De “No sé si
he sido claro, y otros cuentos”
de Roberto Fontanarrosa.
Ilustro rrrojo
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El “Pichón
de Cristo”
Te cuento,
Macho, que la cargada la hicimos nosotros. Nos largamos a hablar, ¿viste? a
farolear. Nos agrandamos, ¿viste? Y... ¿querés que te diga?, al pedo, al
reverendo pedo. Porque, después de todo, nosotros no le habíamos ganado nunca,
empatamos los dos partidos y fueron partidos parejos, ¿viste? que estaban para
cualquiera. Pero, yo no sé, hubo gente que empezó a decir que nosotros la
hacíamos de trapo. Y nosotros nos entusiasmamos, agarramos el bochín y, ¿sabés
que? el agrande, viejo, el agrande. Entonces ellos se engranaron e hicieron la
justa, porque la verdad que estuvieron bien, un día llaman por teléfono al
club, hablan con el Tordo y le dicen que querían jugar con nosotros, ya que
fuera del campeonato, que querían jugar con nosotros. Que al domingo siguiente
que terminara el campeonato hiciéramos un partido en cancha de ellos, en cancha
neutral, donde se nos cantaran las pelotas, mirá vos, nos relajaron.
Me acuerdo
que el Tordo vino todo cagado adonde estábamos entrenando, a decirnos.
Y... ¿qué
íbamos a hacer? Teníamos que agarrar viaje, no nos íbamos a ir al mazo después
de todo el quilombo que habíamos armado, te imaginás. Pero la verdad que nos
pegamos un sorete bárbaro, porque decíamos: “Estos, ¿sabés qué? nos deben
querer pasar por arriba”. ¿Sabés el hambre con que nos debían estar esperando?
Además, ellos estaban agrandados porque salían campeones, la gente los seguía
por todos lados, nos querían romper bien roto el orto.
Así que te
imaginás cuando viene Lopecito, el preparador físico a decirnos que el Pacú se
había lesionado, nos queríamos morir. El Pacú será medio loco pero es un
arquerazo, es el mejor arquero de la liga, de eso no te quepa ninguna duda, y
se nos viene a lesionar un día antes del partido con estos hijos de puta. Porque
cuando nos avisaron lo del Pacú ya habíamos aceptado el desafío, porque eso ya
era un desafío, ¿viste? un desafío de esos de los pibes y al día siguiente
teníamos que viajar a Bombal porque, de última, se había decidido hacer el
partido en cancha neutral. ¡Qué lo parió! Te imaginás el quilombo. A un día del
partido y sin arquero. Porque el boludón de Medina no lo contábamos; primero,
que es un bagre de no creer; después, que ni siquiera había ido a entrenar las
últimas semanas y además no sé quién lo había visto con un pedo tísico, por
ahí, por Chovet, de pura joda. No le íbamos a ir a hablar del partido porque no
nos iba a entender el desgraciado.
¡La mierda!
Bueno... ¿qué hacemos? Incluso pensamos en llamar a estos tipos y decirles que
postergáramos el partido, que esperáramos hasta que el Pacú se mejorase la
gamba, se había jodido la gamba, un tirón. Pero... ¿sabés qué?, lo primero que
iban a pensar era que nos habíamos recagado en las patas. Que arrugábamos. Que
eran todos versos para ni jugar. En eso cae Manolito, cuando estábamos
discutiendo el fato y dice que por qué no lo llevábamos al “Pichón de Cristo”.
El “Pichón de Cristo” es un flaco que había jugado una vez en contra nuestro un
amistoso, creo que en Máximo Paz. Un flaco, viste, esquelético, las piernitas,
mirá, como las patas de esta mesa, te parecía mentira que pudiera atajar.
Yo,
personalmente, ni me acordaba cómo atajaba. Me acordaba de la pinta porque, la
verdad, era un pichón de Cristo, no le decían al pedo así. Mirá, sería más o
menos como el Luis, ¿viste? no sé si no era más flaco. Pero más alto, y más
ancho de arriba, bien de arriba, para colmo con el pelo largón y barbita,
cagate de risa, el “Pichón de Cristo”.
