Su verba lo asemejaba a Borocotó y su crítica constructiva a
Panzeri.
Poeta, letrista de tango y fenomenal charlista, con su
estilo inconfundible se ganó el corazón de los lectores. Un prócer porteño. El
sector de prensa de la Visera llevaba su nombre.
Nació el mismo año que la revista, un 10 de noviembre. Y muy
cerca de ella, en La Boca.
Osvaldo Bramante trabajaba como empleado administrativo en
Editorial Atlántida.
Conversando con Dante Panzeri, director de El Gráfico,
nació una amistad que se plasmó en el papel cuando, adoptando el apellido
materno, Osvaldo Ardizzone empezó su vida periodística en la revista, en 1961.
Durante tres lustros agradará a los lectores con sus textos
plenos de “porteñismos”.
Las notas de Ardizzone tienen esa impronta suya: abundancia
de calificativos, descripción detallada del entorno o los rasgos humanos del
entrevistado, y palabras populares y sencillas.
Su estilo sobrepasó los límites
de lo que exigía una revista deportiva, a tal punto que El Gráfico publicó
varios de sus cuentos, como aquel “Prescindible” de febrero de 1972.
Ardizzone se dedicó también a la poesía, las letras de
tangos, la charla (muchos recuerdan su espacio en “La vida y el canto” por
Radio Rivadavia, con Antonio Carrizo) y hasta los libretos de un espectáculo de
café concert que montó en compañía de Alejandro del Prado.
En el libro Memorias de un Periodista Deportivo, Héctor Vega
Onesime, compañero de Ardizzone en El Gráfico, lo pinta de cuerpo entero:
“Poseía el carisma de los buenos charlistas. Con él recorrí
la noche de Buenos Aires durante un lapso que hoy no alcanzo a dimensionar.
Tertulias interminables en las cuales el fútbol y el tango monopolizaban
nuestros afanes. Veladas que nos llevaban a su casa de Banfield de madrugada,
justo para que les diera un beso a sus hijos que partían al colegio. El
silencioso rezongo en la mirada de su mujer, el desayuno apurado y de vuelta
hasta Azopardo y México”.
Cubrió la visita de Racing a Escocia y el tercer partido que
lo erigió campeón del mundo en Montevideo en 1967, la gloria de Estudiantes en
Manchester al año siguiente y el Mundial de 1970. A los 67 años, víctima de un
edema pulmonar (fumador irredento), falleció en enero de 1987.
Nos quedan hoy decenas de notas de su autoría que destilan
ese sabor a Buenos Aires. Lamentablemente, la revista no publicó ninguna nota a
su muerte. Hoy lo reivindicamos, aunque la historia ya lo haya hecho por
nosotros.
Fuente La Caldera del Diablo
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