Por Eduardo Verona
De aquel equipo potente y aguerrido que conquistó la Copa
Sudamericana en diciembre de 2017 a este Independiente que fue resignando juego
y agresividad durante el transcurso de este año.
Las malas lecturas del
entrenador Ariel Holan
¿Qué distinguió a Independientedurante el 2017 cuando se
coronó campeón de la Copa Sudamericana en Brasil? Su juego, su dinámica, su ritmo
ofensivo y su perfil de equipo aguerrido que supo trascender las adversidades.
¿Qué silueta mostró Independiente en el 2018? La de un
equipo frágil, errático, discontinuo, permeable, capaz de jugar bien algunos
partidos y jugar muy mal otros, como por ejemplo lo hizo en la reciente derrota
por 1-0 ante Lanús, cuando cayó dejando una imagen de impotencia absoluta.
Ariel Holan, un verdadero experto en encontrar
justificaciones y excusas de todo tipo, hace lo que no se debe hacer: intenta
modificar la realidad. O la naturaleza de los hechos incontrastables.
Este Independiente modelo 2018 al que Holan pretendió
enriquecer con presencias de bajísimo nivel individual (como el uruguayo Gastón
Silva, el chileno Francisco Silva, el ecuatoriano Gaibor, Cerutti, el tucumano
nacionalizado chileno Pablo Hernández, Brian Romero y Silvio Romero, entre
otros), reveló en la competencia una inconsistencia futbolística imposible de
ocultar. O de disimular.
Ariel Holan
Nunca arrancó Independiente en lo que va del año, más allá
de algunos partidos valiosos. Nunca encontró el equipo una continuidad en el
funcionamiento. ¿Fallaron los jugadores? Sí, aunque hubo excepciones como
Campaña, Domingo y Gigliotti, los más destacados.
¿Falló el entrenador? Sí, claramente.
El rol del conductor (en este caso, Holan) no puede
subestimarse. Si el que conduce, en las sumas y restas de las pequeñas y
grandes decisiones que toma, sale perdiendo; el equipo se debilita como se fue
debilitando Independiente desde aquella noche que se consagró en el Maracaná
ante el Flamengo.
En la derrota 1-0 frente a Lanús quedaron expresadas las
mediocridades que atacan al equipo. No tuvo fútbol y no tuvo fibra. Languideció
por la cancha sin saber que hacer, sin entender a que jugar, sin proponer algo
en particular. En ese marco de tibieza y desconcierto para abordar un partido
muy importante e ir definiendo su marcha en el campeonato, denunció todo lo que
hoy no tiene. Que no es poco.
Esta realidad que Holan no quiere ver quedó semioculta con
los últimos triunfos después de la eliminación en cuartos final contra River.
Esas victorias consecutivas parecieron tapar lo que era evidente. El perfume
intransferible del triunfo en muchísimas ocasiones se convierte en un gran
impostor. Porque confunde. Porque opera como una anestesia que no permite
abrirle las puertas a la reflexión. Y porque somete la autocrítica
indispensable, que no es necesaria que se haga pública. Pero que es
imprescindible que se realice.
Santiago Pandolfi / Diario Popular
Holan habló de manera imprudente de habanos y whiskies en
esa tarde de estupendo rendimiento colectivo frente a Huracán. Se había
embalado el entrenador. Se la había creído. Pero cualquiera que frecuentara el
fútbol sabía que aquella función del equipo no era una construcción perdurable.
Para nada.
Y así fue. Deambulando y perdiendo 4-2 ante Atlético
Tucumán, ganando 2-0 a Argentinos, 4-0 a San Martín de Tucumán, 2-1 a Belgrano,
hasta la caída insustancial con Lanús. Esas marchas y contramarchas del equipo
que se reflejaron en los desarrollos y en los resultados fueron productos de
una inestabilidad futbolística y anímica ya caracterizada como permanente.
El empecinamiento sostenido de Holan en darle continuidad a
ese jugador abúlico hasta la exasperación que es Hernández, en ahogarlo a
Silvio Romero como un puntero que tiene que recorrer toda la banda, en exaltar
algún gesto técnico mínimo de Gaibor como si fuese un administrador de los
tiempos que no es, en considerar que el volante central Silva es mejor que
Domingo (esto es lo que interpreta) y en tardar demasiado en valorar el aporte
goleador de Gigliotti entre otros detalles más finos o más gruesos, revelan sus
graves errores de diagnóstico que fueron alterando la armonía del plantel.
Independiente viene padeciendo estas lecturas. Podrá ganar
un par de partidos. Podrá empatar o perder otros, como es natural. Pero el
equipo no está afirmado. No está convencido. Eso es lo que transmite. Como
transmite que fue resignando juego y agresividad. Y no fue casual. Obedeció a
factores bien específicos retratados en la cancha. Y en el fallido laboratorio
de autor que reivindica Holan.
Fuente Diario Popular
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