Te digo que,
cuando el Manolito vino con ésa, la mayoría de los muchachos estaba tan en bola
como yo uno dijo que ese día había atajado un vagón, pero me perece que lo dijo
por decir, pero lo cierto era que la gente de los otros pueblos, decían que el
flaco se pasaba. Y eso que ni siquiera había firmado para “San Martín” de Chovet.
Sabíamos que estaba ahí, pero no sabíamos si había firmado o no.
Como ya era
el día del partido y veíamos que se nos hacía la noche, el pato y el hijo del
Pato cazaron la picá y se mandaron para Chovet a traerlo al ñato. Medio que
había ¿cómo decirte? un acuerdo con los de “Independiente” de Bigand, de
presentar los mismos equipos que habían estado jugando al campeontao. Digamos,
no se había hablado de eso pero se daba por sentado que vos no ibas a caerte a
jugar ese partido con cuatro o cinco monos de primera, ¿viste?, cuando los
muchachos cazan las licencias del verano y se van al campo a hacer algo de
mosca. Vos sabés que lo llamo al “Sopita” Martínez, le digo de ir a jugar y el
“Sopita” viene como por un tubo. O el “Conejo”. Pero... pero... la joda era
jugar con los mismos equipos que se había jugado en la liga. Ahora, en el caso
del “Pichón de Cristo”, qué sé yo, podíamos decirles que lo teníamos a prueba
para el próximo año, que ya había firmado, no sé. Además, ellos, con tal de no
verlo al Pacú atajando para nosotros, cualquier cosa, mirá, que lo lleváramos a
Fillol, a cualquiera, iban a aceptar cualquier cosa.
Mirá, no te
la voy a hacer muy larga. Fuimos a jugar y era un quilombo de gente. Mirabas
detrás del alambrado y te daba miedo. Y ellos estaban con todo, ¿eh? Se habían
aguantado una semana sin chupar, entrenando como siempre, sin salir de joda
después de haber ganado el campeonato para agarrarnos a nosotros y rompernos el
culo.
Y bueno, te
la hago corta. ¿Sabés quién nos salvó de que nos cagaran, pero que nos cagaran
a goles? El “Pichón de Cristo”. ¡Dios mío lo que sacó ese animal! ¡Hijo de
puta! Ellos no lo podían creer y, nosotros, ¿sabés qué? menos. Si vos le veías
la pinta al flaco en el arco y pensabas: “acá le pegan un pelotazo en el pecho y
lo destrozan al flaco”.
Mirá, le
sacó al “Tachuela” un cabezazo de pique al suelo que todavía no lo puedo creer.
Un balazo, ¿eh? En un corner apareció el “Tachuela”, ¡qué bien cabecea ese hijo
de puta!, entre mil, entre mil que habían saltado y se la pone de pique, abajo.
Este se tira y la saca. Dos mano a mano con el wing, el negrito, ese que le
dicen “Pacha”. Un voleo... ¡Uy Dios lo que fue ese voleo, me había olvidado! Un
voleo que agarró el “Gallego” en el punto del penal, seco, abajo, que éste yo no
sé cómo hizo, se tiró y la rechazó con esto, con el antebrazo, yo no sé cómo no
se lo quebró, y rebotó como hasta media cancha. Y después, qué se yo, mil, mil
porque nosotros no parábamos ni el colectivo, nos pasaban por el lado, nos
pegaron un zaino que ni te cuento. Y no fue un ratito.
¿Viste que
hay partidos en que por ahí te agarran mal parado y los primeros diez, quince
minutos, te cagan a pelotazos?... Acá no. No. Fue así todo el partido, querido,
nos dieron un zaino que no te lo quieras creer. Y nada de toquecito o de ole.
No. ¿Qué toquecito? Los negros se venían a sacamos los ojos, metían centros y
entraban quince, qué sé yo, mil. Los hijos de puta la tenían adentro y nos
querían basurear, nos querían pasar por arriba. Decí que estaba el flaco. Increíble.
