Por Eduardo Verona
A partir de su estupenda actualidad en Atlético Madrid,
Diego Simeone es un candidato que el ambiente del fútbol argentino viene
ubicando en primer plano para ejercer como técnico de la Selección. Pero los
tiempos que maneja el Cholo no parecen ser los tiempos de la Selección. La
reivindicación de no tener un estilo
Simeone y la Selección
-¿Te gustaría dirigir a la Selección?
-Sí, pero no tengo apuro. Para nada. Mi carrera como técnico
espero que sea muy prolongada. Por lo menos hasta los 65 años.
-Es raro, vos nunca te caracterizaste por ser muy paciente.
Te retiraste como jugador en febrero de 2006 y a las 24 horas asumiste como
técnico de Racing.
-Es que yo soy un tipo valiente, que es distinto. Pero no
soy ningún kamikaze. Siempre manejé mis tiempos. Más bien que algún día me
gustaría llegar a ser el técnico de la Selección.
-¿Cuándo?
-No sé, mucho más adelante. La experiencia es muy
importante. Y yo tengo que acumular experiencias. La Selección no es para hacer
experimentos o ensayos. Hay que estar muy bien formado. Y recién ahí ver que es
lo que pasa.
Corrían los primeros días de octubre de 2006. Diego Simeone
(cumplió 46 años el 28 de abril) era el entrenador de aquel Estudiantes que
terminó siendo campeón del Apertura en la recordada final frente a Boca (lo
dirigía Ricardo La Volpe) en la cancha de Vélez, cuando se impuso 2-1.
En la concentración de City Bell, el Cholo nos anticipaba
que el rol de técnico de la Selección no lo desvelaba. Iba a esperar. Le
sobraba tiempo. Hoy, en el Atlético Madrid (tiene contrato hasta el 2020),
Simeone tampoco se apura, aunque su nombre siempre asoma como una posibilidad
amenazante o inminente en el firmamento de la Selección nacional.
Pero los tiempos de Simeone quizás no coincidan con los
tiempos de la Selección. Su hoja de ruta siempre contempló conducir al Inter o
Lazio, clubes donde jugó y salió campeón. La Selección es una aspiración a
largo plazo. Aunque también lo era para el Pelado Díaz en su momento de
esplendor como entrenador de River en el 96-97 ("Soy muy joven, puedo
esperar tranquilo, tengo muchos años por delante", sostenía), pero la
oportunidad que aguardó nunca le llegó.
Aunque él diga lo contrario, Simeone no suele esperar con
calma los acontecimientos. Provoca situaciones. Dentro y fuera de la cancha.
Asume riesgos. Toma la iniciativa, aunque a la hora de dirigir privilegie el
contraataque.
Sin embargo, por ahora la Selección parece no conmoverlo.
Europa lo eligió a él. Y él eligió Europa. En la Argentina nunca se sintió
reconocido. Ni valorado como lo valoran en el Viejo Continente. Pero su nombre,
erráticamente, se instala en el fútbol argentino. Y en la Selección.
¿Qué le podría dar Simeone a la Selección? ¿Plenitudes
tácticas? ¿Una motivación que derrumbe las paredes? ¿Una puesta a punto física,
táctica y estratégica que exprese a un equipo con un despliegue y una capacidad
de lucha infrecuente? ¿Un proyecto netamente ofensivo? ¿O una búsqueda
contragolpeadora, más sensible a sus preferencias, hasta forzar algunos hechos
del pasado para reconfirmar sus conceptos?
Por ejemplo, según su interpretación aquel Boca multicampeón
de Carlos Bianchi jugaba de contraataque. "Ganó mucho de
contraataque", nos dijo aquel mediodía en City Bell, antes de adoptar una
palabra que una década después nunca abandonó: intensidad. Le comentamos que
ese Boca que Bianchi condujo entre el 98 y el 2004 era muy intenso. Lo pensó. Y
asintió.
Una década después continúa hablando de intensidades y
pasiones el Cholo. Las reivindica con un fervor y una convicción inclaudicable.
¿Pero cuál es el verdadero ¿Cholo Simeone? ¿El que dirigió a Estudiantes y
River, intentando distinguirse a puro ataque? ¿El que condujo a San Lorenzo sin
dejar nada para rescatar? ¿El que dirigió a Racing en su segunda etapa como
técnico del club, proponiendo equilibrios, paños fríos y frenos de mano que le
pusieron límites a un plantel que parecía estar a punto de pegar un salto de
calidad? ¿El que se puso al frente del Catania para salvarlo del descenso
comprando la receta del fútbol que cruza la mitad de cancha muy de vez en
cuando? ¿O el que manifiesta Atlético Madrid jugándole a cara de perro a
cualquiera y parándose siempre más en posición de combate que de juego?
"Yo alcancé a conocerlo al Cholo en Vélez cuando a
mediados de los 80 fui técnico del equipo", nos comentó José Yudica hace
unos días. Y explicó: "Le pedí a Fanesi que era el entrenador de la
tercera que lo subiera a esa categoría. Ya era un pibe que se destacaba por
todo lo que corría y por lo que metía. Luces tenía pocas. Nunca las tuvo. Pero
se hacía ver porque con 15 o 16 años jugaba como un adulto. Una vez estaba
jugando en una canchita que era un desastre por las piedras y los vidrios rotos
que había y lo vi tirarse al piso sin importarle nada como si fuera una final
del mundo. Simeone, ahora como entrenador, representa lo que él era como
jugador. Creo que si el día de mañana llegara a ser el técnico de la Selección,
en la Argentina no le sería nada fácil. Sería muy criticado por la prensa y por
los hinchas. Su fútbol pasa por el contraataque. Él fue un jugador de
contraataque. Mucho más cercano en su idea a Bilardo que a Menotti. En el
Atlético Madrid terminó armando lo que
él quería armar: un equipo a su medida".
Más allá de las explicaciones de ese buen técnico y mejor
tipo que es el Piojo Yudica, dos preguntas casi inevitables: ¿en la Selección
sería aceptada la idea de juego que Simeone viene aplicando en el Atlético con
una rigurosidad absoluta? ¿O tendría que cambiarla por completo para no generar
rechazos?
Una respuesta es la que nos ofreció Simeone, siempre tan
rotundo y lineal en sus apreciaciones: "Yo no tengo un estilo marcado. En
mi carrera nunca lo tuve. No sigo ninguna línea. Ni de aquí ni de afuera. Como
digo siempre, lo mío es ganar. Yo quiero ganar. La clave en el fútbol siempre
es ganar. Por eso no me interesan los estilos. Ganando está todo bien".
-¿Y si perdés?
-Está todo mal.
Fuente Diario Popular



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