal, fácil presa para
cualquier predador que huela una ganancia.
Los dirigentes descuidaron la industria y ahora reparten
culpas y señalan enemigos. Demasiado tarde: están asfixiados y de rodillas.
Ataca Marcelo Tinelli, pega Claudio Tapia, bravuconea Raúl Gámez, dispara
Daniel Ferreiro. Entre todos arruinaron la fábrica. Y el Estado se aprovechó.
Primero, el kirchnerismo compró propaganda. Ahora, el macrismo impone nuevas
reglas. El fútbol argentino está intervenido por el Gobierno, algo prohibido
por la FIFA, pero solapadamente consensuado desde la creación del Comité de
Regularización. Y ayer fue un día de sinceramientos. Para algunos quedó a la
vista la sociedad; para otros, el sometimiento. Nunca más, nadie, podrá hacerse
el distraído.
Carlos Martínez, presidente de Fox Networks Group Latin
America, firme -único- candidato a adueñarse de los derechos de televisación
del fútbol, se ahorró eufemismos: en una entrevista exclusiva con la nacion, en
todo momento describió que las negociaciones se llevan adelante con el
Gobierno., y que la ley de gratuidad es un estorbo. Ni con los clubes, ni con
la AFA, ni siquiera con el Comité de Regularización. Manda el Gobierno, se
delibera con el Gobierno. Punto. Y si faltaba algo, Daniel Angelici, delfín
macrista, aportó la frase que convalida el asalto: "El Gobierno está
dispuesto a cumplir con su compromiso de dar los 350 millones y transferirnos
lo que vienen cobrando de los canales, más el main sponsor que son 180 millones
más, si sale la Superliga y si se aprueba el estatuto". El blanqueamiento
de una maniobra extorsiva. Manda el Gobierno con la fusta, se delibera con el
Gobierno. Punto. Los dirigentes cosechan su siembra carbonizada: extraviaron la
credibilidad y regalaron el negocio.
Fuente Cancha Llena
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