Escrito por Carlos Maidana
El Rojo, como local, igualó sin goles ante el complicado
Arsenal de Sarandí. Un empate que preocupa y aleja del objetivo. Sobre el final
lo tuvo el Arse pero Assmann lo impidió. Silbidos y decepcion en el cierre.
Podrían haber jugado hasta mañana, que no se iban a sacar
ventajas. O al menos no Independiente, que en 90 minutos de partido no pudo
generar una sola situación de gol a su favor. Y encima lo pudo haber perdido,
de no haber sido por la enorme atajada de Fabián Assmann en el final.
El primer tiempo fue un parto. El de Ramón Díaz era un
equipo totalmente quebrado y partido, en el que los mediocampistas se prestaban
la pelota. Marco Pérez, allá lejos y en soledad, no participaba de ese toqueteo
intrascendente. Arsenal, por su parte, tampoco hizo demasiado en esos 45
minutos, aunque tuvo una muy clara, que Gustavo Blanco no pudo concretar ante
la salida del arquero del Rojo.
En el complemento pasó lo que suele suceder cuando
Independiente es local. El equipo, ya con Diego Churín en cancha, salió en los
15 minutos iniciales a presionar e intentar llevarse por delante el rival,
aunque, como de costumbre, con mucho empuje pero pocas ideas. Los del viaducto,
replegados, esperaban por alguna contra. Pasada esa fugaz ráfaga, el trámite de
juego se hizo igual de aburrido que al principio.
Ramón mandó a la cancha a Facundo Parra por Marco Pérez y a
Nicolás Cabrera por Patricio Rodríguez, pero nada pudieron cambiar. El local
siguió tan predecible como siempre y no se acercó a Cristian Campestrini, que
fue un espectador de lujo. Sobre el final, casi se lo lleva el Arse. Mauro
Óbolo tuvo, de cabeza, la más clara del partido a los 42 minutos, pero chocó
contra un impresionante Assmann, que le ahogó el grito y salvó al Rojo.
El pitazo final de Sergio Pezzotta solo sirvió para dar
inicio a un estruendoso abucheo del público, que acompañó con silbidos a los
jugadores hasta que no quedó ninguno en cancha. El Rojo volvió a mostrar una de
sus peores versiones y sigue sin sumar de a tres. El sueño de la clasificación
a la Libertadores, a esta altura, no es más que eso. Un sueño en el que ni
hasta el más fanático se anima a creer.
Fuente Infierno Rojo
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