En el último minuto le tapó un bombazo al cinco que yo me di vuelta para no
mirar porque dije: “Aquí lo mata”. Y en tiempo de descuento, otra, esa fue la
máxima! Ya el área nuestra era un quilombo, estábamos todos ahí adentro. Se
arma una de rebotes después de un comer y el ocho de ellos, el “Pantufla”,
desde el borde del área, le da fuerte al palo derecho del “Pichón de Cristo”.
El flaco se tira... ¡y no va Huguito y se la toca en el aire! Le pega ¿viste?
le pega la cadera al Huguito que haba cerrado y le cambia el palo al “Pichón”.
Yo la vi adentro, ¿viste? La vi adentro. Porque el flaco ya se había tirado,
estaba en el aire cuando Hugo le cambia el palo. Yo no sé, no sé cómo hizo.
Giró en el aire... ¿viste como los nadadores cuando llegan al final de la
pileta y giran para volver para el otro lado? Este hizo algo así, en el aire,
le pegó un manotazo apenitas con la punta de los dedos y la dejó ahí, picando a
diez centímetros de la línea. Llegué yo y, ¿sabés qué? le puse tamaña quema que
creo que la perdí. La saqué del pueblo. No la quería ver más a esa hija de
puta. Y terminó el partido. Los de “Independiente” no lo podían creer. No lo
podían creer. Se agarraban el bocho. Se la comieron doblada los hijos de puta,
con un nudo en la tapún.
Y bueno, te
cuento. En el vestuario, te imaginás, los abrazos con el flaco, con el arquero.
Una barbaridad, una barbaridad. Y el flaco, calladito, ¿viste? no decía nada, o
se sonreía, tenía tierra hasta en el ojete pobre flaco, si se la había pasado
revolcándose. Los muchachos se bañaron y yo me retrasé un poco. Medio porque
antes de bañarme estuve como media hora tirado arriba de un banco de la palmera
que tenía. Además, me habían pegado un puntín acá, detrás del muslo, que cuando
se me enfrió el músculo me dolía como la puta madre.
Después me
bañé y me empecé a cambiar. Fue en eso que lo veo al flaco que salía de la
ducha. Y fue raro... porque venía con la toalla atada a la cintura, en ojotas,
y en eso pasó por debajo de una ventanita donde entraba sol y el sol le dio en
la cabeza, ¿viste? y se le formó como una aureola, sabés de qué?, pienso... de
ese vapor que te sale del cuerpo cuando terminas de bañarte. Lo estaba mirando
cuando veo que tenía las palmas de las manos lastimadas, las dos. “¿Qué te
pasa?” le pregunto. “¿Dónde?” me dice. “En las manos”. “Ah, me pisó el nueve”,
me dice. Me pareció raro, ¿viste? porque me acordaba que el flaco había atajado
con guantes. Después también le viché un raspón bastante fulero por acá, en las
costillas. Pero parecía un raspón viejo, de algún otro partido. Después el
flaco se cambió rápido, como si estuviese apurado, pero me dio la impresión de
que no quería que yo le hiciera más preguntas. Y... ¿sabés lo que se me ocurrió
pensar? Eso es lo que te quería contar. Sabés lo que se me ocurrió pensar? Mirá
que uno a veces es boludo, porque por ahí el tipo es un tipo tímido y nada más.
Pero pensé... “¿Este flaco no andará en alguna fulería, en algo fulero, y no
quiere parlarla demasiado?”. Boludeces que a uno se le ocurren. Mirá cómo es uno
de jodido, después de todo. Después el flaco se fue y no lo vi más. Lo
buscamos, me acuerdo, durante toda la semana, para ver si no quería firmar para
nosotros. Y no lo encontramos. Después volvió el Pacú y ya nos olvidamos del
asunto.
Fuente La Web de Fontanarrosa
De:http://www.negrofontanarrosa.com/publica/cuentos/fp_cn_t.asp?id=14
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